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Columna
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Elena

A las mujeres se les exige todo, una excelencia global que jamás se demandaría en un varón

Rosa Montero

Mañana le darán el Cervantes a Elena Poniatowska. El premio lo han ganado ya 35 hombres; ella será la cuarta mujer. Tampoco hay más en el premio de la Crítica: tres mujeres contra 63 hombres; en cuanto a los Nacionales de Narrativa, en los 36 que hubo desde la Transición solo hay dos escritoras. Una cosecha ridícula y que no refleja la realidad. Hemos avanzado muchísimo en la demolición del sexismo, pero sigue habiendo profundos prejuicios machistas (que también padecemos las mujeres) que nos condenan a ser lo otro, lo ajeno, lo secundario. Ya se sabe que, si una autora escribe una novela protagonizada por una mujer, todos piensan que está hablando de mujeres; mientras que si un varón escribe una novela protagonizada por un hombre, todos piensan que está hablado del género humano. Cuando Elena ganó el Cervantes, oí decir a algunos que no les parecía bien por las posturas políticas de Poniatowska. Pero eso a los hombres no se les tiene en cuenta; por ejemplo, no se dijo de Gabo, cuya línea ideológica me pareció a veces disparatada, sin que ello mermara su altura colosal. Quiero decir que a las mujeres se les exige todo, una excelencia global que jamás se demandaría en un varón. Esto no es consciente; es una ceguera insidiosa que nos impide ver con normalidad a las mujeres. Por ejemplo: hace un par de meses hubo un manifiesto de mujeres contra la ley del aborto de Gallardón, con más de 1.500 firmas, muchas muy conocidas. Solo se publicó, con poca relevancia, en EL PAÍS digital. Un mes más tarde, un grupo de hombres apoyó ese manifiesto con 350 firmas. Les dieron una página entera, con foto, en EL PAÍS de papel. Ya ven, nosotras no valemos tanto, casi se diría que no existimos. Menos mal que, de cuando en cuando, se pone en pie una giganta como Elena. Lean su última novela, Leonora. Disfruten de su fuerza narrativa, de su prosa perfecta.

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