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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ideología ‘neocon’

Cuando se ha iniciado la segunda parte de la legislatura y el PP asoma la patita de su ideología más pura

Joaquín Estefanía

Mejor libro de autoayuda para las Navidades: el programa electoral del Partido Popular en sus dos modalidades (abreviada: Súmate al cambio; completa: Lo que España necesita). Cualquiera que lo lea sabrá la hoja de ruta que el Gobierno NO va a seguir en el tiempo de legislatura que le queda, pese a su mayoría absoluta.

Ese programa, que ya gozaba de ambigüedad calculada porque fue elaborado en la convicción de que el PP iba a ganar los comicios con holgura, al menos incorporaba las ideas generales de una forma de gobernar: crecimiento y empleo (trabajo seguro, no temporal, se decía), bajada de impuestos, equidad, servicios públicos, educación... Sobre todo ello ya sabemos en qué grado se ha cumplido el contrato.

Cuando se ha iniciado la segunda parte de la legislatura y el PP asoma la patita de su ideología más pura (ahora no se trata del estado de necesidad que dejaron los socialistas en la economía, sino de aquello en lo que creen), con iniciativas como la ley de seguridad o una ley de huelga disfrazada de servicios mínimos, vuelve a ser literatura fantástica la lectura del programa electoral. De lo que van a hacer en esos terrenos, no hay ni una palabra.

Se recomienda el capítulo ‘Democracia ejemplar’, del programa del PP. Literatura fantástica

Es hermoso dedicarse atentamente a un capítulo titulado Una democracia ejemplar, cuyo diagnóstico no se puede dejar de compartir. Decía en 2011 el PP: “Nunca se ha registrado un grado tan elevado de desconfianza hacia la política (...) La corrupción es una seria patología de la democracia. La lucha decidida contra la corrupción será un esfuerzo prioritario con un claro reflejo legislativo e institucional”. ¿Y por qué ha sucedido ello? Porque “las instituciones se han alejado de las prioridades de los ciudadanos, han perdido crédito por su utilización partidista y se han debilitado por la ruptura de los acuerdos básicos que las sustentan”.

El PSOE las ha patrimonializado. Lo contrario de lo que se ha hecho ahora, por ejemplo, con la Agencia Tributaria. Al llegar al Gobierno, el PP devolvería la confianza en la independencia de los jueces y tribunales, como hizo en el Tribunal Constitucional, poniendo a su frente (lo nunca visto) a un militante del partido con claros indicios de incompatibilidad real con el puesto. Asimismo trabajaría con decisión en la solvencia y equilibrio de los órganos de supervisión y de control de los sectores regulados (en uno de ellos, la CNMV, puso de presidenta a una diputada del PP al frente; los demás, exceptuando el Banco de España, unificados en un experimento al menos dudoso, en el peor momento: cuando se multiplican los casos de colusión entre intereses empresariales y la necesaria competencia).

En seguridad ciudadana, el PP también era rotundo: reforzamiento de la presencia policial en calles y barrios, y coordinación entre todos los cuerpos policiales (con homologación de sus condiciones), “sin que sea necesaria la creación de nuevas policías autonómicas”. Ahora ya sabemos por qué: porque hay más margen para la privatización de la seguridad.

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