Las vacaciones más aburridas de Obama
El presidente se marca una rutina de golf y familia en sus 15 días de descanso en el destino de siempre
Barack Obama lleva disfrutada una semana de los 15 días de vacaciones de verano que se ha permitido este año, pero el tedio de los poolers, el grupo reducido de periodistas que sigue a todas partes al presidente de Estados Unidos para relatar sus actividades oficiales y las no oficiales, ya es notable. Y es que la receta del mandatario para este descanso estival es tan sencilla como repetitiva: golf, golf y más golf —es capaz de pasarse horas en el campo local junto a un puñado de amigos— y alguna que otra salida en familia para ir a cenar o para dar un paseo, como mucho.
Las pocas imágenes que han trascendido de su descanso son sobre el césped. El lunes sus compañeros de golf fueron el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, y el financiero Glenn Hutchins; y el miércoles se le sumaron el jugador retirado de la NBA Cyrus Walker y el agente de estrellas de la liga de baloncesto estadounidense Ray Allen.
Una rutina que el presidente ha mantenido, por el momento, de forma estricta. Por no variar, Obama ni siquiera ha cambiado este año su destino vacacional: una lujosa residencia bien resguardada de curiosos en Martha’s Vineyard, la no menos exclusiva isla en la costa este norteamericana donde ha pasado la mayor parte de los recesos estivales de sus dos mandatos presidenciales.
Salvo su familia, amigos, por supuesto sus compañeros de golf y algún que otro vecino, pocos alcanzan a ver estos días al hombre más poderoso del mundo, que nada más abordar el avión que el viernes lo alejó de Casa Blanca se despojó de cualquier vestimenta que recuerde a la burocracia que se respira en Washington.
Muestra de que Obama va en serio en lo que se refiere a desconectar —todo lo que puede un presidente, y más uno de la que se precia de ser la potencia mundial— es que se ha dejado algunos de sus asesores en casa. Es el caso de Ben Rhodes, uno de sus hombres clave en materia de seguridad, a quien estos días se ha visto paseando tranquilamente por Washington aunque alejado también, eso sí, de la Casa Blanca.
Prueba de que Obama no se puede permitir bajar la guardia, y que no va a desconectar tanto como parece, es el hecho de que aparte de su esposa Michelle y sus hijas Sasha y Malia —esta última llegó más tarde a la isla— el presidente comparte vacaciones con dos de sus asesoras más próximas: Susan Rice y Valerie Jarrett. Aunque también son amigas personales del demócrata.
Los que no descansan de él son los medios de comunicación de Estados Unidos. Antes de partir de vacaciones, Obama grabó varias entrevistas que los medios han ido publicando estos días. En ellas insiste, sobre todo, en la necesidad de que el Congreso de EE UU apruebe en septiembre, después de sus vacaciones, el acuerdo nuclear con Irán alcanzado en julio tras duras negociaciones en las que su Gobierno se juega buena parte de su capital político. Su portavoz de prensa, Josh Earnest, había dicho poco antes del inicio del descanso veraniego presidencial que “dudaba” de que Obama fuera a hacer mucho más durante estos días de asueto para defender el acuerdo pese a su relevancia. Pero el revés que le proporcionó justo antes de su marcha a Martha’s Vineyard el rechazo al acuerdo de un senador demócrata clave en el Capitolio, el neoyorquino Chuck Schumer, podría obligar a Obama a dejar de lado un rato sus rutinarios placeres estivales para, cuanto menos, hacer algunas llamadas a los legisladores que necesita para que no fracase el plan iraní y, con él, su credibilidad.
Es muy probable, además, que Obama se tope en algún momento en Martha’s Vineyard con una de las principales aspirantes a sucederle en la Casa Blanca, la demócrata Hillary Clinton. La exsecretaria de Estado es otra asidua a la lujosa isla, en una muestra de que, al fin y al cabo, esta no es tan aburrida como quizás hubiera deseado el mandatario.
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