Los machos van en poni
Dos documentales se adentran en el mundo de los 'bronies', los hombres adultos que aman Mi pequeño pony
DustyKatt es un mecánico, ex jugador de fútbol americano, aficionado a las motos clásicas…y fan enfervorecido de Mi Pequeño Pony. DustyKatt (nombre de chat) es uno de los protagonistas de A Brony Tale, un documental que pudo verse en el pasado festival de Tribeca y que distribuirá Morgan Spurlock, el director de Supersize Me. La película se adentra en el mundo de los bronies, los hombres adultos que viven por y para la serie de dibujos animados Friendship is magic, protagonizada por pequeños ponis.
Aunque se suelen disfrazar como sus ídolos en las convenciones, los bronies no son plushies (gente que se viste de oso de peluche para mantener encuentros sexuales) ni –generalmente– se mueven por extrañas parafilias. De hecho, en la mayoría de los casos, su amor por este juguete infantil y por la serie de dibujos, que está pensada para niños desde los 2 años de edad, ni siquiera es irónico sino de una sinceridad desarmante. Sencillamente creen que la amistad (entre ponis y entre humanos), de verdad, es mágica.
Todo eso aprendió Brent Hodge, el director del documental, que vivió una especie de viaje del escepticismo a la apología total a medida que rodaba la película, que le ha quedado como una oda a esta subcultura. Hodge incluso incluye el testimonio de dos psicólogos que han hecho un estudio sobre la comunidad brony y han llegado a la conclusión de que tienen un nivel de neurosis muy inferior al de la población media.
La narradora, que hace de hilo conductor, es Ashleigh Ball, una actriz de doblaje que pone voz a dos de los ponis más populares de la serie, Applejack y Rainbow Dash. En 2010 (el Año 0 de la Cultura Brony), Ball empezó a recibir vídeos y correos de estos fans adultos. “Todas mis alertas anti-pervertidos se dispararon”, confiesa en la documental. Pero ahora se ha acostumbrado a ser la estrella de algunas de las muchas convenciones de bronies que se celebran, en las que firma autógrafos (más de uno se ha tatuado su rúbrica) y les dedica a sus fans sus característicos relinchos de poni, en un registro agudísimo.
Como tantos otros memes y modas, el rollo brony nació en los foros de 4chan, la web-nodriza de la cultura internetera. Varios hombres jóvenes que habían visto la serie con sus hijas o sobrinas empezaron a comentarla y crearon una microcomunidad que con el tiempo se ha transformado en todo un fenómeno compartido por decenas de miles de fans, la mayor parte de entre 20 y 40 años. Ahora su órgano consultivo es EquestriaDaily, el epicentro de todo lo brony, donde se discute el significado de cada episodio con la misma pasión encriptadora que ponen los seguidores de Juego de Tronos o Mad Men, se comparte la fan fiction (normal y “sólo para adultos”), se cuelga el poni-arte amateur y se informa de todas las actividades de la comunidad, que no son pocas.
Tanto Hasbro, la empresa juguetera que fabrica los pequeños ponis, como la creadora de la serie, Lauren Faust, reconocen a ese target entre sus fans y son muy conscientes de que ya no hacen un producto para niñas de cinco años que atraviesan su perentoria fase cursi. Faust incluso participa de vez en cuando en foros de fans, que suelen recibirla con la reverencia que la Comic Con dispensaría a J.J. Abrams.
Los testimonios que aparecen en la película, djs, bodybuilders y hasta un militar que ha redescubierto su lado artístico, que antes reprimía por temor a lo que pensarían sus compañeros de la armada, se toman su fandom muy en serio y lo exhiben como prueba de una nueva masculinidad. “Se supone que tenemos que beber cerveza, montar en moto y que nos tienen que gustar las explosiones. Esto es lo que nos meten en el cerebro desde el momento en que nacemos y nos ponen en una cuna de color azul”, proclama el mecánico DustyKatt, que ya no tiene por qué conformarse con el azul, ni con el rojo, y ahora disfruta del universo pastel y multicolor de Twilight Sparkle, el pony unicornio que protagoniza Friendship is magic –un buenazo–, su mentora Celestia y el resto de sus amigos de Ponyville: Applejack, Rarity, Fluttershy, Rainbow Dash y Pinkie Pie.
Si los dibujos despiertan algo en la memoria sentimental de sus fans adultos no es del todo casual. La creadora, que fue guionista de Las Supernenas, asegura que tenía muy en mente las series que veían sus hermanos de pequeños: Tranformers y G.I.Joe. Aún así, el argumento típico de un capítulo (poni se empeña en algo, poni falla, poni aprende una lección con la ayuda de sus amigos) hace que, a su lado, un episodio de, pongamos, Las Tortugas Ninja parezca True Detective.
A Brony Tale no es el único documental que se ha rodado sobre el tema. El año pasado se estrenó también Bronies: The Extremely Unexpected Adult Fans of My Little Pony, que se centra en las convenciones de fans que ya se celebran también en Alemania, y Reino Unido, culminando en la BronyCon, la madre de todas las reuniones brony y que este año tendrá lugar a principios de agosto en Baltimore –exacto, la ciudad de The Wire–.
España también tiene su pequeña comunidad brony, articulada en torno a la web Spaniard Hooves. Han organizado encuentros en Barcelona, Madrid y Valencia y entre sus fundadores se cuentan un programador informático, un historiador y varios diseñadores gráficos que, en su tiempo libre, dan rienda suelta (mal chiste completamente intencionado) a su pasión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.