El niño del terremoto
Cada niño y cada madre se merecen tener lo más básico: atención médica, agua potable y un lugar seguro al que llamar hogar
Tras el primero de los dos fuertes terremotos que golpearon Nepal hace tres meses, miles de mujeres embarazadas y bebés recién nacidos se encontraron con que no tenían ningún lugar al que ir. Sin hogar, y con las instalaciones sanitarias de sus pueblos destruidas, sus vidas estaban en riesgo.
A principios de mayo, en un pequeño edificio situado en los terrenos que hay detrás del hospital Trishuli, en el distrito de Nuwakot, conocí a Patali. Estaba sentada en una cama acunando a su primer hijo. Solo tenía tres horas y estaba mamando tranquila y alegremente. Junto a Patali había dos mujeres sentadas en el suelo. Una de ellas, en avanzado estado de gestación, se balanceaba de un lado a otro; estaba de parto. Un médico con larga bata blanca se inclinaba hacia otra paciente en la habitación contigua.
Aunque su casa fue destruida en el primer terremoto y no tenían dónde ir, el marido de Patali estaba en el umbral de la puerta sonriendo orgulloso.
Justo enfrente hay un complejo rectangular de habitaciones de hospital, alrededor de un patio. Aquí debería haber sido tratada Patali, de 26 años. Me dirigí hacia el edificio con el ginecólogo del hospital, el doctor Dahal, y descubrí que era como si solo quedara la cáscara. A través de la puerta bloqueada, la escena que vi me recordó a una película de catástrofes: trozos de techo caídos sobre las camas, el instrumental para partos roto, cuadernos y camillas abandonados por todas partes.
El doctor Dahal me llevó a una habitación en una esquina, abriéndonos camino entre los escombros. Cables y trozos de madera colgaban a través de la puerta como una tela de araña. En la pared se abrían los agujeros de los que cayeron lo que ahora son pilas de escombros. Esto, me contó, era la sala de partos. Cuando se produjo el terremoto él estaba dando la bienvenida al mundo a un bebé. De repente, las puertas empezaron a temblar y el techo a caer. Un momento horrible para todos los que estaban ahí. El equipo evacuó a la mujer, salvando su vida y la de su bebé. El personal del hospital le llamó el niño del terremoto.
En las áreas de Nepal más afectadas por los terremotos, como esta, al menos el 70% de las instalaciones de maternidad quedaron dañadas o destruidas, y eso dejó a miles de mujeres sin los servicios que necesitan para garantizar partos seguros. Unicef estima que tras los terremotos, 12 bebés nacen cada hora en estos distritos sin atención médica. Ya antes de los seísmos 38 recién nacidos morían cada día en Nepal, la mayoría por causas prevenibles. Una mujer moría cada ocho horas debido a complicaciones durante el parto.
En los tres meses que han pasado desde el primero de los dos terremotos que han devastado el país, los servicios de maternidad han constituido una prioridad en las operaciones de emergencia de Unicef. En este tiempo se han instalado en el hospital de Trishuli tiendas de campaña para tratar a los pacientes bajo techo, protegidos del sol y la lluvia. Se han restablecido las clínicas de maternidad en más de 150 centros sanitarios y se han instalado 22 hogares refugios en 11 distritos afectados para miles de mujeres embarazadas o madres recientes que no tenían dónde ir.
Patali fue afortunada, porque pudo dar a luz en un hospital. Pero la temporada del monzón ya está aquí, y nuestros equipos se mantienen en alerta. El riesgo podría aumentar para los recién nacidos debido a las inundaciones, los corrimientos de tierra y el riesgo de enfermedades. Cada niño y cada madre se merecen tener, al menos, lo más básico: atención médica, agua potable y un lugar seguro al que llamar hogar.
Rose Foley es miembro del equipo de Unicef en Nepal.
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