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red de expertos planeta futuro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Medio ambiente y salud: los riesgos están ahí y podemos prevenirlos

El bienestar de las poblaciones depende de manera directa de factores medioambientales y socioeconómicos más que de sofisticadas biotecnologías y genéticas

Buena parte del debate y la investigación actuales sobre salud se centran en genética, biotecnología o nuevas terapias potenciales. Estos avances son importantes, pero no resuelven cuestiones básicas relacionadas con la salud de las poblaciones, como por ejemplo por qué en muchos países se viene produciendo un crecimiento sostenido de los casos de linfoma, por qué más del 50% de la población española sufre sobrepeso o por qué en ciudades como Barcelona o Madrid todavía tenemos niveles de contaminación atmosférica muy por encima de lo que se considera “saludable”. Un modelo estrictamente biomédico de la salud y de la enfermedad no responde tampoco, por ejemplo, a por qué 6.000 personas murieron en 2009 en Bangladesh tras una tormenta moderada como el ciclón Aila. Y lo que es más, no nos dice a cómo podemos reducir el impacto de los efectos del cambio climático.

En contra de lo que mucha gente cree y de los principales intereses económicos que solo promueven biotecnología, la salud de las poblaciones depende de manera directa de factores medioambientales y socioeconómicos más que de sofisticadas biotecnologías y genéticas. El Día Mundial del Medio Ambiente es una ocasión para reivindicar una mejor diagnosis global sobre los factores medioambientales asociados con la salud y la enfermedad, así como para exigir que se implementen medidas para evitar amenazas muy serias en la salud de la población. Estas amenazas no son solo teóricas, están ya entre nosotros y han venido para quedarse.

Necesitamos averiguar si la exposición generalizada a los disruptores endocrinos, es decir, las exposiciones ambientales a sustancias que imitan la acción de las hormonas, está verdaderamente asociada con efectos en el sistema reproductivo de los hombres y con cánceres en las mujeres. No se trata de una investigación sencilla, por una razón importante: todos estamos expuestos. Por ejemplo, nuestros niveles de dioxinas (uno de los químicos más tóxicos que conocemos) son muy similares en toda España. Pese a que el 90% de nuestra exposición proviene de los alimentos que contienen grasas, nos encontramos que incluso en los casos de personas que se alimentan de una manera diferente los niveles de dioxinas son muy similares a los del resto, lo cual complica la evaluación en estudios con humanos.

Eso no significa, sin embargo, que los efectos no estén ahí. Sabemos que existen gracias a los experimentos con animales y hemos conseguido demostrarlo en sectores de la población que están expuestos a niveles muy altos de dioxinas, como los trabajadores de las fábricas de pesticidas, o poblaciones sensibles como los fetos. Hemos documentado, por ejemplo, que la exposición materna a dioxinas presentes en la comida está asociada con efectos en el sistema reproductivo de los recién nacidos de sexo masculino, como la reducción de la distancia anogenital. Lo mismo sucede con la contaminación atmosférica, a la que también estamos todos expuestos, aunque afortunadamente es más fácil de investigar. A través de grandes estudios realizados en toda Europa hemos descubierto que la contaminación atmosférica está asociada con un bajo peso al nacer y también con un incremento en los cánceres de pulmón, incluso a niveles por debajo de los límites que marca la Unión Europea —25 microgramos/metro cúbico (menos de 2,5 micras) en el caso de las partículas finas.

La investigación en salud ambiental ha permitido identificar numerosos riesgos. La generación de este tipo de conocimiento es un prerrequisito, pero no es sinónimo de prevención. Tiene que haber un compromiso en favor de la investigación y sobre todo un compromiso para la acción. En esto somos todos responsables, desde los gobiernos a los investigadores, de las empresas privadas a los ciudadanos. Podemos marcar la diferencia, ¡pero necesitamos actuar! Actuar a nivel individual para reducir nuestra propia contribución a la exposición ambiental (por ejemplo, la que tiene que ver con la contaminación atmosférica o con la producción de residuos), y actuar como comunidades (ya sea locales, nacionales o internacionales) para promover un modelo más sostenible para nuestras sociedades.

Manolis Kogevinas es Co-Director del CREAL, centro de investigación de ISGlobal.

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