El fatídico viaje de Mónica Spear
Venezuela llora el asesinato de su ‘miss’ la noche de Reyes. Una modelo amante de sus raíces que supo superar el estigma de reina de la belleza para abrirse camino en televisión Tras encadenar varias telenovelas, rechazó un trabajo para tomarse un respiro y disfrutar de su país junto a su familia. Una decisión que resultó fatal
Mónica Spear hizo el camino a la inversa. Estudió y vivió en el destino más apetecido por los venezolanos, Estados Unidos, y regresó a Venezuela para ganar en 2004 el acontecimiento cultural más importante del país, Miss Venezuela, e iniciar una fugaz e intensa carrera como actriz de telenovelas. Amaba a este país. Muchos de sus compatriotas hacen el camino contrario y buscan salir de un país cuyas autoridades dicen estar haciendo una revolución. Lo más visible de ese lance es la estela de muerte que ha quedado a su paso. Las cifras extraoficiales hablan de una sangría continuada que alcanzó cotas de país en guerra en 2013. 24.763 homicidios, 79 por cada 100.000 habitantes, 67 cada día. Tres cada hora.
Mónica Spear se colocaba más allá de todas esas sombrías estadísticas con optimismo. Como tantos otros de sus compatriotas, ella se reconocía en las bellezas naturales de este país mucho más que en los desangelados conjuntos de viviendas del Estado de Florida, donde reside su familia, y los centros comerciales de descuentos. Había trabajado en algunos de los parques temáticos de Orlando mientras estudiaba Arte Dramático en la Universidad de Florida Central, y quizás comprobara que lo suyo no era la vida ordenada y previsible de ese país. “Fue la única de mis hijos que no pude sacar de Venezuela”, se lamentaba su padre, Rafael Spear, cuando llegó al funeral procedente de EE UU.
"Tenía el aura de las estrellas", recuerda sin disimular su tristeza el escritor Leonardo Padrón
Su vil asesinato la noche de Reyes en un paraje solitario de una autopista que comunica Puerto Cabello, el principal puerto del país, con la ciudad industrial de Valencia acabó a los 29 años con la promisoria carrera de una joven que superó el estigma de reina de la belleza que se vale de su físico para aparecer en la pequeña pantalla. Lo sabe Leonardo Padrón. En 2010 este autor comenzó a escribir los libretos de La mujer perfecta, una telenovela cuya protagonista rompía con el molde de los culebrones mexicanos y venezolanos que juntan a la niña pobre con el hombre rico. Mónica Spear interpretaría a una chica con síndrome de Asperger que se enamora de un galán casado. Padrón enfrentó aquella primera reunión con Spear con el prejuicio propio que sienten algunos escritores por las reinas de la belleza. Le explicó entonces el reto: disimular la belleza que tanto resaltaba con un atuendo propio de una provinciana incapaz de mirar a los ojos a su interlocutor. Mónica, recuerda Padrón, no solo dio con el tono del personaje, sino que acudió a Sovenia, una organización pionera en Venezuela en la comprensión del autismo, para preparar el personaje. “Ahí creció mi respeto por ella”, reconoce.
Fue la última telenovela que hizo en Venezuela. “Tenía el aura de las estrellas”, afirma Padrón con una tristeza que no puede disimular. Encabezó el reparto de Mi prima Ciela (2007) y Calle luna, calle sol (2009) en Radio Caracas Televisión, un canal cerrado por órdenes del entonces presidente Hugo Chávez. Se la vio acompañando a los estudiantes opositores que tomaron las calles con las manos pintadas de blanco. Sería la única vez que su nombre se asoció a la cruel polarización que divide al país desde hace 15 años. Quizás escapara del estigma por el hecho de que después de encarnar a Micaela Gómez en La mujer perfecta fue contratada por la cadena Telemundo para encabezar el reparto de dos telenovelas: Flor salvaje y Pasión prohibida.
Al culminar este último culebrón decidió rechazar una tercera producción sin tomar vacaciones. Rechazó el papel protagonista de la nueva telenovela del escritor venezolano Ibsen Martínez, exitoso autor de Por estas calles (1992), quien volvía al género tras de una década de mutis. “Era mi candidata”, reconoce, quien había sido informado de sus progresos actorales. Además, Spear tenía un camino andado en Telemundo, empresa coproductora del dramático, que podría augurar la sintonía en el mercado de EE UU. “Pero el camino está lleno de baches. Quería una pausa”.
A finales de noviembre comenzó esa pausa con un largo viaje por la Venezuela profunda con su pequeña hija y su exesposo, Thomas Henry Berry, un inglés enamorado de la geografía venezolana, que decidió promover el país que acogió a sus padres fundando una agencia de turismo extremo. Se divorciaron en 2012, pero mantenían una buena relación. Nadie podrá saber si ese viaje terminaría en una reconciliación, pero la hermosura de los paisajes que enmarcaron su último paseo como pareja lucía como el decorado perfecto para luego narrarlo. La cuenta de Instagram de la actriz nos enseña esa felicidad: madre e hija bajo una cascada o la actriz meditando con los indios waraos en el delta del río Orinoco.
A las diez y media de la noche del 6 de enero ese viaje terminó a balazos. Mientras los venezolanos dormían, la doctora Alida Yépez, pediatra de guardia del hospital de Puerto Cabello, dio el primer aviso de lo que ha significado una gran tragedia para este país. En su cuenta de Twitter avisó: “Recibimos hace dos horas a una niña de cinco años que dice ser familiar de Mónica Spear. Está herida de bala, pero estable”. Sus padres yacían dentro del vehículo en el que recorrían el país.
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