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Nepal: la importancia de la educación en emergencias

En momentos críticos, la enseñanza proporciona protección física y psicosocial y espacios seguros para la infancia, especialmente para las niñas

Niños y niñas en un espacio amigo de la infancia del distrito de Dolakha, Nepal.
Niños y niñas en un espacio amigo de la infancia del distrito de Dolakha, Nepal.Pieter Ten Hoopen (Plan International)

Una mañana soleada salimos de Katmandú para viajar a Makwanpur, donde esperaba reunirme con los niños, niñas, jóvenes, colaboradores y oficiales locales con los que Plan Internacional está trabajando para ayudar a reconstruir sus vidas tras los terremotos que golpearon el país en mayo.

Makwanpur sufrió el impacto en menor escala que otros distritos, pero sus necesidades más básicas siguen sin estar cubiertas. La necesidad de un refugio adecuado sigue siendo la principal prioridad, especialmente ante la llegada del monzón, y hay casos crecientes de tráfico y trabajo infantil, problemas que ya existían previamente.

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Mientras caminábamos hacia el edificio del Comité de Desarrollo del pueblo de Phakhel, comenzamos a hablar sobre educación, una preocupación importante para los niños y niñas de Makwanpur y de todo el país. Con más de 53.000 aulas destruidas o dañadas, una evaluación reciente del Gobierno sobre las necesidades tras el desastre sitúa a la educación como el segundo sector con mayores necesidades, solo por detrás de los hogares. Cuando las escuelas reabrieron en mayo, cerca de un millón de niños y niñas nepalíes no pudieron volver al colegio.

Los que sí pudieron regresar al colegio han tenido que afrontar retos adicionales. Infinidad de niños y niñas ha perdido sus libros y material de estudio en los terremotos. Habiendose ausentado de clase durante meses, y con la dificultad que muchos han tenido para estudiar durante este periodo, hay gran preocupación sobre los inminentes exámenes.

Aun así, los miembros del comité del pueblo con los que hablamos se sienten optimistas, orgullosos de señalar que antes de que se produjeran los terremotos todos los niños y niñas estaban en el colegio. Está claro que volver al colegio ha supuesto un gran cambio para ellos. “Cuando están en clase, se encuentran a salvo. Pero durante la noche es cuando todavía tienen miedo”, me dijo un miembro del comité.

En momentos de emergencia, la educación proporciona protección física y psicosocial y espacios seguros para la infancia, especialmente para las niñas. Ofrece una rutina y supone el comienzo del regreso a la normalidad. Puede salvar vidas. Por estas razones Plan Internacional considera que la educación es una prioridad en las situaciones de emergencia.

La educación es el segundo sector con mayores necesidades, solo por detrás de los hogares

Y, no obstante, la educación es una de las primeras víctimas en las crisis, ya sean económicas, sanitarias o guerras, como la crisis del ébola o los conflictos de Siria y Nigeria. En términos globales, unos 37 millones de niños y niñas en todo el mundo tienen que abandonar el colegio debido a estas crisis.

En África Occidental, 8,5 millones de niños y niñas se vieron afectados por las consecuencias de la crisis del ébola y no pudieron ir a clase durante más de siete meses. En Sudán del Sur, 9.000 niños han sido obligados a alistarse en las fuerzas armadas y, por lo tanto, forzados a abandonar su educación y su infancia.

Estos datos son solo algunos ejemplos de las devastadoras consecuencias de las crisis. Sin embargo, las dificultades aumentan solo por ser niña. Alrededor de 63,1 millones de niñas en todo el mundo no pueden ir al colegio o al instituto.

Más tarde ese día, visitamos un centro de aprendizaje temporal en Bajrabarahi, uno de los 25 establecidos en Makwanpur. Son momentos como este los que arrojan luz sobre la importancia de la educación en la recuperación y el fortalecimiento de la resiliencia. Según entramos en la clase, hecha de bambú y láminas de hierro, nos topamos con un coro estruendoso.

“¡Namaste!”, gritan los niños y niñas, con una gran sonrisa en su cara.

Todos se han instalado rápidamente. El centro de aprendizaje temporal, uno de los 47 construidos entre Plan Internacional y la comunidad local nepalí, estaba vivo y lleno de actividad. Mientras observaba prometedores trabajos hechos a mano y ojeaba un libro de ciencias sociales, no podía evitar sentirme contrariado.

Me alegraba ver a los niños y niñas de vuelta en las aulas, pero me preocupaban los retos a largo plazo. ¿Cuánto tiempo llevará reconstruir su escuela primaria? ¿Cómo resistirá este centro las lluvias del monzón?

Unos 37 millones de niños y niñas en todo el mundo tienen que abandonar el colegio por las crisis humanitarias

¿Y qué será de los niños y niñas que todavía no han podido volver al colegio? Hay un riesgo real de que muchos de ellos tengan que abandonar su educación (puede que de forma permanente) para acabar trabajando o casados de forma prematura, o incluso siendo traficados o explotados. Los riesgos para las niñas son particularmente preocupantes, y los índices de su regreso a la escuela deberían ser estudiados.

Aquí está el principal reto. Y todo este trabajo costará dinero. Los compromisos hechos en la reciente conferencia de donantes de Katmandú deberían ayudar a diseñar un fondo de ayuda a la educación. Y debería marcarse como una prioridad urgente.

La educación en emergencias está insuficientemente financiada. El llamamiento de urgencia de Naciones Unidas para educación en Nepal sólo ha recibido la mitad de su objetivo de financiación, lo mínimo para un sector que en 2014 sólo recibió el 1% de toda la financiación humanitaria. Esta situación requiere un cambio.

Por esto, Plan Internacional se ha unido a A World at School y otros socios para hacer un llamamiento internacional para crear un fondo urgente destinado a proporcionar educación para los niños y niñas afectados por emergencias como las guerras y los desastres naturales.

La Cumbre de Educación para el Desarrollo que se celebra ahora en Oslo busca poner sobre la mesa la necesidad de actuar cuánto antes para evitar el aumento del número de niños que no tienen acceso a la educación, una cifra que llega ya a los 58 millones. Su éxito dependerá de que los líderes mundiales cojan la sartén por el mango y se comprometan a crear un Fondo Humanitario Global para la Educación en Emergencias. Ese paso marcará la gran diferencia para los niños y niñas que ven sus vidas rotas por los desastres.

Anthony Davis es consejero de Políticas de Derechos de la Infancia de Plan Internacional.

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