Un proyecto de país
El PSOE desvela propuestas constructivas aunque faltas de concreción
Las cartas que ha empezado a enseñar el PSOE son todavía pocas para hacerse una idea cabal de lo que pretende el equipo de Pedro Sánchez. Sin embargo, hay que valorar la intención de ofrecer “un proyecto de país”, porque uno de los grandes problemas de España es la ausencia de una ambición nacional capaz de devolver la confianza perdida en las instituciones y en sus líderes.
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Esa ambición no puede ser la decisión unilateral de un solo partido, sobre todo en un aspecto como la reforma de la Constitución. Por eso es positivo que el PSOE haya confirmado tanto su voluntad de apartarse del inmovilismo del Partido Popular como de las voces que, desde Podemos, apuntan a un proceso constituyente que parta de cero. Los socialistas nos dejan con hambre de saber qué significa la reforma que proponen en relación con la brecha institucional abierta en Cataluña y en qué consiste la federalización de España, dos de los componentes capitales en la crisis política de este país.
Por el contrario, apuntan reformas muy precisas en la legislación de partidos políticos, tanto para hacer obligatorias las elecciones primarias como para regular por ley los debates electorales, convirtiéndolos en obligados y no dependientes de voluntades oportunistas. Asimismo proponen suprimir el absurdo veto a publicar sondeos cinco días antes de las citas electorales. Todo este paquete de reformas apunta en la necesaria dirección de un mejor funcionamiento de la vida política.
En cuanto al refuerzo de la laicidad del Estado, que es uno de los asuntos pendientes de la democracia, la dificultad para hacer creíbles las propuestas socialistas es el lastre de los tiempos en que fueron reiteradamente anunciadas y nunca ejecutadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Otras medidas resultan inciertas. Este partido se va a ver cuestionado por el anuncio de una derogación de la reforma laboral que fue matizado y rectificado. Así no se pueden hacer las cosas: o está claro lo que se quiere comunicar, o mejor no hacerlo. Amplio debate puede suscitar también el fuerte aumento de la inversión educativa, porque incluye la ampliación de la edad de escolarización obligatoria hasta los 18 años, que es un modo de intentar tanto una formación mejor de los jóvenes como de retirarles de un mercado laboral donde solo encuentran paro o precariedad. Pero esa propuesta —como la subida del salario mínimo— se dilata al espacio de dos legislaturas. Falta un aspecto tan decisivo como el programa económico y fiscal para valorar el conjunto de la oferta preelectoral.
Lo mejor de las propuestas socialistas es el alejamiento de todo ejercicio crispador y demagógico y la voluntad de instalarse en una lógica constructiva. Y lo peor, la falta de concreción de muchas de las propuestas. Ese defecto es extensible a otras formaciones políticas, pero el PSOE es un partido con experiencia y voluntad de Gobierno y que debe de imponer sobre sus rivales más bisoños precisamente el valor de su madurez. Poner las ideas programáticas a cala y a prueba del conjunto del partido permitirá medir su grado de cohesión en momentos en que la divergencia entre algunos de los dirigentes se ha cerrado de cara a la galería, pero persiste por debajo de la mesa.
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