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Columna
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Qué pasará

En medio de esta deliberada confusión metafórica, una palabra fatídica revolotea como un cuervo sobre la aventura soberanista

Manuel Vicent

Una palabra fatídica, que nadie se atreve a pronunciar, sobrevuela el espacio de toda Cataluña. Hasta ahora el proceso independentista, de uno y otro lado, ha sido enmascarado bajo insinuantes circunloquios y metáforas. Choque de trenes, viaje a ninguna parte, rebelión programada, golpe de Estado, huida hacia adelante, fractura social, aplicación del artículo 155 de la Constitución, defensa de la unidad de España, desobediencia civil, acción judicial, reacción proporcionada, pacto nacional, motín al borde del abismo, desfile de la Guardia Civil por la Diagonal, supresión de la autonomía de Cataluña, lealtad democrática, se acabó la broma, desconexión con España, monopolio de la violencia en poder del Estado. ¿Qué pasará? En medio de esta deliberada confusión metafórica, una palabra fatídica revolotea como un cuervo sobre la aventura soberanista. Está en la mente de todos, pero nadie, ni el presidente del Gobierno, ni el político más rudo, ni el comentarista más exacerbado se atreven a pronunciarla abiertamente. Vamos, por Dios, España es un país europeo civilizado. Eso que usted piensa y no dice, aunque haya sucedido en otros países también muy civilizados, no, eso en Cataluña no va a pasar. No obstante puede que exista todavía ese catalán pactista, lleno de buen sentido, burgués, inteligente y educado que al oír durante la sobremesa al mediodía proclamar en el Parlament la República Catalana sea capaz de pronunciar la palabra fatídica, ¡Sarajevo!, y se le atragante la sopa de estrellitas que estaba tomando. En Sarajevo, después de haber realizado unas modélicas olimpiadas de invierno en 1984, ejemplo de convivencia feliz, como sucedió en Cataluña en 1992, vecinos serbiobosnios, que una semana antes se pedían el perejil o un poco de sal, sin saber la razón, comenzaron a sacarse unos a otros los ojos con un tenedor.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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