Un único examen para una lengua diversa
El Siele es un enorme paso adelante para certificar el dominio del español
"Y estaba reflaco, como trasijado”, escribió Juan Rulfo para describir a un hombre. “Todavía ayer se comió un pedazo de animal que se había muerto del relámpago. Parte amaneció comida seguro por las hormigas arrieras y la parte que quedó él la tatemó en las brasas que yo prendía para calentarme las tortillas y le dio fin. Ruñó los huesos hasta dejarlos pelones”. Juan Carlos Onetti apuntó de pasada en uno de sus relatos: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes vacíos que tomarán la forma del sentimiento que los llene”. Y Ferlosio, en (Paisaje con Demetria) ese pecio que surgió compartido con su mujer, dice: “Por el lomo de la alta pared del huerto coronada con cascotes venía andando esta tarde un gatito, sin cortarse”.
Esa lengua está hecha para todo. Igual te describe a un tipo que está muerto de hambre que te altera el concepto de las cosas, o tiene la rara habilidad de atrapar el prodigio de un instante. Puede resumir los misterios más grandes —“la muerte es un hábito colectivo” (Nicanor Parra)— o hacer consideraciones sobre las más longevas instituciones: “Las ideas que Cristo nos legó son tan buenas que hubo necesidad de crear toda la organización de la Iglesia para combatirlas” (Augusto Monterroso).
Esa lengua la hablan por el mundo unos 550 millones de personas. Existen además 22 Academias que, desde lugares muy distintos, contribuyen a cuidarla: se afanan por dar cuenta de los significados de cada una de sus palabras, establecen normas para que se hable con corrección, se ocupan de su gramática; vaya, la cuidan, la estudian, la explican. Y hay también millones de personas que quieren aprenderla, y están por todas partes, con lo que existe ahí un enorme negocio. Enorme, y hermoso, porque significa enseñar una lengua para que un día puedan decir lo que decía Borges: “Otra cosa no soy que esas imágenes / que baraja el azar y nombra el tedio”.
Pues bien, hasta esta pasada semana no había una prueba que certificara en cualquier lugar del mundo que se conoce esa lengua tan diversa. Pero en Ciudad de México, los Reyes de España presentaron el martes el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (Siele). Con lo que por fin habrá un examen que, como los de la Universidad de Cambridge con el inglés, certifique que se domina la lengua de García Márquez y Neruda. El Instituto Cervantes, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Salamanca están detrás de un proyecto que arranca el próximo curso académico. Un enorme paso adelante.
Para celebrarlo, vaya esta pregunta para los futuros estudiantes. ¿Qué nombre se le da a una frase como esta de Cabrera Infante: “Nada, yo soy Adán”? Exacto, un palíndromo. Enhorabuena.
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