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MIRADOR
Columna
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El día de los interventores

Todos los partidos han mostrado sus puntos débiles. El peso de las personas elegidas para encabezar la lista ha tenido una importancia capital

David Trueba

El resultado electoral de las pasadas elecciones autonómicas y locales indica el camino de la normalidad. Habría que preguntarse por qué perdimos la normalidad hace tanto tiempo y eso nos parecía normal. Todos los partidos han mostrado sus puntos débiles. En todas las candidaturas es evidente que el peso de las personas elegidas para encabezar la lista ha tenido una importancia capital. No suprimir a algunos a tiempo, no dar un paso atrás cuando es evidente que careces del momento adecuado para irradiar y reconocer la limitaciones de tu marca y así dar cabida a gente que la prestigia en lugar de profesionales de la ocupación de cargo, son algunas conclusiones laterales del proceso vivido. Que los mejores candidatos presuman de actividad social, movimiento ciudadano o currículum personal ejemplifica que la democracia necesita ese grado de implicación civil.

Habrá que estar prevenidos ante un periodismo de desgaste, que obviamente tiene más fácil derribar a los que llegan al poder sin la protección profesional que a los que se acorazan detrás de un aparato marcial. Son unas elecciones donde no ha ganado casi nadie por las siglas que le amparan. Algunos que se ausentaron momentáneamente con rara dignidad podrán regresar con más fuerza. Se ha confirmado ese sabio dicho que recuerda que las elecciones se pierden, no se ganan. Las abstenciones y los votos que quedan sin representación son demasiado numerosos como para festejar a ciegas. La corrupción ha sido el gran asunto de estas elecciones, pero el sistema tiene que protegerse de los corruptos sin que la votación signifique su cese o apoyo puntual y sin que tenga que abrazar el budismo algún implicado.

En el día de las elecciones, los interventores de los partidos sorprenden a los votantes. Les guían, les echan una mano, les señalan su mesa. A un amigo mío hasta le ofrecieron una silla para sentarse porque lo vieron cansado en la cola ante la urna. Interventor procede del acto de intervenir y ahí los partidos tienen materia para la reflexión.

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Necesitaríamos interventores de partido todo el año, que se arrimen a los débiles y desasistidos, guíen la senda de la transparencia, vigilen la gestión pública, como si todos los días fueran jornada electoral y no condenaran al olvido durante la legislatura a quienes cortejan a toda prisa en 15 días y un domingo.

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