Trabajar hasta la muerte en Qatar
Al menos 672 trabajadores nepalíes han muerto durante los últimos cinco años en Qatar En el Emirato los sindicatos están prohibidos y no existe el salario mínimo
"Nunca se quejaba. A veces solo decía que el trabajo era muy duro". Him Kumari Yongan, de 25 años, intenta sonreír con los ojos llenos de lágrimas mientras acaricia con cariño a su hijo de tres años pensando que nunca más volverá a ver a su padre. "Ahora no sé que voy a hacer. Estoy sola". Hace unas semanas recibió una llamada telefónica de la empresa que empleaba a su marido en Qatar anunciándole que Narabaj Tamang, de 25 años, había fallecido. Según sus compañeros de trabajo, Tamang se fue a la cama después de cenar y a la mañana siguiente lo encontraron muerto. Aunque el informe médico atribuía su muerte a una parada cardiorrespiratoria, Yomang desconoce las causas reales del fallecimiento. En Nepal, más de 600 familias han perdido a alguno de sus miembros trabajando en las obras que se están realizando en Qatar con motivo del Mundial de Fútbol de 2022.
Mientras el mundo está pendiente del campeonato de fútbol de este año en Brasil, más de 1,4 millones de trabajadores migrantes, 400.000 de ellos de Nepal, trabajan en la construcción de hoteles, autopistas, aeropuertos y estadios que albergarán el primer Mundial de Fútbol en Oriente Medio. De acuerdo con los datos de Deloitte, Qatar invertirá cerca de 200.000 millones de dólares (casi 150.000 millones de euros) en proyectos de construcción distintos que los meramente deportivos, y contratará 500.000 trabajadores adicionales para finalizarlos. Tras el fallecimiento de nueve trabajadores durante los dos últimos mundiales de Brasil y Sudáfrica, la Confederación Sindical Internacional (ITUC, por sus siglas en inglés) ha advertido de que los constantes abusos que sufren los obreros en Qatar podrían causar la muerte de 4.000 personas antes de 2022.
Sin estudios. Sin cualificación. La única opción que les queda es huir de su país. De acuerdo con el Foreign Employment Promotion Board de Nepal, un organismo encargado de indemnizar a los familiares de los trabajadores que han fallecido o sufrido un accidente, en Qatar ya son al menos 672 los trabajadores nepalíes que han muerto durante los últimos cinco años en un país donde los sindicatos están prohibidos y no existe el salario mínimo. De hecho, muchos de ellos se han convertido en esclavos en los lugares de las obras, trabajando bajo el sol abrasador del desierto, sin ningún tipo de experiencia, con sus pasaportes retenidos y unas condiciones de vida que no se corresponden con la clase de trabajo ni con los salarios que al principio les habían prometido. A pesar de que Qatar ha sido duramente criticado por maltratar a los trabajadores extranjeros, los constantes abusos, los engaños y las deudas en que se ven envueltos estos trabajadores a menudo empiezan en su propio país. La historia de Tamang es solamente un ejemplo de este fenómeno.
Este joven, procedente de la zona rural de Tehrathum, intentó ganarse la vida en Nepal dando clases de inglés en un internado, pero la ridícula cantidad de 30.000 rupias (30 dólares aproximadamente) que ganaba al mes no le permitía mantener a su familia. Así que Tamang tomó la misma decisión que otros millones de nepalíes: emigrar a los países del Golfo Pérsico y a Malasia en busca de un futuro mejor. Sus sueños pronto se convirtieron en pesadilla porque, aunque le garantizaron un empleo como guardia de seguridad, una vez en Doha descubrió que le habían asignado un puesto como limpiador de cristales en un rascacielos. Si bien la agencia de colocación de Nepal encargada de buscarle un trabajo en Qatar le había prometido un sueldo de aproximadamente 330 dólares mensuales, su salario real era una tercera parte más bajo.
