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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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La caja de Pandora

Habrá que observar lo que harán esos periodistas críticos con Letizia para realinearse ahora que va a ser reina indiscutible y la más delgada de todas

Boris Izaguirre
Doña Letizia, vestida con corona y banda para una cena en el Palacio Real.
Doña Letizia, vestida con corona y banda para una cena en el Palacio Real.REUTERS

¿Quién nos iba a decir el domingo que junio iba a ser el principio de una nueva era? Por más que las alabanzas al Monarca nos hagan pensar en el pasado con un poquito de nostalgia, nada puede quitarle al presente la adrenalina del cambio. Desde el lunes vivimos con preguntas y dudas. Para algunos incluso miedos. Esta semana ha sido como recuperar una verdad mitológica: la vida no es una caja de bombones. Es la caja de Pandora.

Ahora los dos grandes partidos políticos tienen dos cosas más para actuar al unísono: la constatación de su perdida de poder tras las elecciones europeas y la defensa de la Monarquía. Después de 39 años sin una ley para la abdicación, se han esmerado muchísimo en tenerla lista y bien redactada en un tiempo récord. Pero esa ágil capacidad de improvisación, tan española, tiene una pega: que la coronación tenga que ser no solo exprés, sino también austera. Y encajonada entre el final del rubalcabismo y el inicio del Mundial de fútbol. Y es que para las coronaciones existimos dos grupos de espectadores: a los que nos gustan a todo trapo y a los que no les interesan nada. Para empezar, ya tenemos algo novedoso en la coronación de Felipe VI: parece diseñada para aquellos que prefieren el término medio.

O sea, que nada de ver una reinona encantada y sobrevestida como Máxima de Holanda, ni disfrutar el secreto sadismo de observar cómo Carlos de Inglaterra encaja una vez más que “lo suyo” sigue siendo una lucha contra el infinito. Con pompa o circunstancia, o sin ella, la abdicación de Juan Carlos es en parte el triunfo de la clase media y de su lógica, porque convierte en reina a una representante de esa amplia mayoría de contribuyentes que lo han sobrevivido todo, incluso a la familia y a una crisis como la que aún atravesamos. Entre las cosas más interesantes del comienzo del nuevo reinado estarán observar cómo llevarán el ascenso los Ortiz Rocasolano y lo que harán esos periodistas críticos con Letizia para realinearse ahora que va a ser reina indiscutible y la más delgada de todas. Quizá Letizia ya esté hasta la coronilla de tener a la reina Sofía como referente, pero ahora puede inclinarse por estudiar a otras reinas, empezando por la salerosa Eugenia de Montijo o María Estuardo, probablemente la más moderna y poliédrica de las reinas católicas. Pero también a las bravas reinas del rock, Patti Smith o Tina Turner, referentes históricos más próximos y estimulantes para todos.

En ese concierto donde Zarzuela y rock se dan la mano, la familia real pasa de ser una coral con diferentes voces a quedar reducida a una potente banda de rock ligero, con seis miembros. Pero ¿dónde vivirá el Rey? En cenas y embajadas madrileñas se ha hablado de un tiempo nuevo compartido entre Madrid y Londres. Sí, Londres, y específicamente en el barrio de Belgravia. Aunque doña Sofía prefiere el barrio de Mayfair, mejor abastecido de tiendas. ¿Qué pasara con la reina Sofía? ¿Debemos observar cómo ha sido la vida de Fabiola de Bélgica o de Noor de Jordania una vez que la sucesión también les cambió la vida? A muchos les ha gustado que la Reina mantuviera la apariencia de normalidad perpetua y no alterara su calendario de causas humanitarias y festejos en Nueva York. Porque la normalidad, curiosamente, es algo que tanto a los Reyes como a muchísimos súbditos les fascina mantener en momentos anormales.

Normalmente pueden resultar incómodas, pero las manifestaciones de los republicanos durante la tarde del lunes permitieron ver que hay tela y que se siguen fabricando banderas tricolores, porque no se veían viejas o roídas por la polilla. Pudimos comprobar que la combinación de colores no es tan desacertada, algo que no siempre es fácil, pero es una cuestión de gustos. Al final esas manifestaciones fueron un pie de página, porque otra de las conclusiones que nos deja la abdicación es que se trata del mayor ejercicio de relaciones públicas y de promoción de la Casa del Rey en mucho tiempo. Es increíble lo que consigue una retirada, te vas y le caes superbien a todo el mundo. Te aplauden tanto en el Círculo de Empresarios como en la plaza de toros. Si hubiera pasado antes, cuando estalló el caso Nóos, todo habría sido muy diferente. Y Botsuana seguiría siendo un lugar en el África ardiente donde las cosas privadas son siempre privadas.

En la miríada de cosas que hemos visto publicadas esta semana de la abdicación ha llamado la atención un artículo en El Periódico de Aragón que, en el mismo instante que el Rey nos dejaba… sin habla, explicaba lo que debe hacerse para sacarle brillo a los metales. Cubiertos y coronas, por ejemplo. Parece que los limpiadores de metales que se encuentran en las tiendas contienen ingredientes agresivos y tóxicos. Es preferible limpiarlos con un simple paño humedecido en vinagre aguado. O dejarlos un día entero sumergidos en refresco de cola, que eliminará cualquier resto de oxidación. O echarles bicarbonato para recuperar el brillo de los metales oscurecidos o empañados. Nunca un artículo sobre el cuidado de los objetos de oro, plata o bronce fue más apropiado. Entre otras cosas, por resaltar que la vida, aunque latosa, es una caja de Pandora.

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