Los objetivos de desarrollo no se cumplirán por arte de magia
Para ser alcanzados en el 2030, los ODS precisan de la puesta en marcha de una agenda transformativa en cada país y en los ámbitos regional y global
El viernes 25 de septiembre la Sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York verá congregados a numerosos líderes mundiales, incluido el Papa Francisco, durante el segmento de alto nivel de la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible que comenzó el lunes 21. Los Estados Miembros de la Organización de las Naciones Unidas acordaran una serie de objetivos y metas para alcanzar un desarrollo sostenible de aquí al 2030 (ODS), las cuales guiarán la agenda mundial de desarrollo y los marcos de cooperación internacional en su apoyo.
Esta jornada será la coronación de un largo proceso de consulta, debate y construcción de consensos conducido por los Estados Miembros de la Organización de las Naciones Unidas con el decidido apoyo del Secretariado del Sistema liderado por Ban-Ki Moon.
Es un hito importante que supone un acuerdo sobre lo que se aspira a alcanzar en distintos órdenes de la actividad económica, la vida social, los procesos políticos y las condiciones de vida de la humanidad. No es poco y debe ser alentado y apoyado. Es una construcción digna de encomio y muestra una voluntad universal de definir aquello a lo que aspira el gran colectivo de las naciones que constituyen el concierto mundial.
Sin embargo, no todo es color de rosa ni hay que echar las campanas al vuelo prematuramente. Esto un primer paso, no menor, pero solo un primer paso en una larga caminata que entraña no solo la definición de aspiraciones, sino sobre todo la formulación de agendas mundiales, regionales, nacionales y locales de transformaciones profundas que permitan la consecución de los objetivos y las metas acordados
Hay algunas diferencias con lo acontecido hace 15 años, cuando en la Cumbre del Milenio se aprobaron los hoy muy conocidos ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que habrían de ser alcanzados en el año 2015 y que no llegaron a cumplirse en todos los casos ni en todos los países ni entre todos los grupos de población, especialmente entre los más pobres y los más vulnerables.
La primera de ellas es que los ODM fueron definidos en petit comité por una cúpula de expertos vinculados a una iniciativa de algunos de los principales países que aportan ayuda al desarrollo y acabaron siendo aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas sin que hubiese existido un amplio consenso en su formulación, mientras que los ODS surgen de un largo proceso de consulta con gobiernos, expertos y actores no estatales. Estos últimos tienen mayor representatividad y hasta cierto punto legitimidad, pero carecen de especificidad estratégica y han terminado por ser demasiado abarcadores ya que todos los sectores quisieron salir en la foto.
La segunda es que los ODM fueron concebidos fundamentalmente como una agenda de desarrollo para los pobres mientras que los ODS han sido pergeñados como una agenda universal que abarca a todos los países y las poblaciones del Orbe. Esto tiene grandes implicaciones porque supone la construcción de una agenda mundial, y no solamente la elaboración de un marco que guie la cooperación al desarrollo,
La tercera es que el conjunto más amplio de los 17 ODS tiene menos capacidad movilizadora que la agenda más puntual que representaron los ODM hasta este año.
Pero más allá de las diferencias con su antecedente inmediato, es menester no olvidar que los ODS que serán aprobados el viernes 25 (algunos de los cuales son objetivos terminales y otros son procesos necesarios para alcanzarlos), no se verán cumplidos por arte de magia.
Para ser alcanzados en el 2030, todos y cada uno de ellos precisan de la puesta en marcha de lo que se ha dado en llamar una agenda transformativa a nivel de país y en los ámbitos regional y global que hasta ahora no ha sido mayormente discutida y para la cual no hay consenso alguno establecido. Aquí nos topamos con un gran desafío: ni el actual orden económico internacional, ni la dinámica demográfica y social, ni los procesos productivos, ni la situación del Estado de derecho, ni las condiciones materiales de grandes sectores de la población nos llevan de modo natural al logro de los ODS. Hay muchas piedras en el camino que hay que librar
Estamos ante un conjunto de aspiraciones que para ser cumplidas entrañan grandes cambios que suponen una economía política de la transformación: nuevos pactos sociales, replanteamiento de procesos productivos, ensanchamiento de las políticas sociales y de la protección social, respeto a los derechos humanos, reducción de los conflictos, construcción efectiva de la paz y reconversión de los procesos productivos, entre otras cosas.
