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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Quién puede parar a África en movimiento

Ángeles Jurado

"¡Desengañémonos! Con o sin patrón, los migrantes continuarán desafiando el Mediterráneo. Con la cabeza alta y mucha dignidad. Se llama instinto de supervivencia ¿No ha visto jamás a gente que salta por la ventana de un quinto piso de un inmueble incendiado, creyendo salvar su vida? Pues bien, es lo mismo con los migrantes. Más que nunca son conscientes de los enormes riesgos que afrontan pagando por esos barcos de fortuna ¿El proverbio no dice que el que no intenta nada, no tiene nada?".

El escritor camerunés Max Lobé (Duala, 1986) firma esta declaración en Le Monde Afrique, tras el penúltimo hundimiento de un barco cargado de personas que huyen de la guerra, la desesperación y la falta de expectativas en África. Apenas unos días antes, la escritora senegalesa Fatou Diome (Niodior, 1968) había expresado el mismo pensamiento en el plató de France 2 durante el debate en torno al libro de un abogado francés que propugnaba el cierre de las fronteras europeas a la miseria y el dolor que llegan del continente africano sobre los lomos de las olas. Su frase más repetida mediáticamente durante esa contundente intervención fue "o nos enriquecemos juntos o nos ahogamos todos juntos".

Fatou Diome llegó a Estrasburgo (Francia) siguiendo a su pareja y sufrió en sus carnes el prejuicio y el racismo. Casada contra la voluntad de su suegra, que "no quería tener nietos negros", se vio abandonada de la noche a la mañana, sin recursos, sin familia ni amigos, en un país extraño y hostil. Una joven estudiante senegalesa que no tenía previsto abandonar su país y que, de repente y por amor, se encontró varada en el Norte.

Limpió casas, cuidó a gente. Y escribió sobre la inmigración y el prejuicio. Pequeños cuentos vitriólicos sobre el racismo hipócrita galo en La preferencia nacional y dos novelas, En un lugar del Atlántico y Las que aguardan, que nos ponen en la piel de quienes deciden probar fortuna en una patera y de quienes esperan inútilmente el retorno de los aventureros. Por el camino y cuando se convirtió en una celebridad, tuvo la opción de recuperar a su familia política, deslumbrada por su fama y su fortuna. De nuevo serena y firme, los dejó en la cuneta como antes la dejaron a ella.

Es habitual en tertulias y conferencias sobre literatura e inmigración y se expresa sin pelos en la lengua, con una educación impecable, pero compatible con una crudeza sin paliativos y un fuerte acento serer. Afirma que los inmigrantes, en su mayoría, trabajan y cotizan en las sociedades de acogida y, por tanto, contribuyen al mantenimiento del frágil bienestar europeo. Como hace ella misma pagando sus impuestos en Francia. Denuncia el racismo del que incluso ella ha sido objeto. Recuerda que África no es un continente pobre, sino empobrecido.

Imagen de facebook del artista camerunés Barthélémy Toguo con su instalación "Urban Requiem", donde recuerda que todos somos hijos de inmigrantes

Fatou Diome es una de los intelectuales africanos que han decidido plantar cara al racismo creciente de la fortaleza europea, las operaciones militares de control de fronteras y las vallas. Pero no la única... En este blog hemos hablado de autores como Donato Ndongo, Mamadou Dia o Antonio Lozano (tangerino y africanista, por más señas), que también se han inspirado en la travesía entre África y Europa para denunciar sin ambages esta tragedia moderna, presentarnos las claves necesarias para entenderla y, sobre todo, ayudarnos a ponernos en la piel del otro y a ejercer la imprescindible solidaridad de compañeros de planeta.

Junto a ellos y a remolque de la angustia que no cesa en la frontera, se encuentran otros autores como el marfileño Josué Guebo (Abiyán, 1972), que publicó a mediados del año pasado un poemario titulado Songe à Lampedusa. Poemas surgidos precisamente de otra marea de cadáveres en las costas italianas a finales de 2013 y de otras reuniones de autoridades que se dijeron definitivas y que dieron como resultado más naufragios y más muertes.

"Me inspiré en Lampedusa porque evoca a la trata negrera", explica en Facebook. "Las condiciones mortales de la travesía de hoy son las de la trata". Con influencia reconocida de Cesaire, Verlaine o Zadi, Guebo se decanta por versos cortos y meditativos. "Cuando las palabras se engranan como en un rosario tienen una fuerza comunicativa más grande", apunta. Sus versos tienen cadencias de ola mediterránea, breves, sabrosos, y se pueblan de barcas a la deriva, cuerpos en descomposición, derechos humanos pisoteados, guerras ignoradas, asco frente a la hipocresía y Ulises de piel negra.

