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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Que les saquen del error

ETA interpreta gestos de Urkullu y su partido como oportunidad para abrir una negociación

Se da por supuesto que las “aportaciones significativas” que ETA se compromete a hacer en breve para impulsar “el proceso” se refieren a alguna iniciativa de entrega de armas, ahora en el marco de lo que llama “vía vasca”. No se entiende por qué, si ya lo han decidido, no las entregan en lugar de anunciar que pronto lo anunciarán. A no ser que se trate de hacer durar todo lo posible ese proceso, ahora a través de esa “vía vasca”. Una vía de la que se habló hace meses en relación precisamente con la entrega de los arsenales a las instituciones de Euskadi, y que fue desmentida por la izquierda abertzale.¿Qué ha pasado para que ahora la retome ETA?

Un documento incautado en los despachos de los abogados de ETA detenidos en enero contiene una propuesta del Gobierno vasco a Sortu sobre posibles iniciativas con relación a la gestión del fin de la banda. El Ejecutivo se comprometía (con matices) a realizar gestiones de política penitenciaria, a colaborar con los agentes internacionales, atender a las recomendaciones del Foro Social, etcétera. Y esperaba de la izquierda abertzale que hiciera una “declaración significativa” de reconocimiento del daño causado por ETA, y que los presos aceptaran las “vías legales e individualizadas” de acceso a beneficios penitenciarios.

La cuestión no es tanto el contenido de la propuesta como el hecho de planteársela a Sortu aparentemente a espaldas de los demás partidos. Es verosímil suponer que ETA la haya conocido e interpretado como oportunidad para recuperar la dialéctica de una negociación de Euskal Herria con España. Idea que se habría reforzado con la participación del PNV en la manifestación por los presos de enero. Es lo que se deduce de este último comunicado en el que ETA no solo no se plantea su disolución, sino que pretende prolongar su existencia, ahora como agente político emboscado entre organismos varios del País Vasco que pactarían una propuesta sobre las “consecuencias del conflicto” (presos y desarme), a defender frente a Madrid. De momento adelanta que también deben desarmarse España y Francia.

En 2009, ETA defendió en un texto de debate alternativo al de Otegi y compañía que no entregaría las armas, sino que “las guardaría” y que no “desaparecería”, sino que “continuaría como organización política dentro de la izquierda abertzale hasta que otro tipo de situación y debates diga lo contrario”. Parece haber un conato de vuelta a esa hipótesis, unida ahora a la de la negociación. Incluso en relación con los presos. Lo que constituía el avance principal para una salida realista, la aceptación de las vías individualizadas, retrocede a la colectiva de la negociación.

Sobre las cuestiones planteadas, disolución y presos, el Gobierno de Urkullu parece ser partidario de avances graduales: entregas de armas y aplicación de la vía Nanclares. Pero si ETA interpreta los contactos con Sortu sobre esos temas como una oportunidad para aplazar indefinidamente su disolución, convendría que sus interlocutores les sacaran de su error.

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