Chikunguña, un virus que se globaliza
Esperemos que, como también ocurrió con el ébola, la atención mediática sirva para poner en marcha mecanismos que hagan posible una respuesta científica adecuada
La crisis del ébola y el primer caso de transmisión en España hicieron que la sociedad comprendiese la evidencia del golpe. Ahora, un año después, otro virus de nombre exótico lo reitera: las enfermedades ignoran en qué lugares del mapa hemos tenido a bien colocar nuestras fronteras. La globalización y el consiguiente aumento de la movilidad les dan pasaporte y la capacidad de saltar océanos. El chikunguña es un buen ejemplo de ello.
El primer caso de chikunguña autóctono en España se dio en Gandía en el mes de julio. Sin embargo, no ha ocupado portadas y minutos de televisión hasta que el pasado lunes el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) publicó un informe de evaluación de riesgos que, entre otros detalles, observa que lo sucedido estaba dentro de lo previsible. Era una de las posibles consecuencias de la presencia creciente en la región mediterránea del mosquito tigre, un sospechoso habitual con capacidad para transmitir no solo el chikunguña, sino también el dengue o la fiebre amarilla.
A estas alturas, el chikunguña ha dado sobradas muestras de su afición a viajar: descrito por primera vez en Tanzania en 1952, en los últimos diez años ha provocado al menos 1,9 millones de casos en la India, en el sudeste asiático y en las islas del Océano Índico. En 2007, además, dio lugar a lo que hasta entonces era algo insólito: un brote en Italia que se saldó con 197 casos. Pero fue en 2013 cuando dio el gran salto transoceánico: a lomos del mosquito transmisor del dengue, primo hermano del mosquito tigre, el virus desembarcó en el Caribe y desde allí se lanzó vertiginosamente a la conquista de América, donde ya ha causado la friolera de más de millón y medio de casos sospechosos.
De manera que antes de dejarse caer por Gandía, este virus viajero ya había extendido su presencia a más de 60 países, haciendo diabluras en lugares tan recónditos como las Islas Cook, las Islas Marshall o la Polinesia francesa y provocando dos pequeños brotes en Francia en 2013 y 2014.
Casos en el Hospital Clínic de Barcelona
Hasta el mes de mayo de 2014, en la consulta de Medicina Tropical del Hospital Clínic de Barcelona se diagnosticaban casos de chikunguña de forma esporádica. Desde ese momento y en paralelo a la expansión del brote en América Latina, el goteo de pacientes diagnosticados iría en progresión, hasta convertirse una de las tres enfermedades vectoriales más frecuentemente diagnosticadas, por detrás de la malaria y junto con el dengue.
Aun así, el número de casos —más de 30 en lo que va de año, todos ellos importados— es más representativo de lo que está ocurriendo en América Latina que preocupante a nivel local. Los pacientes que son visitados por chikunguña suelen ser viajeros españoles o los llamados VFR (Visiting Friends and Relatives), es decir, una persona originaria de Latinoamérica, pero afincada en Cataluña desde hace años y que aprovecha las vacaciones para ir de visita a su país. Puesto que conocen el terreno, el nivel de confianza de estos viajeros acostumbra a ser mayor que el de los turistas y eso hace que a menudo tomen menos precauciones. Se da la circunstancia de que por su situación laboral muchas de estas personas no pueden permitirse una baja prolongada, por lo que la superación de la enfermedad puede suponer un esfuerzo todavía mayor.
Ates de dejarse caer por Gandía, este virus viajero ya había extendido su presencia a más de 60 países
Al tratarse de casos importados, algunos de los que llegan a la consulta ya han superado el cuadro de fiebre y el período de 5-6 días en los que el virus mantiene la presencia en sangre y existe riesgo de contagio. Eso hace que, en definitiva, el riesgo de transmisión en España sea relativamente bajo.
Interrogantes para la investigación
Hasta la fecha, no existe tratamiento específico para el virus, y la enfermedad se maneja con tratamiento antiinflamatorio. Curiosamente, se ha observado que algunos pacientes responden de manera excelente a los antiinflamatorios, mientras que en otros casos es necesario recurrir a la administración de medicamentos más potentes, como la cortisona, para tratar de mitigar los dolores articulares. El motivo de respuestas tan dispares es una de las numerosas preguntas alrededor de este patógeno que, por ahora, permanecen sin respuesta. Sabemos que las personas que superan la enfermedad desarrollan inmunidad contra ella y también que hay casos en los que, pese a haber contraído el virus, el paciente no llega a desarrollar los síntomas. Por desgracia, siguen siendo más los interrogantes que las evidencias y seguimos sin disponer de tratamiento, vacuna o profilaxis para hacerle frente.
De la misma manera que ocurrió en su día con el ébola, el salto a los titulares ha servido para poner en relieve la necesidad de investigación en torno a esta enfermedad olvidada y para muchos desconocida hasta esta semana. Esperemos que, como también ocurrió con el ébola, la atención mediática sirva para poner en marcha mecanismos que hagan posible una respuesta científica adecuada.
El Dr. Jose Muñoz es especialista en Medicina Tropical en el Hospital Clínic de Barcelona e investigador en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Pau Rubio es responsable de Comunicación online de ISGlobal.
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