Ha muerto un mundo
El Nobel colombiano García Márquez animó a los latinomericanos a dar voz a sus dramas y desafíos
Fue uno de los grandes escritores del siglo XX. Creó un mundo propio, como otros fabuladores de su estirpe, como Faulkner, Borges u Onetti, y ahora es imposible decir si lo que fabuló fueron sueños suyos u otra manera de ver la realidad. “La realidad copia a los sueños”, dijo. Ese mundo que inventó a partir de lo que vio de niño en Aracataca se llama Macondo y tuvo su territorio principal en una de las mejores novelas de la lengua española, Cien años de soledad.Como periodista, fue un maestro de la crónica, el reportaje y la columna, y tuvo discípulos de todas las generaciones, hasta ahora mismo.
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Desde Aracataca, donde nació, hasta el último confín del mundo, sus libros y su universo hicieron inconfundible el nombre con el que lo llamaban sus amigos, sus compañeros de las redacciones colombianas, sus colegas y hasta sus adversarios, Gabo, Gabriel García Márquez. Ganó el premio Nobel de Literatura en 1982, cuando aún era un joven novelista ávido de historias. Y siguió siendo, ya como el gran fabulista que fue, un periodista que quiso promover diarios “para contar cómo es la vida de la gente”. Animado por ese afán que lo movió a estar en contacto con los sucesos durante los mejores años de su juventud y de su vida, terminó creando una fundación para enseñar a jóvenes a encariñarse con el que él llamó “el más bello oficio del mundo”.
Su trayectoria personal como escritor y como periodista es solo una de las facetas de su inabarcable personalidad. Pues también fue observador político, consejero de altos mandatarios que buscaban en él la experiencia y la perspicacia, e interesado testigo de las revoluciones (y de las contrarrevoluciones) que se desarrollaron en América Latina. Medió para que su país, Colombia, recuperara la paz que perdió hace más de cincuenta años y dio testimonio de los episodios que vivió de cerca con la lente del enorme periodista que fue. En cuanto a esa parte del continente, siempre se mostró optimista. “Yo creo que vamos a salir adelante los latinoamericanos”, dijo en una ocasión, en la que afirmó también: “Tal vez terminemos en América Latina por inventar fórmulas que la autosuficiencia y el narcisismo europeo no han logrado en 2.000 años”.
Ese fue su territorio personal, América, y ese fue, como periodista y como ciudadano, el ámbito de su compromiso y de su esperanza. Pero como fabulador no tuvo frontera alguna; escribía para desafiar la realidad, para ponerles nuevos nombres a las cosas que jamás nadie había visto. Era un creador metódico, que escribía escuchando a Bach y mirando hacia territorios que convirtió en mitos sin los cuales no pueden concebirse ni la literatura ni la vida de los hombres que lo leyeron. Es un escritor, un periodista, y su mundo es ya uno de los mitos de nuestro tiempo. Ha muerto Gabo, deja un mundo.
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