¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
'Hackers' ilustrados en la tarea de robar en la Red han revelado la identidad de quienes usan los servicios de Ashley Madison
La pregunta que se hacía Nicholas Carr en su libro ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011) sirve para atender con perplejidad a lo que es capaz de llegar la Red para contestarle al estudioso norteamericano. Carr estuvo enganchado a este vehículo veloz, y cuando sintió el agobio de su descontrol se retiró a las Montañas Rocosas a hacerse precisamente esa pregunta: ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes? El resultado fue ese ensayo, que desde entonces acompaña cada una de las hazañas, buenas y malas, del genial hallazgo. Ahora se ha conocido un nuevo episodio de las ocurrencias, y de los negocios, nacidos merced al enorme influjo de este poderoso invento global que tiene los tentáculos de un pulpo. Ese negocio se llama Ashley Madison, es una página web que expone los deseos sexuales privados y asiste a 37 millones de individuos en todo el mundo, expuestos a que todo lo que es humano no sea ajeno.
En realidad, el origen de este inmenso negocio es tan viejo como la humanidad, ha servido como sustento de grandes obras de arte y de infumables alimentos del cotilleo: la infidelidad. Ashley Madison facilita los contactos de individuos que en cualquier vecindad, y también en la vecindad global, quieren procurarse aventuras sexuales fuera de sus parejas constituidas. Ese ejercicio de la libertad de los ciudadanos es, decíamos, viejo como el mundo, y en cada época ha tenido sus premios y sus castigos. Y ha sido elemento de chantaje. Lo que ha hecho Internet con eso que habita desde siempre en la mente de los seres humanos es darle cobijo, para procurar regocijos privados que sus usuarios imaginaban que quedaban en su propio ámbito.
Pero algo que la Red ha hecho con nuestras mentes (y con lo que hacen por escrito o hablando nuestras mentes) es ponerlo todo a disposición de ese enorme alfabeto de curiosos que está deseando que el otro desbarre para reírle su manera de caer sobre la cáscara de plátano. Y ahora unos hackers ilustrados en la tarea de robar en Internet han intervenido en esa web y han revelado la identidad de los que usan en todo el mundo los servicios de Ashley Madison.
La vergüenza y el arrepentimiento han dado paso a escenas de pánico e incluso a suicidios, que la policía investiga (por ejemplo, en Canadá). En la esencia de ese robo está el deseo, igual de viejo que el mundo también, de robar a los que están siendo amenazados con la revelación de esas cuentas. En aquel libro dice Nicholas Carr que un día el mundo será una enorme cháchara banal: una parte de la humanidad temiendo que la otra parte se entere de lo que uno está haciendo con su vida privada. Cantaba José Alfredo Jiménez que la vida no vale nada. Para estos ladrones, y para esa web, la vida (privada) sí que es un suculento negocio que Internet convierte en un espectáculo y lo pone a disposición de los que disfrutan de su deseo y también de quienes lo espían.
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