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Barcelona 080: El intelectual, el rockero y el hombre común

Las primeras jornadas de 080 Barcelona Fashion evocan tantos hombres como firmas

Carlos Primo

“Nuestro cliente ideal sería alguien a quien no le interese el mundo de la moda”. Dicho así, podría sonar paradójico. ¿Por qué vender moda a quien no quiere comprarla? Sin embargo, los argumentos de Joan Ros y Jessica Montes, los jóvenes creadores detrás de la firma Isometric, tienen mucho que ver con su credo estético: una apuesta por la moda intelectual. No en vano, cuando les preguntamos acerca de su cliente ideal, hablan de “gente del mundo del arte, académicos o profesores que no busquen un logo, sino un concepto”. En principio, no hace falta ser científico para llevar su ropa, aunque la colección con que abrieron el pasado martes la pasarela 080 Barcelona Fashion estaba inspirada en la conjetura de Poincaré. Había fórmulas matemáticas estampadas sobre las prendas jugando al despiste con las marcas de patronaje. También juegos unisex, longitudes desiguales, cortes y pequeños detalles (como chaquetas cruzadas con originales botonaduras) que aproximaban su trabajo al de sus ídolos confesos: los diseñadores conceptuales de los 90.

No fueron los únicos desfiles en los que resonaron referencias a la llamada antimoda. En un mundo de la moda más polarizado que nunca, la pasarela barcelonesa ha ido consolidando una posición muy peculiar, que combina la pujanza industrial de grandes marcas y firmas nicho con proyectos más experimentales. Podría parecer que se trata de la industria catalana contra el disseny, pero no es tanto un enfrentamiento como un intento de entenderse. Por eso, el espectador externo tiene la impresión de que los nuevos vástagos de la pasarela catalana ven antiguos desfiles de Margiela por YouTube mientras hacen escandallos y calculan el coste de cada prenda.

En un mundo de la moda más polarizado que nunca, la pasarela barcelonesa ha ido consolidando una posición muy peculiar

También Blame Label, el proyecto de diseño del valenciano Pablo Puig, demostraba que el regreso a la deconstrucción es el signo de los nuevos diseñadores. Sus prendas más llamativas son piezas desmontables unidas con mosquetones y hebillas. También bolsos rígidos en formas geométricas. Sin embargo, el protagonismo se centra en los juegos visuales: sus prendas coqueteaban con la asimetría (cierres descentrados, cortes en el tejido que no afectan a la forma de la prenda), pero también con la simetría extrema: para muestra, dos parejas de modelos unidos por los bajos de los pantalones que generan un inquietante efecto de espejo.

Puede que todo esto no sea nada nuevo, pero lo parece. Si no, que se lo digan a Josep Abril, un veterano de la 080 y un auténtico superviviente de la industria que, como confesaba a ICON el pasado febrero, siempre ha defendido el diseño útil y la invisibilidad del creador. En su desfile del martes por la tarde dio una lección de templanza anclada en un puñado de looks muy equilibrados: trajes ligeros en colores claros, detalles en acabados y patronaje (por ejemplo, dos hileras de botones en una misma camisa) y, sobre todo, un manejo de las proporciones muy interesante: como muestra, sus combinaciones de camisa y chaqueta en el mismo tejido de camisería, y sus pantalones de cintura ancha sujetos con todo un armazón de tirantes superpuestos. También Pablo Erroz, que desfiló el miércoles por la mañana, optó por unos pocos elementos: detalles náuticos, colapas en colores contrastados, inspiración marinera y bandas de colores que, como nos explicó, buscan una relajación “algo más sofisticada”.

Si Erroz, Abril o Isometric plantean visiones fuertemente individuales de la moda, otras propuestas aluden a la otra mitad de la industria: la capacidad para detectar lo que quiere la calle en este momento, que suelen ser prendas sin manual de instrucciones. En ese sentido, el desfile de Mango que abrió la semana de la moda barcelonesa el lunes por la noche demostró que el gigante de la moda ha comenzado un viraje -perfectamente calculado- hacia un perfil más joven en sus colecciones masculinas. No sólo son más juveniles sus trajes entallados y su sastrería estilizada, sino también la rebeldía adolescente y setentera de prendas con carácter que remiten a décadas menos ortodoxas que la nuestra: chaquetas de aviador, prendas de inspiración rockera, gabardinas, corbatas finas, camisas estampadas y jerseys. Es decir, todo lo que usted y yo vestiremos a diario cuando el calor remita al menos quince grados, porque se trataba de una colección de otoño.

Otro tótem de la moda comercial española, Desigual, hizo una demostración de fuerza el martes por la noche con lleno absoluto y una puesta en escena con coreografía incluida. Sobre la pasarela, como siempre sucede en los desfiles de la marca catalana, los modelos sonreían, se saludaban y esbozaban pasitos de baile ajenos al minimalismo conceptual reinante. En cuanto a la colección en sí, sorprendió su revisión de los códigos de la marca, con estampados geométricos más serenos que en ocasiones anteriores y muy pocos logos y detalles tipográficos. La clave, eso sí, sigue siendo la que ha convertido a esta marca en un fenómeno comercial inédito en el diseño español: colores, optimismo y una estética reconocible que se traduce en lo que, en el fondo, la mayoría busca: prendas inmediatamente vendibles.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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