Kicillof, la cara guapa de la economía argentina
Mimado por Cristina Fernández, el titular de la cartera económica se ha convertido en el ministro de moda en Argentina
En ciertas universidades pueden encontrarse uno de esos profesores atractivos de 42 años con aspecto de 30 a los que nunca se les vio con corbata. Cuando fueron estudiantes les sobraba tiempo para sacar las mejores notas de la universidad mientras fundaban asociaciones políticas de izquierda de nombres tan explosivos como TNT -Tontos pero No Tanto-. El actual ministro de Economía, Axel Kicillof, alumno y después docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), era uno de esos tipos que no pasaba inadvertido. Cuando comenzó a ejercer de profesor de Economía profundizó sus estudios sobre Carlos Marx y dedicó siete años de su vida a redactar una tesis sobre John Maynard Keynes. Mientras tanto, asesoraba a sindicatos y gobiernos provinciales. Su vida dio un vuelco en 2009, cuando la organización juvenil y peronista La Cámpora decidió incorporarlo a la dirección de Aerolíneas Argentinas, dentro del “proyecto nacional y popular” de Cristina Fernández. A partir de ahí, la presidenta fue delegando cada vez más poder en Kicillof.
Buen amigo de Máximo Kirchner -el hijo mayor de la presidenta- y ya convertido en vicesecretario de Economía, convenció a Fernández sobre la conveniencia de expropiar el 51% de las acciones de YPF a Repsol en abril de 2012. En la primera junta de accionistas de la petrolera expropiada pudo vérsele por la sede de la compañía subiendo y bajando las escaleras con paso rápido, bromeando con los camareros que atendían la junta de accionistas. Exudaba una confianza en sí mismo que sus críticos y algunos de sus colaboradores no dudan en calificar de soberbia. Un año después, se le ve en la casa Rosada con pantalones vaqueros y chaqueta, con cuaderno y boli, rodeado de su equipo económico, gente del mismo porte juvenil, con chaqueta y sin corbata.
Convenció a la presidenta para expropiar el 51% de las acciones de YPF a Repsol
Los compañeros de Kicillof en el Gabinete dicen que en su cabeza le cabe hasta el último detalle de la política financiera, monetaria y fiscal del país. Y que su tesis es de lo mejor que se ha escrito sobre Keynes. Sin embargo, el economista y diputado opositor Alfonso Prat-Gay, quien fuera presidente del Banco Central con el presidente Néstor Kirchner entre 2002 y 2004, sostiene que la política económica de Kicillof es de aficionado, aunque en vez de “experimentar” con sus alumnos experimenta con 40 millones de argentinos.
Hijo de padre psiquiatra y de madre psicoanalista judía, criado en el lujoso barrio porteño de Recoleta, Kicillof es el segundo de tres hermanos. El mayor estudió informática y la menor psicología. Los tres completaron sus estudios con matrícula de honor.
Kicillof es de complexión delgada y no debe medir mucho más de 1,75 centímetros. Está casado con Soledad Quereilhac, de 38 años, profesora de literatura y aficionada a bailar tango. En el bisemanario Perfil se la describía como una mujer “linda, brillante y graciosa” (…) “Buenos modales, escaso maquillaje, pelo largo y suelto, pantalones, camisas, zapatos bajos y un diminuto piercing en la nariz conforman el sello distintivo de la esposa de Kicillof, una docente siempre atenta a los comentarios de sus alumnos y a la puntualidad con la que inicia sus clases. Su prototipo, podría decirse, es el de una mujer que no se esfuerza en nada por llamar la atención pero sin embargo tampoco pasa nunca desapercibida”.
La pareja tiene dos hijos de dos y cinco años. En febrero de 2013 Kicillof regresaba junto a su esposa y sus dos hijos en un ferry desde Montevideo a Buenos Aires cuando varios pasajeros lo insultaron y abuchearon a causa de las restricciones en la compra de dólares que ya había implantado el Gobierno. Su esposa pidió consideración hacia los niños pero finalmente tuvieron que refugiarse los cuatro en la cabina del capitán.
Las pocas fotos donde se le ve fuera del trabajo se realizaron sin su conocimiento ni consentimiento. La revista argentina Noticias, por ejemplo, lo fotografió este mes en su barrio con bermudas, calcetines, camiseta y el carrito de la compra. En otras ocasiones se difundieron fotos de sus hijos. Y eso ya le preocupa mucho más al ministro. A Kicillof no le gusta hablar de su vida íntima, al contrario que sucede con la presidenta, Cristina Fernández. Pero tampoco parece esforzarse en dominar sus emociones. El viernes 24 de enero, en medio de las turbulencias por la mayor depreciación del peso sufrida en los últimos 12 años, Kicillof asistió en silencio a una conferencia de prensa del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. Cuando ya se iba, ante las preguntas de los periodistas, agarró el micrófono y disparó: "Los mismos que dijeron durante diez años que el dólar valía un peso, ahora nos quieren convencer de que vale 13”. Y se fue. En la Casa Rosada suscita simpatía el mal genio que deja escapar Kicillof con los enemigos del “proyecto nacional y popular”.
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