La gran boda del soltero de oro de Marruecos
Mulay Rachid es algo más que el hermano de Mohamed VI y el segundo en línea de sucesión, es su persona de confianza. Este fin de semana se ha casado con una joven de 27 años de la familia real. El enlace del príncipe, de 44 años, se ha convertido en un asunto de Estado para acabar con el mito de su estilo de vida disipada
Mulay Rachid, el soltero de oro más célebre de Marruecos y uno de los príncipes más cotizados del mundo, el hermano pequeño del rey Mohamed VI, su cara b, aliado fiel y representante discreto y silencioso en todo tipo de encargos, se ha casado a los 44 años durante tres largos días de celebraciones por todo lo alto —que terminan hoy— en Rabat. Durante su celibato se le han atribuido decenas de novias, prometidas, aventuras, rumores, algún escándalo y una manera de vivir disipada. Su perfil, maneras, formación y gustos le han acercado en el subconsciente colectivo marroquí a la polémica figura histórica de su padre, Hassan II. Pero para su hermano, el rey Mohamed VI, es su confidente secreto y un indispensable emisario especial.
Elegante, amante sobre todo del golf, la NBA y el séptimo arte, especialmente de actores y directores norteamericanos como Francis Ford Coppola y El Padrino, la vida de Mulay Rachid ha transcurrido hasta ahora silente siempre cinco pasos detrás de Mohamed VI, su hermano mayor.
En el impresionante catálogo de fotos, unas 50 inéditas, que proporcionó al único magazine masculino marroquí, VH, para su número monográfico de 116 páginas de septiembre, aparece con todas las indumentarias posibles, en diferentes poses, viajes y acontecimientos, pero siempre con dos ejes irrenunciables: en su función de guardaespaldas y no solo metafóricamente hablando del rey y con una imagen maqueada al extremo con toques chic.
Si representara al rey en tantos actos, en Marruecos y en cumbres en el extranjero, en inauguraciones y funerales de Estado, el hermano pequeño de la peculiar casa real alauí habría agotado todas las papeletas para que se le retratara solo como un bon vivant, la versión marroquí de un play-boy. Es la primera tentación cuando se le ve conduciendo Aston Martin o Bentley antiguos y de lujo o asistiendo a festivales o torneos elitistas. Es su perfil “más avispado, vividor y divertido”, como le dibujó el periodista de Le Monde Jean Pierre Tuquoi, en 2000, en el libro El último rey. También le etiquetó como “El italiano”, seguramente por el tipo de corte de sus trajes a medida. Pero los consejeros, excompañeros y amigos del colegio con los que aún trabaja en su gabinete y los pocos periodistas en los que ha confiado, pese a sus críticas, aseguran que esa es una imagen falsa, injusta y estereotipada. Realizó estudios universitarios sobre Bosnia y se doctoró en Burdeos sobre los desafíos de la Conferencia Islámica de 1969. Habla árabe, francés, inglés y español. “Es un profesional que hace perfectamente su trabajo”, asegura un consejero real. Una labor, no definida ni por la Constitución ni por ningún estatuto, que le encomienda el rey —M6 en las redes—, con el que despacha a diario, a veces muy entrada la noche, y al que demuestra lealtad sin fisuras.
El propio príncipe tuvo que salir al paso de todo tipo de leyendas y noticias sobre presuntas divergencias y rivalidades con su hermano, del que también se han editado en estos años libros e investigaciones, siempre fuera de Marruecos, sobre sus tendencias sexuales, su enriquecimiento o sus graves enfermedades. Concedió, en julio de 2001, al semanario saudí El Hombre, la única entrevista que se le conoce. Fue una declaración de principios que ha seguido a rajatabla: “Yo estoy al servicio de su majestad, a su disposición en todo momento para cumplir cualquier misión que él me pueda confiar y todas las otras ocupaciones son secundarias”. Desde entonces no se ha vuelto a pronunciar en público.
El rey aclaró algo más esas etéreas funciones ese año en Le Figaro: “Cuando fui entronizado le dije a mi hermano: si cambio, avísame. Poco tiempo después le volví a preguntar si había cambiado y respondió: sí, un poquito”.
El rey reveló una de sus funciones en ‘Le Figaro’: “Cuando llegué al trono le dije a mi hermano, si cambio, avísame”
Mulay Rachid abandona ahora finalmente la soltería al casarse con la joven Oum Keltoum, de 27 años. Marruecos lo celebra durante los tres días de rigor y el mítico Mazén, la todopoderosa corte, se ha puesto sus mejores luces. La novia, además, tiene sangre real, porque su abuela y el abuelo del príncipe (Mohamed V) eran hermanos, y es hija de un alto cargo del propio Mazén, de la zona de Marraquech, y amiga y compañera de liceo de la princesa Lalla Soukaina.
Desde el jueves y hasta esta noche habrán llegado a Rabat más de 1.000 invitados, de otras casas reales, especialmente del Golfo (nadie de la española), para vivir la clásica ceremonia tradicional marroquí. Las cercanías del palacio real y de la plaza Mechuar han sido engalanadas. Decenas de grupos musicales de todas las regiones del reino han alegrado las veladas.
El evento, que preside el rey, comenzó con la celebración de la henna, tatuajes en manos y pies de la novia y sus testigos como talismán. Más tarde llegó el baño de purificación al vapor en el Hammam y la presentación por parte del príncipe de todos los regalos y ofrendas de la dote. Tras entrar en el salón de palacio en sendas carrozas portadas por ocho varones de la familia, él vestido con la clásica chilaba color crema y ella con un caftán verde, se leyó el Corán, y siguieron los banquetes de dátiles y leche, los bailes, desfiles y celebraciones.
La boda de Mulay Rachid es la más importante en Marruecos desde la segunda y oficial del propio rey, hace 12 años, con Lalla Salma. Antes, el monarca se esposó de urgencia y en secreto, en tres días históricos de julio de 1999, con una empleada bereber de palacio, Amina Lalla, de Tafilalet, para poder ser entronizado y asegurar la continuidad del régimen tras la repentina muerte de su padre. El protocolo real exigía que el príncipe heredero estuviera soltero mientras viviera su progenitor, pero debía estar casado antes de ser coronado. De ese enlace exprés y de esa mujer, de la que se especuló con que nunca le dio descendencia, ya no se habla en Marruecos.
Mulay Rachid es ahora, además, el segundo en la línea de la corona, detrás del príncipe heredero, Mulay Hassan, de 11 años.
En junio, cuando se organizó el acto de compromiso, casi al mismo tiempo que la boda de la sobrina preferida del rey y de su hermano, Lalla Soukaina, la casa real rompió otra barrera en las tradiciones del país al conceder un reportaje exclusivo a la revista ¡Hola! Ahora el evento se ha grabado y se ha ofrecido por la televisión marroquí. Mohamed VI intenta así con este tipo de gestos, como hizo cuando se casó en 2002 y se conoció por primera vez el rostro de una esposa de un monarca alauí, modernizar algo algunas tradiciones muy conservadoras especialmente con la mujer en Marruecos. La dinastía data de 1664 y ha tenido 18 reyes.
La que no se ha dejado ver por Rabat, y a la que tampoco se menciona, es a la madre del rey, Latifa Hamou, que nunca compareció en público durante la era de Hassan II, y a su muerte se exilió en París, cerca del Sena, con el exjefe de la guardia real.
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