La oportunidad de volver a ser niños en Nepal
Cada día, mis compañeros y yo conocemos a niños que tienen un miedo profundo: unos sufren pesadillas, otros están muy enfadados por las decenas de réplicas del terremoto
Neisha, de cuatro años, destaca en la fila. En la larga cola de niños pequeños y padres que esperan las vacunaciones de emergencia en un campamento informal de Bungamati, en el valle de Katmandú, Neisha es la más estoica. Su madre le ha llevado al puesto de salud por miedo a un brote de sarampión a consecuencia del terremoto. Se abraza fuerte a ella y aguanta el pinchazo con poco más que un quejido. Unos segundos después, ya está sonriendo.
Pronto averiguo que hace poco más de una semana Neisha estaba en casa con su madre y otros parientes cuando se produjo el terremoto. Toda la estructura de la casa colapsó con ellos dentro. Les rescató el padre de Neisha, que se hizo una herida en la cabeza al sacarles.
Bajando la colina desde el puesto de salud, me paro frente a lo que era su casa con Neisha e Indu, su madre. Su vida es ahora un montón de piedras, mezcladas con restos de lo que una vez fue. Se ven trozos de ropa, algún utensilio de cocina. La familia escapó, sencillamente, con lo que llevaban puesto.
Los hombres trepan la montaña de escombros, atando cuerdas y asegurando el tejado, que se inclina peligrosa y precariamente sobre sus cabezas. El polvo se me mete en la boca. Neisha da un paso atrás para mirar y se agarra a la mano de su madre.
En estas condiciones, los brotes de enfermedades son un gran riesgo
La familia vive ahora en un campamento en los terrenos de una granja de pollos. Veo a una treintena de personas hacinadas en una pequeña choza, revestida parcialmente por una lona, con enormes agujeros en las paredes. No pueden protegerse del sol ni de la lluvia. En estas condiciones de masificación, los brotes de enfermedades son un gran riesgo. Esta familia no tiene ni idea de cuándo podrán encontrar una nueva casa. La pequeña Neisha me dice que tiene demasiado miedo como para dormir dentro de una casa otra vez.
Tristemente, la pequeña es solo una de los cientos de miles de niños afectados por el terremoto en Nepal. De hecho, 1,7 millones necesitan ayuda humanitaria urgente en las zonas más devastadas.
Les estamos llevando ayuda lo más rápido que podemos, porque sabemos que tenemos poco tiempo para que estén seguros antes de que vengan las lluvias. El monzón está a la vuelta de la esquina y los niños necesitan refugio, agua potable y saneamiento.
Desde Unicef estamos distribuyendo agua potable, pastillas para potabilizar el agua, tiendas de campaña, mantas, kits de higiene... Pero según pasa el tiempo, soy más consciente de las consecuencias del terremoto en el bienestar emocional de los niños a largo plazo. Cada día, mis compañeros y yo conocemos a críos que tienen un miedo profundo: unos sufren pesadillas, otros están muy enfadados por las decenas de réplicas del terremoto. Por eso, estamos estableciendo espacios amigos de la infancia en los campamentos informales para que tengan un lugar seguro al que ir, en el que jugar y recibir apoyo psicológico, en el que tengan la oportunidad de ser niños otra vez.
La dimensión de esta crisis para los niños es enorme, y crece cada día. Necesitamos urgentemente apoyo para llegar a cada pequeño en riesgo.
Rose Foley trabaja con UNICEF en Nepal.
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