Cuando hasta las cifras excluyen a los excluidos
Esta es la historia invisible de Nuriya, que tiene cinco años y pesa solo 6,5 kilos. Lo que falta no es comida, falta combatir la desigualdad
No falta comida. El mundo produce la suficiente comida para alimentar más de la población mundial. No falta riqueza. Hay suficiente riqueza para que todos vivamos bien.
Falta justicia, falta robar menos y amar más.
Falta combatir la desigualdad.
Aproximadamente 6,6 millones de niños menores de cinco años mueren cada año, la mayoría por causas prevenibles, lo que significa que su derecho fundamental a sobrevivir y desarrollarse no se hizo efectivo. O lo que es lo mismo, cada cuatro segundos muere un niño menor de cinco años.
Las cifras cuentan historias sobre las circunstancias en que los niños nacen, son atendidos, crecen, aprenden, trabajan y se relacionan con los demás, al igual que las maneras en que se abren paso en el mundo.
Se considera que la mayoría de los países carece de datos válidos, confiables, pertinentes, oportunos y comparables, que permitan describir la totalidad de los aspectos en juego. Las cifras engañan, no nos dicen toda la verdad. A los ojos de la estadística, el niño no registrado no existe. Faltan demasiados datos, son precisos más registros a nivel mundial, estamos analizando tan solo la punta del iceberg.
Las estadísticas globales hacen invisibles las diferencias que existen dentro de un mismo país, dentro de una misma ciudad, dentro de un mismo barrio. Así, por ejemplo, en la ciudad de Barcelona, la esperanza de vida varía ocho años de un barrio a otro. En el barrio del Raval la esperanza es de 73 años mientras que en Pedralbes de 81 años. Esto que sucede en Barcelona no es un caso aislado, sino que ocurre en la mayoría de las ciudades. Ante las estadísticas globales cada niño a nivel individual se vuelve invisible.
Es el caso de Nuriya, una historia invisible.
Nuriya pesa 6,5 kilos. Podríais pensar que tiene tres o cuatro meses de vida, pero no, muy lejos de ello, nuestra querida Nuriya llegó al mundo hace ya cinco años y sigue pesando 6,5 kilos.
Llega al hospital de Gambo en brazos de su padre. Nuriya no tiene fuerzas para caminar, está tan débil que no puede ni sostenerse en pie. Su rostro refleja miedo, a la vez que un gran sufrimiento, el de no tener nada que llevarse a la boca desde hace no días ni semanas, sino meses, incluso años, hasta llegar a cumplir los cinco años de vida y seguir con un peso de 6,5 kilos.
Una medida que utilizamos para evaluar la desnutrición es medir el perímetro braquial con una cinta métrica. En el caso de Nuriya era de 9 centímetros. Que para que os hagáis una idea, probad a coger una cinta métrica y hacer una circunferencia con un perímetro de 9 centímetros, veréis que es prácticamente del tamaño de vuestro dedo pulgar, ¡en algunos casos incluso vuestro dedo pulgar será más grande! Pues bien, lo que podría ser el perímetro de vuestro dedo pulgar es el perímetro del brazo de Nuriya.
Ingresamos a Nuriya en la unidad de desnutrición. Los primeros días apenas tiene fuerza para sostenerse sentada, apenas tiene fuerza para masticar, le damos el alimento con una sonda a través de la nariz.
Día a día va recuperando la fuerza y la vitalidad de la que había sido privada.
A las tres semanas de estar ingresada nos deleita con una preciosa sonrisa, una de las más alegres que jamás haya visto, sobre todo después de haberla contemplado tres semanas antes con esa mirada de haber vivido demasiado. Ahora Nuriya vuelve a tener fuerzas para vivir.
Ahora ya tiene fuerza para sostenerse en pie y caminar. Vuelve a ser la niña que nunca debería haber dejado de ser, la niña con ganas de jugar, reír y pasarlo bien. Nuriya acaba de recuperar la infancia que jamás debería haber perdido. ¡Nuriya acaba de recuperar la vida!
Nuriya es el rostro de la desnutrición, el nombre propio, la mirada que se esconde detrás de cada cifra. Tenemos muchas más Nuriya a las que devolver la infancia robada.
Tenemos demasiadas Nuriyas que no figuran en ninguna estadística
En definitiva, superar la exclusión comienza con datos inclusivos. Todavía hay demasiada exclusión en los datos.
La mayoría de los países carece de datos válidos, confiables, pertinentes que permitan describir la totalidad de los aspectos en juego
“La mala salud de los pobres, el gradiente social de salud dentro de los países y las grandes desigualdades sanitarias entre los países están provocadas por una distribución desigual, a nivel mundial y nacional, del poder, los ingresos, los bienes y los servicios, y por las consiguientes injusticias que afectan a las condiciones de vida de la población de forma inmediata y visible (acceso a atención sanitaria, escolarización, educación, condiciones de trabajo y tiempo libre, vivienda, comunidades, pueblos o ciudades) y a la posibilidad de tener una vida próspera. Esa distribución desigual de experiencias perjudiciales para la salud no es, en ningún caso, un fenómeno natural... Los determinantes estructurales y las condiciones de vida en su conjunto constituyen los determinantes sociales de la salud”, apuntaba la comisión de la OMS sobre Determinantes Sociales de la Salud en 2008.
Los determinantes sociales de la salud repercuten directamente en la salud, permiten analizar la inequidad sanitaria e interactúan mutuamente en la generación de salud
Como se ha referido previamente, se pone de manifiesto que las estadísticas globales hacen invisibles las diferencias que existen dentro de un mismo país, dentro de una misma ciudad, dentro de un mismo barrio… En otras palabras, el código postal es más importante que el código genético
Actuar sobre los determinantes sociales de la salud es actuar sobre la base, es actuar sobre las causas de las causas
Como dijo Michael Marmot, profesor de Epidemiología y Salud Pública en Londres: “Si los determinantes de la salud más importantes son sociales, sociales también deberán ser las soluciones”.
Iñaki Alegría es pediatra y responsable del pabellón de malnutrición infantil del hospital rural de Gambo (Etiopía).
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