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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Errores preelectorales

Tanto el Gobierno como Pablo Iglesias se exceden con el general Rodríguez

Foto del general José Julio Rodríguez, exjefe del Estado Mayor de la Defensa y candidato de Podemos a las elecciones generales del 20 de diciembre.
Foto del general José Julio Rodríguez, exjefe del Estado Mayor de la Defensa y candidato de Podemos a las elecciones generales del 20 de diciembre.JUANJO MARTIN (EFE)

El Gobierno perdió ayer los papeles al forzar el retiro del general Julio Rodríguez, exjefe del Estado Mayor de la Defensa, cuando este militar ya había pedido su paso a esa situación. Reunir al Consejo de Ministros y solemnizar el anuncio durante la conferencia de prensa semanal en La Moncloa es una sobreactuación innecesaria, cuya desmesura contribuye a potenciar la campaña de Podemos bastante más que al desprestigio del flamante fichaje realizado por esta formación.

Las justificaciones escuchadas están fuera de lugar. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, habla de “pérdida de confianza” en el general y le atribuye falta de neutralidad al opinar sobre cuestiones políticas cuando aún era militar en la reserva. Mejor sería que Julio Rodríguez hubiera esperado a que se consumara el hecho administrativo de encontrarse fuera de las Fuerzas Armadas, pero no tiene sentido insinuar que al general de cuatro estrellas se le sanciona por similares razones a las que provocaron la destitución de altos cargos militares en el pasado. Si se refiere a las declaraciones dudosamente constitucionales de algunos responsables de la milicia, o a quien azuzó la intervención militar en supuestos reservados a la decisión del Gobierno, nada de cuanto ha comentado el general Rodríguez recuerda tales situaciones, ya sea sobre una solución política para Cataluña o respecto a la permanencia de España en la OTAN.

La equivocación del Gobierno sucede a otra cometida por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que habló del militar como de su futuro ministro de Defensa. Afortunadamente ya no vivimos en los años de zozobras golpistas, ni tampoco en otros que, sin ser tan peligrosos, registraban presiones de profesionales de la milicia a favor de la autonomía del poder militar. Los Gobiernos democráticos han sostenido que no se puede degradar a España a la condición de un sistema a medias entre los regímenes autoritarios y un Estado plenamente democrático, y las declaraciones de Pablo Iglesias inciden en un asunto que se creía normalizado: que el Ministerio de Defensa sea regido por un civil. Desde 1979 siempre ha sido así —el primer civil al frente de ese departamento fue Agustín Rodríguez Sahagún, nombrado por Adolfo Suárez— y no hay razón de peso para cambiarlo. Otra cosa es que Pablo Iglesias magnifique el fichaje del general para hacer olvidar tiempos en los que defendía su interés por sacar a España de la OTAN.

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Todo esto no implica dudar de la preparación técnica ni de la experiencia de Julio Rodríguez, como tampoco de sus propósitos en el hipotético caso de que llegara a encontrarse en condiciones legales de ocuparse de la cartera de Defensa. El paso a la política de este militar de talante liberal ha sido un aldabonazo en la campaña preelectoral y una muestra de habilidad táctica por parte de los dirigentes de Podemos. Sin duda es muy positivo enriquecer la política con buenos profesionales procedentes de diversos sectores, pero no es en absoluto necesario que un militar, en España, se convierta en ministro de Defensa de la noche a la mañana.

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