A favor de Venezuela
El valiente gesto de González, retirado ya hace tiempo del primer plano de la política, pretende contribuir a la normalización
El expresidente español Felipe González aterrizó ayer en Caracas para sumarse como asesor técnico a la defensa de los líderes opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma, encarcelados bajo la acusación de instigar las protestas contra el régimen en la primavera de 2014.
El valiente gesto de González, retirado ya hace tiempo del primer plano de la política y buen conocedor de América Latina, tiene por objetivo contribuir a la normalización de Venezuela, llevando la preocupación de los demócratas del mundo —102 exmandatarios de 67 países han pedido por carta al papa Francisco que interceda por los presos políticos— por la suerte de todos aquellos encarcelados en ese país (alguno, como Daniel Ceballos, en huelga de hambre) solo por el hecho de no comulgar con la propaganda y las acciones del presidente Nicolás Maduro. La visita no es por tanto un acto de injerencia, como ha reiterado la propaganda del Gobierno de Caracas, sino de solidaridad de la comunidad internacional con los demócratas venezolanos.
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Maduro, a quien una tan súbita como oportuna gripe le obligó a cancelar ayer una entrevista con el Papa en Roma, permitió la entrada de González pero le preparó un hostil recibimiento a través de la televisión estatal, con las Unidades de Batalla Bolívar-Chávez como brazo ejecutor.
De nada servirán las marchas supuestamente espontáneas para tapar la realidad. Venezuela atraviesa una grave crisis económica, con alarmante escasez de productos básicos y la inflación más alta del mundo, con una tasa de homicidios solo superada por Honduras, y una política de acoso permanente a la oposición y de cercenamiento de los espacios de libertad. Maduro debe entender que la visita de González es, en realidad y sobre todo, una oportunidad para sacarle de su aislamiento internacional.
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