Cada día llegan al Aeropuerto Internacional Tribhuvan de Katmandú un promedio de dos trabajadores muertos
Al igual que muchos de sus compatriotas, Tamang había sido víctima de un engaño. Pero no podía hacer nada. En Qatar está en vigor la kafala, una ley de patrocinio que permite a los jefes disponer del visado de sus trabajadores impidiéndoles además cambiar de empleo, salir del país sin el permiso del patrón o demandar a las empresas en caso de desacuerdo o conflicto laboral. Además, Tamang tenía que devolver un préstamo de 1.200 dólares que había solicitado para pagar el billete de avión a Doha y a la agencia de contratación en Katmandú. Una cantidad considerable si se tiene en cuenta que el PIB de ese país es de 1.102 dólares per cápita, el vigésimo más bajo del mundo. Por tanto, la única alternativa que le quedaba para enviar todo el dinero que fuera posible a su familia era trabajar una media de doce horas diarias, seis días a la semana. Hasta el día de su muerte.
Cada día llegan al Aeropuerto Internacional Tribhuvan de Katmandú un promedio de dos trabajadores muertos en ataúdes fácilmente reconocibles.En la terminal de llegadas, las familias aguardan pacientemente durante horas llorando en silencio mientras rellenan el papeleo necesario para recuperar los cuerpos de sus seres queridos y proceder a la incineración. A unos cientos de metros de allí, en la minúscula terminal de salidas de ese aeropuerto atiborrado de personas, una multitud de jóvenes hacen cola desde las siete de la mañana. Solo llevan consigo un pequeño y sencillo bolso de viaje con cuatro o cinco piezas de ropa en su interior y observan todo lo que les rodea con esperanza y temor. Aunque es una elección dolorosa, están decididos, al igual que lo están los 1.700 trabajadores que salen de Nepal cada día por estas puertas, a huir de un país donde hay un 46% de desempleo. A pesar de que son conscientes del escandaloso número de trabajadores que mueren en los países de destino y de que sienten verdadera preocupación porque les suceda lo mismo, su respuesta no puede ser más elocuente: "no nos queda otro remedio".
Los futuros trabajadores migrantes contactan con intermediarios de las agencias de empleo de Katmandú que seleccionan personal para trabajar fuera del país. Como la mayoría vive en zonas alejadas de la capital, los mediadores cobran unos honorarios de entre 750 y 2000 dólares para formalizar el contrato, solicitar el pasaporte, hacer un informe médico, comprar el billete de avión, etc. Suelen llegar a Katmandú solo dos o tres días antes de la salida programada. En ese escaso periodo apenas tienen tiempo de examinar los contratos, si se tiene en cuenta que una gran parte de estos jóvenes no sabe leer puesto que la tasa de alfabetización de un adulto en ese país llega al 60.3%, por lo que dependen de la buena fe y las promesas de las agencias. "En ese momento, los trabajadores no se pueden echar atrás porque ya disponen de un crédito para pagar el viaje", explica Rameswhar Nepal, director de la delegación de Amnistía Internacional.
Aun así, la urgencia por salir es evidente en todo el territorio nepalí. El pasado año, las remesas que los inmigrantes enviaron a su país superaron los cinco billones de dólares (cinco mil millones de euros), una cifra que constituye casi el 25% del PIB, el tercer porcentaje más alto del mundo. En teoría, Nepal posee una de las mejores leyes del mundo en materia de migración. Los puestos de trabajo en el extranjero tienen que ser anunciados en los periódicos locales, especificando la duración y el sueldo. Antes de viajar, el departamento de empleo en el exterior deberá aprobar una serie de documentos, entre ellos el contrato de trabajo, el perfil de la empresa contratante y un informe médico. Los trabajadores tienen que contratar obligatoriamente un seguro de vida que irá a parar a sus familiares en caso de accidente o muerte. Además, Nepal ha establecido límites a las tarifas que establecen las agencias de empleo y rigurosas sanciones a los que no las respetan.
