Mirando al 2030 desde el camino de los Objetivos del Milenio
América Latina y Caribe está en buen camino para alcanzar estos objetivos y muchos países los lograrán si continúa la tendencia actual. A pesar del enorme progreso, todavía hay desafíos
En un par de días se lanza en la Asamblea General de la ONU la futura agenda de desarrollo hasta el 2030. “Podemos ser la primera generación en acabar con la pobreza”, según el Secretario General, sobre la ambiciosa agenda de desarrollo post-2015, que incluye los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En esta, la comunidad internacional busca erradicar la pobreza extrema, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y al mismo tiempo proteger al planeta, poniendo soluciones al cambio climático.
¿Podremos ser la generación que acabe con la pobreza extrema y al mismo tiempo reduzca las desigualdades que históricamente azotan a nuestra América Latina y el Caribe? Ser parte de aquellos que ayudaron a lograr esto es un legado que nos gustaría dejar a nuestras hijas e hijos.
Las lecciones que el recorrido de los últimos quince años, avanzando en alcanzar los Objetivos del Milenio (ODM), son importantes para no partir en frio. Los ocho ODM fueron acordados por los Estados Miembros de la ONU tras la Cumbre del Milenio del año 2000, y revolucionaron la forma de enfrentar el desarrollo y cómo medirlo. Su fecha límite se cumple este año. Ya se ha comentado bastante respecto a los avances y retos que América Latina y el Caribe enfrenta de cara a la rendición de cuentas final de estos ocho objetivos, y por ende, su punto de partida respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero, más que el qué, es el cómo esto fue ocurriendo lo que entrega lecciones importantes para lo que va a ser la adopción de una agenda más ambiciosa y compleja, como es la agenda Post-2015.
A nivel agregado, la región ha logrado avances en la reducción de la pobreza extrema y la mortalidad infantil, la educación primaria, promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, y aumentar el acceso de la población a los servicios básicos de saneamiento y agua potable. La región en su conjunto está en buen camino para alcanzar estos objetivos y muchos países individuales los lograrán si continúan las tendencias actuales.
A pesar del enorme progreso observado, todavía hay muchos desafíos regionales. Las disparidades en el progreso en todas las regiones, sobre todo entre los países del Caribe y América Latina, se mantienen sobre todo en los objetivos relacionados con el hambre, la salud materna y el VIH-SIDA.
Si bien los países de la región desde un principio reportaron su progreso hacia los objetivos, en un comienzo veían los ODM como una agenda para los países menos desarrollados, y por ende que no era necesario incorporarla al diseño propio de políticas públicas. Sin embargo, nuestra región fue descubriendo el valor de los ODM a través de la necesidad de responder en forma coherente a una realidad de países con profundas desigualdades estructurales, bolsones de pobreza, y con problemas para entregar en el terreno servicios básicos y de calidad a todos, en particular a los más marginados.
Muchos países de la región utilizaron el marco de desarrollo de los ODM, usando metas cuantitativas y con un marco temporal fijo, usando el 2015 como referencia, pero con aspiraciones más ambiciosas que las establecidas globalmente. Por ejemplo, varios países de la región, en particular los del cono sur, se fijaron como meta el acceso universal a la educación secundaria, Belice se fijó el acceso universal al agua y saneamiento y Brasil se fijó como meta reducir la pobreza extrema a un 25% y erradicar el hambre.
Los países de la región veían, en un comienzo, los ODM como una agenda para los países menos desarrollados
Pero una lección importantísima es la voluntad política y la visión de largo plazo en la implementación de las políticas de desarrollo. En El Salvador, hacia mediados del 2006, el Gobierno, a través del Ministerio de Educación, veía con preocupación que un eventual cambio de administración podía llevar a un cambio radical en los programas claves del Ministerio, y perder el impulso para cumplir la visión de largo plazo que se tenía de donde debería estar El Salvador en 15 años. Junto a las agencias de la ONU en el país —incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)— trabajaron con Gobierno para dialogar con todos los actores involucrados, incluyendo a la oposición, y hacer de la visión de educación del Gobierno, una política de estado que fuese de todos. Para que esto pudiera ser realidad, el Gobierno realizó estudios con la UNESCO, que mostraban los recursos necesarios (tanto humanos, infraestructura y financieros) para poder implementar este plan, y como podía financiarse.
Como resultado, hubo un acuerdo nacional en torno a las prioridades de educación, y respecto a cuánto debería ser la inversión en educación, en qué áreas, y como financiarla. Al cambiar la administración, el eje de la política educativa continuó, en base a este acuerdo, que se transformó en política de estado.
La agenda de desarrollo Post-2015, que pronto será lanzada en Nueva York, tiene en su corazón los asuntos pendientes de los ODM, principalmente los de naturaleza social, a los que se suman las dimensiones ambientales y de prosperidad económica necesarias para lograr el desarrollo sostenible. Es por esto que la agenda es universal, y tiene obligaciones para todos. Tanto para países en desarrollo, como para desarrollados.
Esto nos retrae al ejemplo de El Salvador. Sin voluntad política de integrar la agenda de una forma tal que trascienda horizontes de corto plazo, buscando sin transar en el que se haga política pública apoyada en evidencia, involucrando a todos los actores necesarios, incluyendo la asistencia técnica del Sistema de Naciones Unidas, así como la cooperación Sur-Sur, triangular, es decir, donde participan países del Sur, facilitados o incluyendo cooperación de países del norte, y Norte-Sur ( y por qué no decirlo en este nuevo escenario de una agenda universal, cooperación Sur-Norte) no se podrá caminar hacia un desarrollo sostenible duradero.
Gonzalo Pizarro es especialista en política de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
Diana Costa es consultora en Desarrollo Sostenible del PNUD.
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