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Migrados
Coordinado por Lola Hierro

La increíble historia del primer tibetano español (I)

Lola Hierro

Thubten Wangchen. / Casa Tíbet de Barcelona

Thubten Wangchen huyó del Tíbet con cinco años en compañía de su padre y hermanos cuando China invadió definitivamente el país en 1959. Su madre no pudo ir con ellos: los chinos la habían ejecutado. Fue niño mendigo en las calles de Katmandú hasta que, de adolescente, ingresoen el monasterio del actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso, y se hizo monje. Más tarde, ya joven, empezó a venir a España como traductor del tibetano al inglés. Hace 20 años fundó la Casa del Tíbet en Barcelona siguiendo la sugerencia del Dala Lama y, con el tiempo, le fue otorgado el pasaporte español, convirtiéndose así en el primer monje tibetano de esta nacionalidad. También es diputado del Parlamento tibetano en el exilio. En esta entrada y la siguiente, que se publicará el 4 de septiembre, contamos su historia en primera persona, tal y como él nos la ha transmitido:

Soy tibetano porque he nacido en Tíbet. Cuando tenía cinco años, los chinos invadieron mi país y tuve que exiliarme de mi pueblo. Todo el mundo quiere vivir, nadie quiere morir, y la única manera que tuvimos entonces de sobrevivir fue exiliándonos ya que allí no teníamos garantías, los chinos estaban matando tantos tibetanos… En aquellos años, la cifra oficial de tibetanos que perdieron su vida fue de un millón dos cientos mil. Mi propia madre fue una de las víctimas. Fue entonces cuando mi padre, como otros tantos paisanos, intentó escapar. Yo solo tenía cinco años y recuerdo que mi papá me llevaba en su hombro porque yo no podía andar por los Himalayas. Y no había coches para escapar, así que no quedó más remedio que ir a pie. En el camino murieron muchos tibetanos, a veces fusilados desde la montaña por chinos que vigilaban. Otros murieron de hambre porque no teníamos comida suficiente.

Tardamos semanas hasta que, al final, llegamos a Katmandú, la capital de Nepal, que era un país muy bueno en esa época. Los reyes eran muy amables, pero pese a todo tuvimos que mendigar en la calle, donde también dormíamos. Hasta que recibimos la noticia de que el Dalai Lama había llegado a India. Todos los tibetanos que vivíamos en Nepal queríamos estar cerca de él. Para eso había que cruzar India, pero los tibetanos no teníamos ni pasaporte, ni visado, ni dinero para comprar billetes de autobús. Tuvimos la suerte de que el Gobierno indio, muy amable, nos dejó entrar sin papeles y casi sin pagar. Así que llegamos a India, también pobres.

Estuve otros pocos años mendigando en las calles indias, pero no nos desanimamos; lo importante es que el pueblo tibetano no pierde la sonrisa ni el ánimo a pesar de las dificultades y de los problemas. Nuestra sonrisa nos identifica, es nuestra cultura y nuestra filosofía. Dalai Lama nos inspira y su mensaje es que no perdamos el ánimo y no guardemos rencor a los chinos. Hay que tener esperanza.

Fue entonces cuando el Dalai Lama habló con Neru, primer ministro indio, y le pidió que ayudara a los tibetanos. “El futuro del Tíbet son esos niños y niñas que están ahora mendigando”, le dijo, y pidió que les diera una educación, que estableciera escuelas en India para los niños del Tíbet. Neru aceptó, abrió colegios y buscaron a niños calle por calle. Yo tenía nueve años y me llevaron a uno cerca de Dharamsala. Éramos miles de críos allí y todo era un poco difícil porque había mucha hambre, pero teníamos maestros que nos enseñaron mucho. Eran muy buenos pero muy duros, nos pegaban mucho en esa época, pero gracias a eso estudiamos bien, aunque con miedo. Nos enseñaron nuestra Historia, nuestra cultura, arte, lengua tibetana y filosofía budista. También educación moderna, como hindi, inglés, matemáticas…

Cuando venían los lamas o maestros de religión a darnos clase, nos inspiraban mucha paz mental. Nos preguntaban que qué queríamos hacer en el futuro y todos queríamos ser monjes. Nos inspiraron mucho. Los días largos de verano en India teníamos muy poca comida y pasábamos mucha hambre. Cuando íbamos a saludar a los lamas a sus habitaciones, ellos siempre tenían frutas y pan en la mesa, y nos daban. Nosotros queríamos ser monjes porque veíamos que tenían mucha paz y mucha comida. Teníamos solo 10 u 11 años y pensábamos así.

Mi padre, que es muy religioso, me preguntó un día si quería monje, y yo respondí afirmativamente. Lo decidimos cuando tenía 16 años: dejé la escuela y entré en el monasterio privado del Dalai Lama, en Namgyal. Normalmente tienes que tener mucho enchufe, pero yo no lo tenía; tuve suerte y me cogió. A partir de ese momento me esforcé en estudiar más, profundizar en mis estudios espirituales y en la filosofía budista.

Llevaba 11 años con el Dalai Lama cuando, un día a finales de los 80, conocí a unos jipis españoles que habían ido a India y a Nepal a buscar marihuana o hachís pero que habían encontrado valores espirituales, meditación y yoga. Querían montar un pequeño grupo budista en España e invitar a un lama residente para que lo dirigiera y tradujera los textos. Me ofrecieron acompañarles porque yo sabía inglés, y acepté, pero les advertí e que antes tenía que pedir permiso al Dalai Lama para salir del monasterio. Este me permitió marcharme tres años para probar.

*La segunda entrega será publicada el miércoles, 10 de septiembre de 2014.

Más información:

*Los guerrileros olvidados del Tíbet

*Tíbet fuera del Tíbet

*Los testigos del Tíbet

*España ha decidido cambiar los Derechos Humanos por dinero

Comentarios

Qué chula la historia. Cambia Tibet por Palestina y ya no seguimos leyendo cuando se hable de ocupación, de matar madres, de exiliarse, etc.,.
Verdad que es chula. Como el tiempo que se fue y ya no volverá. Pues a propósito del Tibet y de un pub donde me dejo caer de cuando en cuando, recuerdo que a mí me molaban muchísimo los cubatas que daban en El Frontón (alias "el Guarro"), el bar que hay a espaldas de El País, donde he pasado buenas tardes/noches en compañía de mis antiguos compis, Harguindey incluido, aunque la mayoría de ellos hayan desaparecido por fallecimiento, jubilación o despidos por ERE. Por cierto, ¿qué pasa con el blog del mencionado Harguindey, que ya no admite comentarios?
Qué chula la historia. Cambia Tibet por Palestina y ya no seguimos leyendo cuando se hable de ocupación, de matar madres, de exiliarse, etc.,.
Verdad que es chula. Como el tiempo que se fue y ya no volverá. Pues a propósito del Tibet y de un pub donde me dejo caer de cuando en cuando, recuerdo que a mí me molaban muchísimo los cubatas que daban en El Frontón (alias "el Guarro"), el bar que hay a espaldas de El País, donde he pasado buenas tardes/noches en compañía de mis antiguos compis, Harguindey incluido, aunque la mayoría de ellos hayan desaparecido por fallecimiento, jubilación o despidos por ERE. Por cierto, ¿qué pasa con el blog del mencionado Harguindey, que ya no admite comentarios?

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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