Diplomacia cibernética
Los directivos de Google visitan Cuba
Como si de una delícadísima misión internacional se tratara y después de largos meses de preparación y negociaciones cuatro altos directivos de una gran empresa estadounidense han visitado Cuba, donde se han reunido con representantes del Gobierno y también de la oposición. Y como en toda dictadura que se precie, la visita no ha sido comentada oficialmente y la población apenas ha podido conocer los hechos a través de los rumores que multiplican y distorsionan escasas informaciones del exterior.
Pero, a diferencia de otros hombres de negocios de diversas nacionalidades que visitan la isla, estos cuatro trabajan —siendo objeto de críticas, cometiendo errores y creando polémica como cualquier empresario— con un peligroso bien intangible capaz de hacer saltar por los aires cualquier situación establecida. O mejor dicho, con dos bienes: conocimiento e información. Porque los cuatro visitantes son parte de la cúpula de Google y la misión está encabezada por su presidente, Eric Schmidt.
La visita se antoja a primera vista como predicar el desierto. Cuba tiene la tasa de acceso a Internet más baja de Latinoamérica. Las pocas personas que pueden utilizarlo lo hacen a precios estratosféricos con sistemas controlados por el Estado y un clic en el lugar equivocado puede tener graves consecuencias. Los turistas extranjeros sí que pueden disfrutar de este servicio convertido en un privilegio, pero con una lentitud exasperante. Para el régimen de La Habana, Internet y la libertad que representa es un enemigo al que conviene mantener alejado de la ciudadanía.
Paradójicamente, tal vez el campo de juego que representa Internet es lo que puede hacer útil la presencia de Google en Cuba. El embargo decretado por EE UU en octubre de 1960 ha demostrado su ineficacia para facilitar la caída del régimen de los Castro. Y los cauces tradicionales apenas han logrado variar ligerísimamente la postura de La Habana sobre las libertades. Google no es un libertador, pero la mercancía que maneja sí puede ser liberadora. Donde la diplomacia tradicional fracasó puede anotarse ahora un tanto la diplomacia cibernética.
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