Unidos o fragmentados
Los partidos deben priorizar la lucha contra la crisis que ha socavado el proyecto europeo
De las próximas elecciones del 25 de mayo los europeos saldrán más unidos o más fragmentados. Por eso es clave la máxima participación. Debería estimularla su novedoso carácter de designación semiautomática del próximo presidente de la Comisión Europea. La disyuntiva entre un espaldarazo a una mayor integración y el retroceso hacia los nacionalismos desintegradores se presenta más dramática que nunca. Porque la crisis económica actúa como corrosivo de los metales cohesionadores con los que se edificó la UE: la solidaridad Norte-Sur, el modelo social integrador, la mutua tolerancia entre los federalistas y los partidarios de una mera zona de libre cambio, el espíritu democrático conjugado con una aceptable gestión tecnocrática.
Todo eso está sometido a prueba. Y no solo por la crisis, sino también porque a su amparo fructifican los movimientos que propugnan salidas egoístas, xenófobas, eurohostiles, reaccionarias. Si los rugidos de estas minorías salvajes se amplifican en Estrasburgo por culpa de una fuerte abstención, los demócratas no podrán escudarse en lamentos jeremíacos sobre los déficits de liderazgo o la falta de tracción emotiva de los programas en liza.
Deberán los ciudadanos antes que nada exigirse a sí mismos, y no solo a sus representantes, coherencia. Porque hay un alto nivel de desafección popular hacia la UE, pero las encuestas indican que ese distanciamiento es aún mayor respecto de los Gobiernos nacionales. De lo que se sigue cuán injustificada sería una significativa abstención diferencial. Es ya hora de preguntarse no solo por lo que Europa hace por nosotros, sino también qué hacemos nosotros por una Europa que nos garantiza un entorno de paz y suficientes mecanismos para recuperar el bienestar social erosionado.
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Para superar la fragmentación originada por el deficiente manejo de la crisis, los partidos deben priorizar la lucha contra esa misma crisis. Discutamos sobre cómo combatir el paro y cómo crear empleo. Eso significa debatir en concreto sobre el nuevo programa de crecimiento y empleo, la “garantía” al empleo juvenil, la insuficiencia de los 6.000 millones para ella previstos, su ejecución por los Gobiernos, su control por la Eurocámara: los aspirantes a diputado que no sepan qué responder a estas cuestiones, mejor que se queden en casa a estudiar.
Igualmente habrá que debatir el sesgo de la política económica continental: qué rigor, qué austeridad, qué flexibilidades. Y cómo se completa la unión económica, qué nuevas propuestas hay sobre la unión bancaria, sobre la tasa Tobin, sobre la armonización fiscal, sobre un seguro de desempleo a nivel europeo, sobre un itinerario hacia una deuda común. Si la solución a la crisis de Europa es más Europa, como creen los españoles, ¿de qué Europa se trata? En muchos asuntos deberá asumir más competencias; en otros, dejar espacio al resto de administraciones.
Los programas de los principales partidos son decepcionantes en estos y otros asuntos clave como la inmigración, la gestión de fronteras o la política exterior. Pero los esfuerzos de unos y otros han sido diferentes hasta ahora. El PSOE ha mostrado más sensibilidad e interés, como lo demuestra que su candidata, Elena Valenciano, sea la número dos del partido, y que en su presentación oficial en Madrid haya contado con la presencia de Martin Schulz, el aspirante socialista a presidir el Ejecutivo comunitario. Enfrente, el PP ha arrastrado los pies hasta dar a conocer a su candidato.
Es vital que la ciudadanía cubra en la campaña la insuficiencia de oferta con una creciente presión de demandas. Esta no es la oportunidad de que los aspirantes paseen vanidades, sino la ocasión de que los electores debatan, requieran, exijan, contrasten y vayan perfilando un mandato. Si no es ahora, ¿cuándo?
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