Lo que los líderes aprobarán el viernes no contiene esta espinosa agenda, pero si se quiere llegar a buen puerto y cumplir en 2030 los compromisos universales de desarrollo sostenible acordados este debate resulta inaplazable además de imprescindible.
Hasta ahora no se ha discutido como se vigilará el cumplimiento los ODS y como se llamará a cuentas a aquellos países que no emprendan las acciones transformadoras
Por si fuera poco, habrá que acometer de igual manera la traducción de los ODS que se aprueben a las distintas situaciones nacionales, incorporándolos a las políticas, a los planes y a las estrategias nacionales de desarrollo, y esto no ocurrirá de la noche a la mañana. Supone una vez más darle atención a la economía política de las transformaciones que tienen que producirse al interior de cada país.
Queda además el tema de la rendición de cuentas. Hasta ahora no se ha discutido como se vigilará el cumplimiento de estos compromisos y como se llamará a cuentas a aquellos países que no emprendan las acciones transformadoras necesarias para caminar en la dirección acordada.
De fundamental relevancia resulta el discutir las implicaciones que tendrá todo esto para el funcionamiento y la dirección estratégica que deberá adoptar el Sistema de las Naciones Unidas a fin de que se reposicione y apoye de manera más efectiva a los Estados Miembros en la consecución de sus agenda transformadora para alcanzar los ODS en el 2030
El Consejo Económico y Social (Ecosoc) auspicio durante el primer semestre del 2015 un diálogo incluyente y transparente sobre el posicionamiento que a largo plazo debería adoptar el Sistema de las Naciones Unidas a la luz de la agenda de desarrollo post 2015.
Entre las principales conclusiones destaca la apreciación de que los cambios experimentados por el Sistema de las Naciones Unidas en las últimas décadas han tenido un carácter incremental y han sido pasos en la dirección correcta, pero hoy por hoy se requieren reformas más decisivas que propicien mayor coherencia y favorezcan una mayor integración
El Sistema de las Naciones Unidas necesita fortalecer su relevancia para los estados miembros al tiempo que mejore la efectividad y el impacto de sus actuaciones. Necesita volverse más coherente y eficiente, especialmente a nivel de país. Para ello tiene que repensar sus funciones y sus arreglos organizacionales; tiene que transformar sus capacidades para cumplir con sus nuevos mandatos; ha de introducir cambios en su gobernanza; deberá definir modalidades adecuadas para financiar el trabajo que debe desempeñar; requerirá mejorar su capacidad de forjar alianzas e involucrar actores múltiples; tendrá que ocuparse del fomento, desarrollo y algunas veces la gestión de bienes públicos globales que apuntalen la consecución de los ODS.
Finalmente, cabe destacar que una dimensión critica del reposicionamiento del Sistema de Naciones Unidas para dar respuesta a la agenda de desarrollo post 2015 es la economía política del cambio. Es improbable que esta transformación requerida se produzca por generación espontánea o solamente por la capacidad reflexiva y autocrítica del Secretariado. Tendrá que haber presión para cambiar y esto tendrá que venir de fuera. Solo el liderazgo, el apoyo y la determinación de los estados miembros permitirán la creación del espacio necesario para el cambio Los países habrán de comprometerse y conducir el proceso.
Daniel Lopez Acuna es experto independiente en salud pública, sistemas de salud, asistencia humanitaria y cooperación al desarrollo. Durante 20 años trabajo para el Sistema de las Naciones Unidas y desempeño altos cargos en la Organización Mundial de la Salud.
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