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CLAVES
Columna
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La cartera o la bandera

Grifols acaba de trasladar dos tercios de su actividad a Dublín, donde pagará el 12,5% por impuesto sobre sociedades, contra el 28% en España

Xavier Vidal-Folch

Grifols es una empresa estupenda. Tiene producto (plasma), tamaño (factura 3.355 millones), I+D (farmacológica), dimensión multinacional (compra rivales en EE UU) y agilidad financiera (primera beneficiaria del Plan Juncker de inversiones).

Pero acaba de trasladar dos tercios de su actividad a Dublín, donde pagará el 12,5% por impuesto sobre sociedades, contra el 28% en España. Su patriarca pasa por ser un patriota catalán, si bien íntimos suyos lo niegan. Pero lleva esa fama desde que en abril de 2014 le espetó a Artur Mas un “president, no te arrugues”, cuando inauguraba en Parets una instalación que ahora igual chapa.

Entre la cartera y la bandera, Grifols escoge la primera, con razón empresarial: pero Amancio Ortega ha hecho en Inditex el movimiento inverso (de Irlanda a España), y no parece irle tan mal. La patria, eso sí, queda fastidiada, si entendemos por patria los ingresos que irán a otra parte, los profesionales que no se formarán aquí, los proveedores que quién sabe.

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Eso no sería grave si los movimientos intraeuropeos fuesen bidireccionales. Pero para ello es clave ecualizar las condiciones, el entorno, la fiscalidad. Es urgente armonizar en la UE no solo la base del impuesto sobre sociedades (simplificar deducciones y desgravaciones), sino también los tipos (aún dejando un abanico restringido, para disponer de cierta competencia fiscal).

Eso no bastará. Hay que armonizar más, ir a una unión fiscal. Hay que apoyar a Bruselas cuando persigue a los Gobiernos de Holanda y Luxemburgo por sus acuerdos tributarios bajistas con la Fiat o la Starbucks, siguiendo la estrategia de la OCDE contra la erosión fiscal y el desvío de beneficios de las multinacionales.

Además, la fortuna (registrada) de los españoles en el exterior (Suiza, Luxemburgo, Andorra...) asciende a 90.976 millones. ¿Y la clandestina? Si la evasión acumulada se asemeja a la griega (estimada en el 300% del PIB), ascendería a ¡tres billones de euros! Si la armonización fiscal hubiese acompañado a la globalización financiera desde su culminación en 1990 —también contra los paraísos—, otro gallo nos cantaría: podríamos pagar nuestro Estado del bienestar, la factura fiscal sería más equitativa y nadie debería optar entre la cartera y la bandera.

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