Guebo, Lobé y Diome nos exigen que miremos más allá de lo obvio, que traspasemos la barrera de números garrapateados en sencillos ataúdes de madera, que imaginemos qué es lo que empuja a una persona a lanzarse a una travesía de este tipo. Libia o Eritrea son dos de los nombres que se repiten como causa de migración, infiernos a cielo abierto en el continente vecino. Pero no es necesario ir al extremo de la guerra o la represión política: la necesidad de comer, trabajar, hacer planes de futuro, tener educación y sanidad en condiciones y mejorar de vida son acicates suficientes para abandonar Nigeria, Camerún, Senegal, Costa de Marfil o Chad. Igual que los españoles escaparon hacia Venezuela o Cuba en la posguerra y hoy lo hacen hacia Alemania o Ecuador.

"Todas esas personas, todas esas familias, todas esas mujeres y esos niños intentan huir del incendio sociopolítico-económico e incluso ecológico en sus países", escribe Max Lobé. "Busquemos al pirómano en lugar de enviar al ejército contra las mafias que, de todas formas, existen en todo tipo de inmigración clandestina. Son odiosas esas mafias, cierto, pero no las convirtamos en cabezas de turco. El problema está en otra parte. Busquen al pirómano político que apoya o responde tácitamente o abiertamente por los regímenes más corruptos y bárbaros. Busquen al pirómano económico que expolia sin el menor escrúpulo y que especula con todo, incluso con el aire y el viento. Encuentren al pirómano ecológico que les dirá que es necesario salvar los puestos de trabajo... ¡en Occidente! ¿Dónde está el pirómano social que corrompe a gran escala, inmoralmente y con total impunidad porque su acción no es ilegal? Cuando encontremos al pirómano, podremos reducir esta tragedia".

Comentarios

La ley del péndulo en la historia de la humanidad y de los pueblos de todas las latitudes.África también tiene abiertos los ojos y ve que el mundo avanza en todos los aspectos, y que las personas en otros lugares se pueden desarrollar de forma civilizada.Que existen los derechos humanos, la cultura de la gente, la educación generalizada, la sociedad ordenada en derechos y deberes y una posibilidad de estabilidad para las familias y las personas.Que ese mundo real existe al otro lado del mar, a pesar de que en sus lugares de origen vean impuesta como normal la esclavitud pura y dura, la condena al ostracismo servil, la pobreza institucionalizada, el hambre, las guerras de clanes locales irracionales, el fanatismo y la imposibilidad de progresar al margen de ese maremágnum arcaico auto destructivo. Emigran porque quieren escapar de la vorágine de la incultura y la miseria institucionalizada.Cuando ven sus tierras esquilmadas y explotadas al margen de sus vidas que a nadie importan.Siendo y sintiéndose personas iguales al resto de seres humanos de cualquier parte del mundo.Imposibilitados de crecer en sus países, porque el sistema implantado se lo impide, dominados por la explotación.
Enhorabuena por el articulo. Suscribo todo lo que dice la autora y, ademas, creo que el poder de pueblo es inmenso y que deberian tratar de rebelarse contra sus gobiernos y los paises ricos deben dejar de venderles armamento y no arremeter contra las mafias de las pateras. Eso es una cortina de humo.Mientras esto no ocurra Europa debe solidarizarse con los inmigrantes y acogerlos.
Sí Claro que sí guapa nos hemos tenido que ir de España a esos países que mencionas y más; y nos han dado con una patada en el culo si acaso; hasta nos han dejado a las puertas de la entrada de emergencias de un hospital…
La ley del péndulo en la historia de la humanidad y de los pueblos de todas las latitudes.África también tiene abiertos los ojos y ve que el mundo avanza en todos los aspectos, y que las personas en otros lugares se pueden desarrollar de forma civilizada.Que existen los derechos humanos, la cultura de la gente, la educación generalizada, la sociedad ordenada en derechos y deberes y una posibilidad de estabilidad para las familias y las personas.Que ese mundo real existe al otro lado del mar, a pesar de que en sus lugares de origen vean impuesta como normal la esclavitud pura y dura, la condena al ostracismo servil, la pobreza institucionalizada, el hambre, las guerras de clanes locales irracionales, el fanatismo y la imposibilidad de progresar al margen de ese maremágnum arcaico auto destructivo. Emigran porque quieren escapar de la vorágine de la incultura y la miseria institucionalizada.Cuando ven sus tierras esquilmadas y explotadas al margen de sus vidas que a nadie importan.Siendo y sintiéndose personas iguales al resto de seres humanos de cualquier parte del mundo.Imposibilitados de crecer en sus países, porque el sistema implantado se lo impide, dominados por la explotación.
Enhorabuena por el articulo. Suscribo todo lo que dice la autora y, ademas, creo que el poder de pueblo es inmenso y que deberian tratar de rebelarse contra sus gobiernos y los paises ricos deben dejar de venderles armamento y no arremeter contra las mafias de las pateras. Eso es una cortina de humo.Mientras esto no ocurra Europa debe solidarizarse con los inmigrantes y acogerlos.
Sí Claro que sí guapa nos hemos tenido que ir de España a esos países que mencionas y más; y nos han dado con una patada en el culo si acaso; hasta nos han dejado a las puertas de la entrada de emergencias de un hospital…

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Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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