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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y sin cinturón de seguridad

Pese a las campañas, sigue sin generalizarse el uso de un elemento básico del automóvil

MARCOS BALFAGÓN

Aunque cueste creerlo, abrocharse el cinturón al ponerse al volante u ocupar asiento de pasajero continúa sin ser un gesto natural en España. Resulta que parte de los usuarios de automóviles circulan sin hacer uso del más básico de los elementos de seguridad, tras muchas campañas de sensibilización sobre los accidentes de tráfico. Así se deduce del balance de 2014 facilitado por el Ministerio del Interior, relativamente bueno en términos globales, pero revelador de que el 23% de los conductores y pasajeros fallecidos en turismos y furgonetas no llevaban puesto el cinturón.

Aunque ese dato era peor 10 años atrás (38%), algo se está haciendo mal cuando tanta gente no tiene en cuenta que el uso del cinturón evita el choque del cuerpo contra la estructura del vehículo, salir despedido o golpearse contra otros ocupantes. También llama la atención el dato de que 14 de los 46 ciclistas fallecidos en accidentes no utilizaban casco, pese a ser obligatorio en vías interurbanas.

Pasar del cinturón de seguridad no puede aceptarse como un mero gesto de libertad personal, más o menos equiparable al de los fumadores que apuran cigarrillo tras cigarrillo pese a las advertencias de que “el tabaco mata”. Fumar está permitido en determinadas circunstancias; no así circular en turismos o furgonetas sin el cinturón abrochado. Porque si es grave ponerse en riesgo a sí mismo, no lo es menos el peligro potencial que supone para otros. Hace falta redoblar la vigilancia y las sanciones por falta de uso del cinturón, con los mismo objetivos logrados gracias al incremento de controles sobre la velocidad excesiva o los niveles de alcoholemia: salvar vidas y evitar lesiones graves.

Es cierto que la seguridad vial no depende solo del comportamiento de conductores y pasajeros. Lo evidencia el descenso del número de fallecidos en autopistas y autovías, mientras aumentan las muertes por accidentes en las vías convencionales (generalmente, las que tienen un carril por sentido). Por supuesto que hace falta mejorar el estado de las carreteras, pero sin bajar la guardia frente a quienes se empeñan en ponerse en peligro no solo a sí mismos, sino a los demás.

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