Debate limpio
El programa que reunió a Pablo Iglesias y Albert Rivera ha quedado ya como canónico
Me he tenido que tragar mis palabras una vez más en mi vida. Y el invento de la televisión ha sido el culpable más de una vez. La última: la controversia pública entre Pablo Iglesias y Albert Rivera.
No hay misterio: a mí siempre me ha hecho desconfiar la televisión del debate político. Pero eso me parecía absurdo. Y mira por dónde, se me quitó la desconfianza del medio gracias a Jordi Évole, alguien del que no me gusta su estilo falsamente inocentón pero que es sagaz y realmente eficaz. En conclusión, el programa de debate entre los dos candidatos “renovadores” de la política ha quedado ya como canónico. Lo hizo de tal manera que tenía la credibilidad de algunos reportajes de periódico dominical.
Superado el trauma de tener que perdonar a los mass media más de masas siendo como soy un troglodita del papel, me tengo que tranquilizar y esperar que ahora, de aquí al 20 de diciembre, un montón de compañeros de profesión (el columnismo) se pongan a analizar la banalidad casi asegurada de los programas de debate político. Del que yo comento ahora se va a decir mucho, incluido yo, que sé cómo se hace para que algo salga de montaje muy apañado. Aunque mejor yo me excluyo porque me apetece que valga este ejemplo para decir que casi todo lo que hemos visto sobre ello era basura, y para profetizar que casi todo lo que se va a hacer será basura.
Voy a volver a mi clasicismo de papel. Pero de momento me quedo con una cosa, que el periodista arrancó una firme promesa a los dos contendientes: si gobiernan van a hacer que la Iglesia pague todos los impuestos que tiene que pagar.
Y no hay que dar ningún salto circense para descubrir que Cañizares tiene razones para sentirse acosado, al pie del pelotón de fusilamiento. Ya tiene al PSOE diciendo que perseguirán a la Iglesia con el atizador de Hacienda. Y ahora se han sumado, televisión mediante, Iglesias y Rivera a la cruzada. Esto sí que es algo serio que vale mucho más porque se ha dicho por la televisión. ¡Dios mío! Ya no hay que decir que se va a perseguir a la Iglesia para que los curas se inquieten. Este país se nos pierde otra vez.
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