Un discurso en la ONU
El Rey marca el camino de la diversidad política, cultural y lingüística en días decisivos
Si las condiciones no fueran tan complejas como las actuales, probablemente el grueso del discurso de Felipe VI ante la Asamblea General de Naciones Unidas se habría centrado en problemas fuertes del escenario mundial. Sin embargo, en esta hora tan delicada hay que valorar la reivindicación de España como un “Estado social y democrático de derecho” —expresión tomada de la Constitución—, que “ampara a todos los ciudadanos y a los distintos territorios de España en su diversidad política, geográfica, cultural y lingüística”, como lo hizo el Rey en la primera parte de su intervención ante la ONU. Un camino marcado en vísperas de que el presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña, Artur Mas, consume su ofensiva política prosoberanista.
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Los discursos del Monarca están pactados con el Gobierno o supervisados por el Ejecutivo, lo cual condiciona a don Felipe a mantener posiciones públicas que no pueden ir más allá de lo que el Gobierno quiere o acepte que diga. Probablemente llegará el momento en que el propio jefe del Estado, desde la más estricta neutralidad, deba echar mano de su capacidad constitucional de moderación y arbitraje, como un instrumento útil para impulsar a los actores políticos a tomar decisiones constructivas; en vez de que los políticos enfrentados se dediquen a enseñarse los dientes envueltos en fundas jurídicas, como acostumbran a hacerlo.
Mientras tanto, hay que valorar el intento positivo del Rey de defender la vocación democrática de España y la existencia de una sociedad “diversa”, capaz de “superar dificultades con entereza y con sentido de la responsabilidad”.
En esta hora llena además de conflictos en varias regiones del globo y de encrucijadas geoestratégicas, el resto del discurso del Monarca tuvo muy en cuenta la aspiración del Gobierno a obtener una plaza para España como miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De ahí las menciones, demasiado generales, de “una España renovada” y solidaria, partidaria de prevenir las guerras y asistir a los damnificados, junto con las obvias alusiones a la cohesión de Europa y a los vínculos con la Comunidad Iberoamericana y los demás continentes.
Tanto si se consigue la meta de sentar a un español en el Consejo de Seguridad como si no, la intervención del Rey y sus encuentros con Barack Obama y otros dirigentes han sido muy oportunos para mitigar cierta sensación de soledad internacional proporcionada por la ausencia de dignatarios extranjeros en los actos de proclamación del Monarca, celebrados hace 100 días. Gran parte de la clase política y otras voces influyentes consideran, erróneamente, que los problemas interiores son demasiado absorbentes como para ocuparse de lo que ocurre fuera de nuestras fronteras. Este país tiene que seguir trabajando por ganarse el respeto de la comunidad global. Afortunadamente, el Rey ha contribuido a paliar esa carencia.
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