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Lo que pinta la moda

Una exposición en el Museo Thyssen bucea en los archivos de ‘Vogue’ para estudiar la relación entre fotógrafos y grandes maestros de la pintura

Elsa Fernández-Santos
Fotografía de Clifford Coffin de 1949.
Fotografía de Clifford Coffin de 1949.Clifford Coffin

Una sutil máscara de encaje negro con la silueta de Mickey Mouse diseñada por el maquillador Peter Philips deja ver el pálido rostro de la modelo Lisa Cant, cuyo pelo gris, obra de las exquisitas manos del peluquero Julien d’Ys, crea delicados matices de color y volumen con la blusa de chiffon blanco de Stefano Pilati para Yves Saint Laurent. Sin este trabajo de orquesta con solistas de primera línea no se explicaría la perfección de Miss Mouse, nombre que recibe esta composición atemporal e intimidante de 2005, creada por uno de los más grandes fotógrafos de la historia de la moda, Irving Penn. La hizo cuando ya era un anciano que lo había demostrado todo pero que se seguía exigiendo a sí mismo como si le quedara todo por demostrar. Con ella se abre la exposición del Museo Thyssen-Bornemisza Vogue. Like a painting, que se inaugurará el lunes y repasa en 61 imágenes la relación de la fotografía de moda con la pintura.

Carmen como la 'Santa Isabel de Zurbarán' de Michael Thompson.
Carmen como la 'Santa Isabel de Zurbarán' de Michael Thompson.

Desde esa primera parada en Irving Penn, que también cierra el recorrido con una imagen de la actriz Cate Blanchett caracterizada de Isabel I, asoma la fuerza de un segundo hilo argumental más conceptual: el declive de las aspiraciones femeninas, el peso de sus falsos presupuestos. “Penn juega con el sueño de la mujer-princesa y con la culpa de Disney en hacernos creer que todas los somos. Phyllis Posnick fue la estilista de Miss Mouse, ella trabajó mucho con él y me contó que nunca ha colaborado con un fotógrafo más exigente. Si tenía que fotografiar un limón hacía un casting con 200 limones. Todo el trabajo era previo al disparo. Él no hacía retoques”, explica la comisaria, Debra Smith.

La influencia de Hopper, Vermeer, Balthus, Botticelli, Dalí, Sorolla o Zurbarán, entre otros, se deja ver en fotografías de Edward Steichen, Cecil Beaton, Horst P. Horst, Tim Walker, Steven Klein, Peter Lindbergh, Paolo Roversi, Erwin Olaf, Deborah Turbeville, William Klein, Annie Leibovitz, Erwin Blumenfeld, Patrick Demarchelier, Clifford Coffin o Mariano Vivanco, entre otros. Durante dos años y medio Debra Smith ha rescatado de los archivos de Vogue fotografías que son un guiño directo a los maestros del pincel, que se inspiran en géneros pictóricos como el bodegón y el retrato o que, con su uso del color y el volumen, emulan con la cámara el golpe de un pincel.

'Stella', 1999, de Paolo Roversi.
'Stella', 1999, de Paolo Roversi.

Así, Carmen como la Santa Isabel de Zurbarán, fotografía de Michael Thompson de 2000, tiene su referente directo a pocas calles de distancia, en la Santa Isabel de Portugal del Museo del Prado, pero también en la Santa Casilda del propio Thyssen. Si el peso de Zurbarán en la moda es un cliché manido solo comparable a los que sobrevuelan las pinturas holandesas, resulta estimulante descubrir el trabajo de los fotógrafos más presentes en la cita, el británico Tim Walker, el alemán Peter Lindbergh y el italiano Paolo Roversi. Precisamente, una imagen de este último para Romeo Gigli de 1988 ofrece uno de los ejemplos más claros de cómo se puede pintar con la cámara un Boticelli contemporáneo sin caer en un mero guiño al pasado. “Roversi y Lindbergh son dos fotógrafos con una visión elevada de la mujer, que nunca es vulgar, llevan décadas haciendo este trabajo y han sabido mantenerse fieles a esa visión”, afirma Debra Smith.

'Mujer sola', 2010, de Camilla Akrans.
'Mujer sola', 2010, de Camilla Akrans.

Walker, por su parte, se siente un heredero de Cecil Beaton. La influencia en su trabajo del teatro y de la escenografía de la propia naturaleza le llevan a una obra extremadamente concienzuda y detallista pero, a la vez, tocada por la magia de la imperfección. Un vídeo mudo (pieza imperdible) creado por él mismo muestra la belleza de sus fantasías y cómo la moda deja de ser banal en el momento que apela a la imaginación. “No es fácil encontrar una fotografía de moda que pueda entrar en un museo”, reconoce la comisaria. “Un museo es un lugar para pensar y yo creo que desde una revista de moda hay que seguir intentando que la gente reflexione, aunque sea un poco, sobre una representación digna de la mujer y no solo como un mero objeto”. Una reflexión que alcanza su destino final en una pieza que no es una imagen sino un vestido real. Se trata de un modelo de la diseñadora china Guo Pei (sí, la del traje-tortilla que lució Rihanna en la última gala del MET) que pesa entre 40 y 50 kilos, vale 600.000 euros, necesita de varias personas para cargarlo, ha costado años de trabajo y representa por sí solo el delirio de nuestro tiempo. “Es un vestido que no se puede llevar, es para mirarlo, y por eso es un cuadro. Tiene una mezcla interesante, entre la ópera china y la reina de Inglaterra, y creo que su diseñadora, sin quererlo, cuenta muchas cosas, sobre las fantasías de las mujeres, sobre las princesas… Para mí no tiene explicación y por eso me parece perfecto para acabar”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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