El deseo
Es lógico que las CUP propongan a Romeva como presidente de la Generalitat
Es lógico que las CUP propongan a Romeva como presidente de la Generalitat. Yo mismo le votaría si no estuviese a punto de convertirme en independentista gallego. Después de su intervención del lunes, cuando dijo que si se hiciese un referéndum habría ganado el no a España, y por tanto hay que seguir como si la votación se hubiese producido, la legitimidad es de Romeva.
El soberanismo catalán, su mayoría de escaños y su minoría de votos, es una creación colectiva de hace tres años justificada por otra de hace trescientos. Tal intensidad ha exigido un esfuerzo del sistema límbico que se ha llevado no sólo la ley por delante, que a estas alturas es lo de menos, sino la realidad. Para activarse con tanta fuerza se necesita no que las cosas ocurran, sino imaginar que ocurren. No hay suficiente tiempo para adecuar el deseo al presente: la voluntad del pueblo imaginario corre a otra velocidad que la del pueblo real.
Por eso la declaración de Romeva tiene un valor doble, el que adquiere cualquier reacción que se adelante a la acción. Pone la consecuencia antes que el hecho, en lo que constituye el mayor mérito del proceso. De ahí se desprenden actuaciones insólitas como fabricar inmigrantes antes que importarlos en un sucedáneo de la famosa fábrica de independentistas: una industria de extranjeros. La mitad de Cataluña, concretamente: regularizada de forma automática en el momento de la independencia. Atrapada, como el inspector de Roger Rabbit, en un mundo animado cuya mayor justificación es que la dibujaron así. Una mecánica perversa según la cual en lugar de importar inmigrantes se manufacturan con enormes dosis de indulgencia, hablándoles como a niños cuyos padres cambian de país.
Es el acto final de la creación en su acepción religiosa, o sea sectaria: se incorpora una historia, una fe, un espíritu, un enemigo y un hombre nuevo. Se incorpora un sufrimiento y una opresión pedidas a domicilio, como las pizzas, y se genera un síndrome de abstinencia de la libertad entre quienes siempre la han tenido a mano al punto de poder destruirla cuando quisieron.
Sólo Romeva y seres como Romeva deben dirigir la acción. No la derecha corrupta y puritana, refundada por Saturno, que en lugar de devorar a sus hijos se los entregó uno a uno a la Udef bautizados con nombre de paraíso fiscal. Es la inocencia de un Romeva dispuesto a ejecutar en nombre del bien el deseo del pueblo según su intuición, sometida España a un pálpito que debe terminar la tarea de liquidación social de la población a la que se han dirigido siempre, que no es extremeña ni andaluza ni madrileña, sino catalana.
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