Beckham se sincera: con la patada a Simeone empezó todo
"Aquello lo cambió todo para mí", dice en un encuentro con ICON el exfutbolista, considerado el hombre más sexy del año
El 30 de junio de 1998 se enfrentaban en octavos de final del Mundial de Fútbol de Francia las selecciones de Inglaterra y Argentina. Era la primera vez que ambos combinados se veían las caras en partido oficial desde que, en 1986, los argentinos derrotaran a la escuadra de los tres leones con la ayuda de la mano de Dios (o sea, Maradona). Empezada la segunda parte del encuentro en tierras galas, con el marcador 2-2, Diego Simeone le hizo una entrada bastante fea a David Beckham. Desde el suelo, el inglés le lanzó una patada. El árbitro lo vio y le expulsó. El jugador del Manchester United (entonces 21 años) había empezado el Mundial en el banquillo, castigado por el entonces seleccionador, Glenn Hoddle, quien afirmaba que Beckham estaba más preocupado por sus negocios y sus peinados que por el fútbol.
Después de aquello tuve que crecer muy rápido y afrontar muchas cosas que estaban pasando en mi carrera. Esa expulsión y lo que vino después lo cambiaron todo para mí"
Inglaterra perdió finalmente aquel partido de octavos en la tanda de penaltis. Toda la culpa recayó en Beckham. A la mañana siguiente, el periódico sensacionalista británico The Sun titulada: “Diez leones heroicos y un chico estúpido”. En la lista de los 100 británicos más odiados que confeccionó Channel 4 aquel año, el centrocampista quedó en el puesto 91. “Después de aquello tuve que crecer muy rápido y afrontar muchas cosas que estaban pasando en mi carrera. Esa expulsión y lo que vino después lo cambiaron todo para mí. Lo peor es que lo recuerdo todo. De hecho, me acuerdo de cada partido que he jugado y de cada momento de cada partido. Mi memoria es, para bien o para mal, muy buena”, recuerda el exfutbolista en la trastienda del espacio efímero que el whisky Haig Club, del que es socio el de Leytonstone, ha montado en la madrileña calle Serrano. Cada arruga dejada por sus 40 años está en su sitio. Cada respuesta a cada pregunta se sienta en esa ideal intersección entre la cortesía, la confesión y lo obvio.
Media hora antes de la entrevista, David ha aparecido sonriente en el local, hasta que se ha dado cuenta de que aquello que escuchaba no eran aplausos, sino abucheos. Casi dos horas de retraso han provocado un motín entre los medios de comunicación aquí congregados con el fin de presentar Haig Club al público español. Es un whisky que sabe distinto, que se degusta perfectamente en formato cóctel, que puede seducir al público femenino, algo elusivo cuando se trata de este brebaje, y que viene en un envoltorio tan cuidado que el frasco puede ser a la decoración del siglo XXI lo que las botellas de Mateus Rosé –el mejor porta velas jamás inventado– a la de los ochenta. Es un poco como la carrera futbolística del inglés. Y como el inglés, es igual de bueno en lo que tiene que ser bueno –el whisky, solo; el futbolista, en el terreno de juego– como en todo lo que es accesorio.
“Lo siento, jamás llego tarde”, se ha disculpado el hombre que ganó una Champions en 1999 con el United en una de las más increíbles finales jamás disputadas. Pero los abucheos han seguido. A la tercera disculpa ha estado a punto de perder los nervios. ¿Hemos estado cerca de presenciar un nuevo giro dramático en su carrera, sustituyendo al hoy entrenador del Atlético de Madrid por un puñado de periodistas españoles airados? Sonríe, agita la cabeza y hace que no con el dedo. “Es que no me gusta llegar tarde. Les entiendo”, informa, ya a solas con ICON.
Si algo define a David Beckham es la conciencia. Es consciente de sí mismo y de todo lo que le rodea. Hasta el agua que sorbe durante la entrevista tiene un toque amarillento. Parece bautizada con el whisky que hoy promociona y de cuyo proceso de fabricación afirma conocer casi hasta el último detalle. Cuando se le pregunta sobre cómo se siente un exatleta al formar parte de una compañía que vende alcohol de alta graduación, arquea la ceja: “Cada decisión que tomo al meterme en un negocio debe ser correcta y auténtica. Claro que pasar de ser un deportista a ser parte de una marca de alcohol fue bastante complicado. Pero ya dejé de ser un atleta y pensé que era correcto meterme en esto”.
Es tal su corrección al responder que resultaría muy fácil que, en un momento de la conversación, esto se convirtiera en tema de la misma. El giro lo acepta y negocia con deportividad. “Siempre he controlado mucho mi imagen”, confiesa casi logrando que esto no suene a obviedad. “Soy una persona relajada. Controlo, pero jamás demasiado. Creo que es importante que la gente me vea natural. Eso ha sido siempre importante para mí. Por ejemplo, siempre me ha importado el estilo, pero jamás demasiado, ¿eh? No quiero pasarme. Para mí es importante ser yo mismo. Parece que hoy he hecho un gran esfuerzo por ir así de arreglado, pero juro que no ha sido así”.
Se queda en silencio. Consciente esta vez de que a su discurso le falta un algo. Piensa un segundo y lo encuentra. Tras definir su perfección, es necesario recordarnos que también es imperfecto. “Siempre miro las fotos del pasado. Desafortunadamente, hay miles de imágenes mías que veo hoy y digo: ‘¿Qué demonios pensaba?’. La moda cambia, los peinados cambian, y he lucido casi todos esos peinados que estuvieron de moda y ya no”, explica el hombre casado con la spice girl Victoria, con la que tiene cuatro hijos.
Hay miles de imágenes mías que veo hoy y digo: ‘¿En qué demonios pensaba?’. La moda cambia, los peinados cambian, y yo he lucido casi todos esos peinados que estuvieron de moda y ya no”
Beckham es perfecto. Este año ha sido considerado el hombre más sexy de 2015 por la revista People. Como jugador lo fue durante bastantes años, y cuando su pierna derecha dejó de servirle de arma letal, la sustituyó por esfuerzo. En el Madrid, el tipo mejor peinado del campo era también el tipo que más corría, el más solidario. En el Milan AC se tomó un respiro y en el París Saint-Germain sirvió de piedra de toque para comprobar si aquel equipo tenía futuro (hoy es uno de los que más dinero mueven en Europa). Luego se fue a EE UU y en seis años hizo más por popularizar el balompié que un Mundial.
Hoy es dueño de una franquicia en Miami y vive en Londres, desde donde puede decirle a cada país en el que ha jugado que añora algo de ellos sin que parezca que lo hace por cumplir. “Lo más duro de vivir lejos de casa ha sido las veces que no estaba con mi familia y, bueno, la cocina inglesa”. Pero, ¿de verdad le gusta a David Beckham el fútbol? Respira hondo. Debe estar pensando en Simeone y, afortunadamente, decide que le hemos cabreado, pero no tanto. “Claro”, responde estoico.
¿Qué le importaba más, jugar bien o ser el mejor?
Trabajar duro. Me lo pidió mi padre y así lo he hecho siempre.
¿Deja de ser complicado retirarse cuando uno sabe que le va a ir rematadamente bien en la vida haga lo que haga?
Fue muy complicado dejar de jugar, sobre todo después de 22 años de profesional. Pero era el momento. Tenía 38 años. Siempre estaré ligado a este deporte, ya sea como dueño de un equipo, o viendo jugar a mi hijo…
O marcando goles en un partido de padres contra alumnos. Eso es abusar. “Nadie es perfecto”, sentencia. Y sonríe.
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