Catar invertirá cerca de 200.000 millones de dólares en proyectos de construcción distintos que los meramente deportivos
Sin embargo, todos los afectados coinciden en que en la práctica es insuficiente. Se han conocido casos de funcionarios del departamento de empleo que han sido detenidos en numerosas ocasiones por corrupción y connivencia con las agencias de contratación. En el edificio en ruinas donde se encuentran las oficinas, su director adjunto, Surya Koirala, intenta justificarse: "Sabemos que existe un entramado de corrupción entre las agencias de empleo y las empresas en Qatar, pero nosotros no podemos hacer nada", explica. "Somos un país pobre. No podemos imponer nuestras normas a naciones tan poderosas".
De acuerdo con los relatos de algunos trabajadores que ya han regresado, una vez en Qatar se alojan en campos de trabajo pequeños e insalubres donde cientos de personas conviven hacinadas compartiendo una cocina y pocos cuartos de baño. Una gran mayoría trabaja de 10 a 14 horas diarias, a menudo soportando temperaturas que alcanzan los 55 grados. Como consecuencia del ritmo de trabajo agotador e inhumano, muchos son incapaces de sobrellevar el cansancio y mueren a causa de un fallo respiratorio o cardíaco. Aunque las organizaciones sindicales y de Derechos Humanos vinculan estas muertes a las terribles condiciones laborales, el Gobierno de Qatar las considera como meros infartos puesto que "las empresas y los países no se hacen responsables si no se demuestra claramente que existe una relación entre las muertes y el trabajo", explica Sumitra Singh, funcionario del Foreign Employment Promotion Board.
Para conseguir un contrato con una compañía extranjera, los candidatos tienen que superar al menos doce pruebas, lo que significa que en cualquier momento pueden ser engañados, recibir peticiones de soborno y de comisiones sobre las tarifas estipuladas e incluso se les niega el ejercicio de sus derechos básicos. Aun así, y pese a las decepciones y contratiempos, las colas para dejar el país son cada día más largas. Muchos trabajadores han convertido su trabajo en una profesión a tiempo completo. Cuando se les termina el contrato regresan a Nepal para permanecer solo unos meses, el tiempo suficiente para organizar una nueva aventura en otro país.
Este masivo éxodo de personas está teniendo graves consecuencias. En Nepal se ha abandonado la agricultura y el país es ahora un importador neto de productos agrícolas y receptor de miles de temporeros indios que llegan cada año para trabajar en los cultivos abandonados. Asimismo, la falta de convivencia entre los trabajadores migrantes y sus esposas ha traído consigo un aumento de los casos de VIH a causa de las relaciones extra maritales. Además, el descrédito de la educación es cada vez mayor. “Los niños ahora no se toman en serio los estudios. Su único objetivo es salir al extranjero”, afirma Ganesh Gurung, un experto en migración del Institute for Development Studies de Nepal. “La migración laboral es una bendición y una válvula de escape para nuestra economía, pero a largo plazo no es una solución para el desarrollo del país”.
Las autoridades cataríes han anunciado recientemente los esperados cambios de su reforma laboral, en concreto la eliminación de la ley kafala y del visado de salida, una norma por la que los trabajadores necesitan el permiso de sus jefes para salir del país. Qatar también ha prometido mejores condiciones laborales para los obreros contratados para construir estadios, pero no para los que trabajan en otro tipo de infraestructuras. Hasta ahora, sin embargo, el nuevo sistema no se ha implementado y según los testimonios de trabajadores y de organizaciones de Derechos Humanos, la situación sobre el terreno no ha mejorado. La Confederación Sindical Internacional ha dicho que la promesa de Qatar de cambiar la reforma laborar es "puramente cosmética". Aunque el pasado noviembre el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, calificó la situación de "inaceptable" y añadió que era preciso "introducir lo antes posible y de forma continuada condiciones de trabajo más justas en Qatar", la FIFA no ha planteado de momento revocar el derecho del Emirato a celebrar la Copa del Mundo. A pesar de las numerosas peticiones de entrevista que este periodista ha enviado a la embajada de Qatar en Katmandú, aún no ha recibido ninguna respuesta.
Traducido del inglés por Virginia Solans
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.