_
_
_
_
_
MIRADOR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Casting en La Moncloa

Rivera e Iglesias han adelantado a UPyD e IU en la agenda. Conocieron La Moncloa antes que el Parlamento

Manuel Jabois

Como en esas figuras de cartón en las que puedes poner la cara para ver qué tal te sienta el cuerpo de Mickey y subir la foto a Instagram, ayer Albert Rivera y Pablo Iglesias fueron a La Moncloa a ver qué tal les quedaba ser presidentes. El tour incluyó subir las escaleras hasta la puerta de palacio, sentarse en el silloncito blanco y salir a la rueda de prensa a hacer una declaración solemne.

Que Cataluña es una excepcionalidad lo prueba el hecho de que Rivera e Iglesias adelantasen a UPyD e IU en la agenda. Han conocido La Moncloa antes que el Parlamento; han ocupado el atril del Gobierno antes que su escaño de diputado, y lo han conseguido gracias al reconocimiento insólito de Rajoy a la nueva política por encima de la representada en el Parlamento.

El candidato de Ciudadanos suplantó a Rajoy de tal modo que parecía haber soltado a los decoradores por palacio; estaba más atento a las medidas del despacho que a lo que le decía el presidente. Rivera tiene el flow del asunto catalán y Rajoy pudo comprobarlo en directo. Si las elecciones catalanas supusieron un drama para el PP fue porque la iniciativa política se la ha robado C’s; al Gobierno le queda la más ingrata, que es la legal. Rivera puede hacer de jubilado en la obra: a Rajoy le toca saber cuándo sacar el hormigón. Al salir del despacho, Rivera puso mentalmente en la mesa una foto de su familia y acompañó a Rajoy a la puerta, empujándolo suavemente. Hubo que meterlo en el coche como metieron a Rato en el de la policía.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Iglesias prefirió dejar a Errejón haciendo turismo como un explorador y dedicó su reunión a pedirle el voto al presidente siguiendo la recomendación de Fraga (“Hay que ir puerta a puerta”). Su intervención la dedicó a darse un placer morboso: hacer el mitin inaugural de campaña en La Moncloa como cuando el joven Limonov hacía orgías en casa del señor. Frunció el ceño en gesto de latifundista ideológico y colocó un mensaje electoral para suplantar no al presidente, sino al jefe de la oposición. Lamentó el búnker, por ejemplo, desde la residencia de Rajoy. Resumió su postura sobre Cataluña cuando le preguntaron por el Tribunal Constitucional: Iglesias contestó que él no tiene nada en contra de los tribunales constitucionales, que tiene muchos amigos que lo son.

Se perdió la imagen de Rajoy despidiéndolos en la puerta con los regalos bajo el brazo y sonrisa de anfitriona desequilibrada de Wisteria Lane.

—¡Hay que ver lo que han crecido!

—No les ha dejado probar el plasma, señor.

—Poco a poco.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_