_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Abdicación

La marcha del Rey muestra una necesidad social, las ganas de renovarse y de reinventarse

Rosa Montero

Antes de que se cumpliera una hora del anuncio de la abdicación ya había recibido por whatsapp siete chistes al respecto, siete viñetas con imágenes trucadas y muy elaboradas, y todas ellas confeccionadas en mitad de una mañana laboral. Esta es una de las consecuencias de tener seis millones de parados: que, cuando es menester chotearse del poder, hay muchísimo personal con tiempo y ganas suficientes para hacerlo. Después de los chistes llegarán, y se me abren las carnes de sólo pensarlo, infinidad de artículos y comentarios sesudísimos sobre la Monarquía. No quisiera yo extenderme en eso; digamos que creo que tanto la Monarquía constitucional como el sistema presidencial tienen sus pros y sus contras, y que, aunque el Príncipe me gusta y pienso que ahora no es el mejor momento, sin duda habrá que hacer antes o después un referendum sobre cual es la forma de Gobierno que queremos. Pero mi primera reacción ante la abdicación no ha sido política, sino personal. Ha sido la constatación del paso del tiempo; la sensación de alivio pero también de melancolía ante la desaparición de un tío abuelo irritante y que ya se estaba poniendo imposible pero que ha formado parte del paisaje de una buena parte de tu biografía. O sea: su abdicación como metáfora de tantas otras abdicaciones en la vida, de los cambios, las pérdidas, las despedidas. Pero también de los renacimientos. Las bromas sobre la marcha del Rey muestran una necesidad social, las ganas de renovarse y de reinventarse. Después de que las últimas y deprimentes elecciones revelaran que una cuarta parte de la UE es fascista (a veces, de pura desesperación, deseé marcharme de España; ahora deseo marcharme de Europa), necesitamos una catarata de abdicaciones. Necesitamos acabar con el viejo mundo y ser capaces de inventar algo mejor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_