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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prudencia del BCE

Draghi acierta al seguir vigilante ante la alta tasa de paro y las peores condiciones de vida

Está en lo cierto el presidente del BCE, Mario Draghi, al admitir que es demasiado pronto para considerar que la crisis económica de la eurozona está superada. Por eso, no es solo razonable que mantenga tipos de interés históricamente reducidos (el tipo repo sigue en el 0,25%), sino que asuma que puede hacer uso de herramientas adicionales si la combinación de reducida actividad y muy baja inflación sigue presidiendo la escena del área monetaria. El alejamiento de riesgos deflacionistas se garantizaría aún más si aquellas economías con mayor margen de maniobra para políticas expansivas las pusieran en práctica cuanto antes.

En los últimos meses la mayor parte de los indicadores de la eurozona han mejorado de forma sensible. No solo se ha dejado atrás la recesión, sino que ha aumentado la confianza de familias y empresas presagiando ritmos de crecimiento económico algo superiores a los anticipados. Ello ha contribuido a que los mercados financieros iniciaran el año muy favorablemente, suavizando las tensiones en los mercados de deuda soberana y propiciando prematuras declaraciones de abandono de la crisis, como las del presidente de la Comisión Europea.

Con tasas de desempleo todavía en máximos históricos y una inflación en mínimos desde que nació la serie estadística correspondiente, no hay mucho lugar, sin embargo, para echar las campanas al vuelo. Es más, la eurozona sigue siendo el bloque económico más rezagado y amenazado. No solo por un horizonte de nuevas revisiones de la calidad de los activos bancarios vinculadas a la transición a la unión bancaria, sino por una tasa de variación de los precios que tras el registro de diciembre invita a la inquietud. El 0,7% en que ha quedado la tasa central de inflación en diciembre, además de lejana de la referencia del 2% que mantiene el BCE, es un rasgo más de esa japonización que conforma los perfiles de la eurozona. Con alguna diferencia significativa: una tasa de desempleo que nunca ha registrado la economía nipona en sus largos años de recesión y estancamiento y un grado de fragmentación financiera como el que sigue dominando los sistemas financieros europeos.

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El elevado desempleo sigue denunciando la incapacidad de las instituciones europeas para gestionar la crisis y garantizar el freno al deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos. Esta ha de ser la prioridad. Por eso hace bien el BCE en tener a mano decisiones adicionales que sigan la dirección de la política de la Reserva Federal estadounidense que, junto a una política fiscal más prudente, se ha revelado adecuada a los propósitos de que entre las señales de recuperación sea el empleo una de las que destaque en mayor medida. Mientras ello no tenga lugar, la crisis seguirá instalada en la eurozona. Y cuanto más tiempo lo haga más difícil será recomponer la capacidad de producción perdida y el daño al bienestar de las personas.

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