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El ‘Calypso’ de Cousteau agoniza

Escenario de las aventuras de famoso oceanógrafo francés, el barco se halla en un astillero de la Bretaña sin que nadie quiera pagar su mantenimiento

Gabriela Cañas
El buque del explorador Jacques Cousteau en una imagen de 2007.
El buque del explorador Jacques Cousteau en una imagen de 2007.FRED TANNEAU (AFP )

“¿El Calypso? Prefiero verlo hundido con honores que transformado en museo”. Estas palabras del comandante Jacques Cousteau, el famoso oceanógrafo francés, grabadas en 1984, suenan ahora a la peor premonición posible acerca del destino del navío que le acompañó en sus afamadas exploraciones. Una batalla judicial que se anuncia interminable mantiene al Calypso, el viejo barco de Jacques-Yves Cousteau, varado en un astillero de Concarneau, en la Bretaña francesa. Hoy es un esqueleto de madera, una sombra de lo que fue. La familia, a través de la asociación Equipo Cousteau y la Cousteau Society, no se hace cargo de la embarcación. Una petición popular de octubre de 2013 para que el Gobierno se ocupara no ha alcanzado las 10.000 firmas necesarias. La situación es desesperada y el mítico buque agoniza.

El embrollo comenzó en 2007, diez años después de la muerte de Cousteau. El Calypso había naufragado en el puerto de Singapur y tras varias escalas terminó recalando en el puerto bretón de Concarneau. Allí, a demanda de la familia, se empezó a restaurar el barco con la idea de convertirlo en museo, a pesar del expreso deseo en contra del propio comandante. Dos años después empezaron los problemas. Los trabajos se paralizaron. Los propietarios del Calypso culpan al presidente del astillero, Pascal Piriou, de haber hecho mal su trabajo, dado que los materiales utilizados no le permitirán al barco volver a navegar. Piriou asegura que son los propietarios los que cambiaron de idea de la noche a la mañana cuando los nuevos materiales ya se estaban utilizando. Imposible o muy costoso convertirlo en un museo flotante.

Jacques Cousteau en 1988.
Jacques Cousteau en 1988.Cordon Press

Tras una larga batalla judicial, el Tribunal de Apelación de Rennes ha dado la razón a Piriou. En diciembre pasado dictaminó que los herederos de Cousteau deben pagar al astillero 273.000 euros más 2.580 mensuales desde septiembre de 2013 y fijaba el 12 de marzo de este año como fecha límite para que su viuda, Francine Cousteau, se llevara el buque a otro sitio. El lunes, 16 de marzo, y a la vista de que nadie se ha hecho cargo del pecio, un agente judicial ha anunciado su embargo. Piriou es muy directo acerca de sus intenciones: solo quiere que se le pague el dinero que se le debe y poder liberar su astillero de semejante carga, ha dicho a Le Figaro. En su empresa, una portavoz ha explicado a EL PAÍS que están a la espera de que Equipo Cousteau retire el barco. Confiaban en que lo harían, dado que no había habido respuesta a la orden judicial de llevárselo antes del 12 de marzo pasado. Ahora, pasada la fecha límite, Piriou ha acelerado el embargo para que sea subastado y espera "dar al Calypso un futuro digno de su leyenda". La portavoz de Equipo Cousteau, por su parte, ha respondido que es consciente de que el barco es un símbolo y que confía en su futuro, si bien comunicará más adelante su decisión. "Ningún comentario", ha añadido, "sobre las declaraciones del señor Piriou".

Judicialmente, la decisión del tribunal de Rennes no es el final de la historia. Un recurso prolongaría la agonía del Calypso. Su vida fue larga y productiva. Construido en el Reino Unido en 1942, era un dragaminas de la Royal Navy. En 1956, el comandante Cousteau se enamoró del buque de 40 metros de eslora, se lo apropió y lo convirtió en un laboratorio que ha surcado todos los mares y explorado los más bellos fondos marinos. Durante cuarenta años fue el mejor embajador en la defensa de los océanos hasta que en 1996 naufragó en Singapur. Allí estuvo sumergido durante diecisiete días antes de volver a casa; primero a Marsella, luego a La Rochelle y, finalmente, al astillero de Concarneau.

Los primeros trabajos de restauración dejaron al buque en el chasis. Ahora es un esqueleto de madera alejado de los medios técnicos de los que Cousteau le dotó para convertirlo en un laboratorio oceanográfico con submarino incorporado. Si sus propietarios no reaccionan y siguen sin pagar ni los trabajos ni su amarre en puerto, su destino más probable será la subasta pública.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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