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Columna
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¿Por qué tiene éxito Podemos?

Su "secreto" es haber conectado con el estado de ánimo de los españoles

Ignacio Urquizu

Cuando haya pasado un tiempo y echemos la vista atrás, seguramente uno de los fenómenos más importantes de 2014 será la aparición de Podemos. Es pronto para saber si esta formación política ha venido para quedarse o si 2015 será el principio del fin. Pero de lo que no hay muchas dudas es que su aparición en el escenario político español merece una profunda reflexión. La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué explica su creciente apoyo en las encuestas?

Algunos analistas achacan su éxito a las numerosas apariciones televisivas de sus principales dirigentes. Pero lo cierto es que es una explicación insuficiente. Por un lado, este argumento presupone que la ciudadanía es fácilmente manipulable, algo que nos acabaría llevando a dudar de la misma democracia como mejor forma de gobierno. Por otro lado, en esas tertulias televisivas no sólo aparecen representantes de Podemos. De hecho, los tertulianos próximos a los dos grandes partidos tienen una mayor presencia que las demás formaciones políticas. Y aún así, el mensaje de Podemos consigue convencer a un porcentaje de ciudadanos muy similar al de los grandes partidos.

También se asocia el éxito de Podemos a sus propuestas rupturistas, de ahí que muchos las cuestionen. Pero lo cierto es que las promesas políticas en nuestro país han perdido mucha de su credibilidad. Es difícil pensar que en estos momentos la ciudadanía se crea lo que prometen los partidos. Tras años y años de incumplimientos, especialmente en la última legislatura, las promesas electorales han perdido mucho de su valor.

Seguramente, el secreto de Podemos radica en que ha conectado con el estado de ánimo de los españoles. En el último año, la opinión pública en España se vertebra en torno a dos ejes: ciudadanía-élite y nuevo-viejo. El primero de los ejes ha sido ampliamente comentado en los medios de comunicación y se resume en lo que los dirigentes de Podemos llaman “casta”. A pesar de las carencias de este discurso, fenómenos como las tarjetas black de Caja Madrid no hacen más que alimentar la sensación de impunidad y enriquecimiento que se atribuye a una élite poco virtuosa y que ha copado parte del poder económico y político de nuestro país. El segundo de los ejes, nuevo frente a viejo, pone de relieve las nuevas brechas sociales que han surgido en los últimos tiempos y que están asociadas con una cierta ruptura generacional que se traduce, por ejemplo, en una brecha digital o en preferencias distintas sobre el modelo de democracia.

La formación política se ha  presentado como ciudadanos nuevos frente a una élite vieja 

En estos marcos conceptuales los dirigentes de Podemos han logrado presentarse como ciudadanos nuevos frente a una élite vieja que se situaría en los partidos tradicionales. No es, por lo tanto, un discurso de anti-política, sino que han sabido ubicarse en los debates que vertebran el estado de ánimo de los españoles. Además, puesto que muchos ciudadanos se ven representados en este discurso, han generado cierta ilusión y percepción de alternativa. Es decir, han logrado conectar con los sentimientos de los ciudadanos, algo que no es fácil en política

Pero si analizamos con un poco más de detalle su estrategia, acabamos concluyendo que Podemos es una formación populista. ¿Por qué? Dice lo que piensa la gente. En el fondo, Podemos es un partido hecho a golpe de encuesta. Su relato coincide con lo que opina la mayoría social. Por eso criticarle acaba siendo contraproducente, se puede asociar una crítica a esta formación política con una crítica a la ciudadanía. Dicho de otra forma, la mayor virtud de Podemos es haber puesto un espejo delante del país. Todos nos hemos mirado en él y no nos ha gustado lo que hemos visto. En esta situación tenemos dos alternativas: o rompemos el espejo o tratamos de mejorar la imagen que se proyecta sobre él.

Si miramos al pasado, no es la primera vez que sucede algo parecido. En 1891 surgió en Estados Unidos el primer movimiento “populista”, conocido como People´s Party. En 1892 concurrió por primera vez a las elecciones presidenciales y superó el millón de votos, un 8,5% de los votantes. Su discurso político se asentaba en un rechazo a la élite económica del país, especialmente los banqueros, denunciando sus enormes privilegios. Tras el éxito inicial, este movimiento ciudadano comenzó su declive en las siguientes elecciones presidenciales de 1896. La estrategia que siguió el Partido Demócrata fue asumir parte de su diagnóstico, poniendo sobre la mesa numerosas medidas anti-oligopolios que cuestionaban el enorme poder económico que se concentraba en muy pocas manos.

En definitiva, si Podemos ha tenido éxito es porque ha sabido interpretar el estado de ánimo de los españoles. No es baladí que su núcleo fundador esté lleno de politólogos y sociólogos que han dedicado gran parte de su tiempo a la investigación social. Pero sería un error pensar que esta forma de hacer política es la correcta. El liderazgo no consiste en dar siempre la razón a la gente. Ser sensible a la opinión pública es una condición necesaria pero no suficiente. De hecho, una de las paradojas de Podemos es que siendo producto de la crisis política, su forma de hacer política está contribuyendo a la desafección. Es decir, recuperar la confianza en la política implicará algo más que decir lo que la gente quiere escuchar, justamente la base del éxito de Podemos.

Ignacio Urquizu es profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y colaborador de la Fundación Alternativas

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