Acceso a la salud: que nadie quede atrás
Las mejoras globales no pueden ensombrecer que los más pobres entre los pobres siguen en una situación muy precaria. La equidad debe ser la base del desarrollo post-2015
“Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona.” Décadas antes de que fuesen siquiera concebidos, el poeta Nicanor Parra capturaba en este verso uno de los problemas esenciales de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM): en materia de indicadores, el diablo está en los detalles.
A pesar de que el balance es positivo a gran escala, cuando hacemos un análisis más matizado los resultados de los últimos 15 años esconden grandes diferencias en el acceso a la salud entre cada uno de los países y a su interior. Los progresos en la reducción de la mortalidad materna, aunque positivos a nivel global, no lo son tanto en el caso de África subsahariana. Además, el 20% de la ciudadanía más pobre, o la que proviene de ciertos grupos étnicos más desfavorecidos, continúa mostrando indicadores de acceso a la salud alarmantemente bajos. Si naces en el 20% de los hogares más pobres de la población africana, tus posibilidades de morir antes de cumplir los cinco años multiplican las de los más ricos.
Este tipo de brechas son las que los ODM no abordaron, y que los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) considerarán a partir de enero de 2016. Estos últimos recogen un objetivo específico sobre equidad con metas concretas para asegurar que las diferencias económicas tanto entre países como dentro de ellos se reducen. Pero la diferencia de recursos es sólo una parte del problema: la inequidad y las desigualdades entre diferentes grupos de población han de ser tenidas en cuenta a la hora de implementar todos y cada uno de los 17 objetivos con los que cuenta esta nueva agenda, no sólo uno de ellos.
En el caso de la salud, que es el objetivo número tres, desde ISGlobal estamos convencidos de que la única forma de asegurar que no dejamos a nadie por el camino y que avanzamos hacia una verdadera cobertura universal de la salud, es garantizar que desde el día uno empezamos a trabajar en la implementación de los ODS con equidad. Eso quiere decir que definimos objetivos específicos por país que aseguren que los percentiles más bajos de la población, aquellos más desfavorecidos, no se queden atrás, y que por tanto el foco de las políticas públicas se pone también en ellos.
La India, por ejemplo, es uno de los países donde las desigualdades socioeconómicas se hacen más visibles. Decenas de millones de obesos conviven en una sociedad en la que cuatro de cada diez niños padecen desnutrición, con el problema añadido de que ambos grupos ofrecen necesidades sanitarias radicalmente opuestas que precisarán de políticas adaptadas.
En Estados Unidos, la posibilidad de muerte de un bebé de madre afroamericana es entre 1,5 y 3 veces más alta que la de otras razas o etnias. Y el resto de países de la OCDE, el club de los países ricos, tiene crecientes bolas de exclusión y vulnerabilidad que han puesto en peligro la universalidad del sistema de salud como se entendía hasta hora. Por ello es una suerte que los ODS, a diferencia de sus predecesores, no vayan únicamente destinados a África, Asia o a países latinoamericanos, sino que sean de aplicación universal. España, Reino Unido o el mismo Estados Unidos deberán, a la vez que los países de sur, dar explicaciones ante sus colegas en Naciones Unidas sobre sus progresos. De ahí la importancia de que cada país, de acuerdo a su nivel de desarrollo y desigualdad, deba fijarse metas concretas con indicadores específicos, más allá de las acordadas a nivel global.
La única forma de asegurar que no dejamos a nadie por el camino es garantizar que implementamos los ODS con equidad
Para ello, va a ser necesario vencer uno de los primeros obstáculos, y a la vez uno de los más importantes, que es la ausencia de datos que visibilicen las desigualdades. En muchos casos no existe información que permita, no ya corregir, sino identificar las condiciones reales en las que se encuentran ciertos subgrupos sociales. Corregir o recopilar esa información quizás deba ser una de las primeras metas a alcanzar.
Lo que es seguro es que el acceso universal a la salud es inviable sin medir la equidad. Sólo una vez que tengamos los datos sobre la mesa, países receptores y donantes podrán decidir cuáles son las mejores políticas para asegurar que realmente se avanza hacia una verdadera agenda sostenible que no deje a nadie por el camino. Para facilitar este proceso y asegurar que empezamos a trabajar en una implementación de los ODS que tenga en cuenta la equidad en salud, ISGlobal organizará el 13 y 14 de octubre el seminario Cuidado con la brecha, que contará con la participación de diversos expertos internacionales. En él se analizarán los resultados de la cumbre de Nueva York y se definirán los pasos más urgentes que donantes y países receptores deben empezar a dar cuanto antes.
Estos nuevos objetivos son más garantistas que los del Milenio, que eran más finalistas. Sitúan la agenda política en un marco que, como su propio nombre indica, es más sostenible, y en el que un mayor número de derechos y necesidades están protegidos. A grandes rasgos los ODM cumplieron con su propósito, que fue cambiar el foco de la comunidad internacional. Por tanto, con ese objetivo conseguido, el reto de los ODS es otro: asegurar que nadie se queda rezagado.
Elena Villanueva es Coordinadora de Análisis y Desarrollo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
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