Malaria, pobreza y subdesarrollo
Independientemente de que la agenda post-2015 incluya explícitamente la enfermedad, su combate es ineludible. Porque es imposible concebir el desarrollo en una población constantemente enferma
En los albores del 2015, cuando vence el plazo para cumplir los Objetivos del Milenio y se espera que se formalice la agenda post-2015, vale la pena echar una mirada sobre el papel que la lucha contra la malaria puede jugar en la promoción del desarrollo y el combate contra la pobreza extrema, los dos principales objetivos de estas “mega-agendas” que guiarán la acción de los países y de la propia Organización de las Naciones Unidas durante los próximos años.
La malaria no es sólo una enfermedad que cada año provoca más de 200 millones de casos clínicos, matando a más de 600.000 personas, particularmente en África, donde es la causa número uno de morbilidad y mortalidad entre niños menores de cinco años. Más allá de su impacto directo en la salud de las personas, es también la causa de que millones de adultos no puedan trabajar durante días y de que los niños no puedan ir a la escuela, afectando gravemente el rendimiento escolar. Para los países, significa un lastre económico muchas veces inasumible, mientras que las familias más pobres llegan a destinar hasta un tercio de sus ingresos anuales a la lucha contra esta enfermedad.
Aún ante este desalentador panorama, es verdad también que los avances de la última década han sido enormes. El lanzamiento de los Objetivos del Milenio, sumado a un incremento significativo en los recursos disponibles y a la disponibilidad de nuevas herramientas fruto de años de investigación, ha conseguido reducir la mortalidad por malaria en un 30% entre 2000 y 2012, y se calcula que sólo en el continente africano, en el mismo periodo, se han evitado tres millones de muertes infantiles.
Más allá de su impacto en la salud, la malaria es la causa de que millones de adultos no puedan trabajar y de que los niños no puedan ir a la escuela
Son buenas noticias que levantan empero una sombra de preocupación, pues resulta difícil mantener este nivel de esfuerzo de modo indefinido, y diferentes proyecciones indican que, aun cuando consiguiéramos no disminuir la cobertura actual de las principales intervenciones contra la malaria, igualmente aumentará el número de casos, como resultado de la pérdida de la inmunidad parcial que adquieren los pobladores de las zonas endémicas, luego de pasar muchas veces por la enfermedad.
En mitad de este panorama, la pregunta es ahora en qué lugar quedará la malaria en los objetivos post-2015, ahora llamados Objetivos para el Desarrollo Sostenible.
Las discusiones han sido acaloradas, y sin duda no resultan fáciles. Hay que definir el énfasis que se le da a la salud frente a otros elementos clave para el desarrollo, y dentro de la misma agenda sanitaria, establecer –entre otras cosas– el peso de las enfermedades infecciosas, como la malaria, frente a las crónicas, que cada vez resultan una carga mayor, incluso en los países menos desarrollados.
Los Objetivos del Milenio y el incremento de los recursos han conseguido reducir la mortalidad en un 30% entre 2000 y 2012
En el caso de la malaria, hay quien dice que el camino iniciado no se puede parar y que, con todo lo que ya se ha recorrido, sólo queda seguir hasta el final: eliminarla por completo de algunas regiones determinadas con el fin de evitar las temibles “resurgencias”, y a más largo plazo lanzar una campaña mundial para la erradicación, emulando el éxito ya conseguido con la viruela.
Los retos son muchísimos, e incluyen desde el fortalecimiento de los sistemas de salud y la capacitación de los recursos humanos en los países endémicos, hasta la prevención del surgimiento de resistencias –que ya se observan tanto en los parásitos como en los mosquitos que los transmiten–, la financiación, la gobernanza, y la definición de las mejores estrategias desde el punto de vista estrictamente técnico.
Por ahora, la Organización Mundial de la Salud lanzará en mayo de 2015 su nueva Estrategia Técnica Mundial contra la Malaria, que establecerá la hoja de ruta y los objetivos para los próximos 15 años, incluyendo las implicaciones financieras de su implementación.
Mientras tanto, e independientemente de que los futuros Objetivos para el Desarrollo Sostenible hablen explícitamente de malaria, su combate resulta ineludible. Porque es imposible concebir el desarrollo en una población constantemente enferma, y porque la malaria es una de las enfermedades que a lo largo de toda la historia más ha contribuido a la pobreza y a la desigualdad.
Matiana González Silva es coordinadora de la Iniciativa para la Eliminación de la Malaria del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.