Racismo y xenofobia
La tibieza de las corrientes europeístas facilita la forja de un frente extremista antieuropeo
Hay motivos de alarma. Los partidos populistas o radicales de derechas no dejan de señalar a “enemigos” exteriores, ya se trate del islam en su conjunto o de las “oleadas imparables de inmigrantes” a las que se refiere el holandés Geert Wilders, líder del partido antimusulmán de su país. El agitar tales ideas viene de lejos, pero su mediática reunión del miércoles con la ultraderechista francesa Marine Le Pen corrobora el salto político que pretenden dar: forjar una alianza capaz de hacerse con un grupo del Parlamento europeo en las elecciones de la primavera próxima. El peligro xenófobo crecerá y se hará muy real si políticos, círculos influyentes y una gran mayoría de ciudadanos se refugian en la tibieza.
El plan no es otro que utilizar la institución para derruir los valores europeístas, fortalecer las fronteras nacionales y oponerse a cualquier medida de integración de inmigrantes en los países de la UE. Sus propósitos no deben subestimarse. Aunque no están de acuerdo entre ellos en todos los temas —tampoco con los populistas o ultranacionalistas de Gran Bretaña, Italia, Bélgica o Escandinavia, a los que pretenden atraer— el peligro reside en la creciente debilidad de los diques ideológicos que les separan de las corrientes centrales en cada democracia.
Frente a la contundencia de los argumentos extremistas se alzan la duda, la tentación del contagio o la inclinación a dar por bueno que, en efecto, hay demasiados extranjeros. El cierre al éxodo sirio representa una muestra del miedo al populismo en un continente que se resiste a aceptar a 30.000 refugiados en situación especialmente vulnerable, el 1% de los tres millones que se estima habrán huido de Siria el año próximo a causa del conflicto interno.
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El racismo también va en aumento, como se observa claramente en Francia. Un semanario ultraderechista se ha permitido dedicar su portada a la ministra de Justicia, Christiane Taubira, de raza negra, presentándola como un astuto simio. Es la más reciente de una serie de injurias racistas dirigidas a la ministra desde que lideró la ley del matrimonio entre homosexuales. Muchos políticos le han expresado su solidaridad y la fiscalía intenta una acción judicial contra la revista, pero no basta con dejarlo todo en manos de la justicia porque, como dice la insultada, también la sociedad “debe interrogarse a sí misma”.
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