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Columna
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El ‘tontismo’

No sabemos si a este Gobierno le duele mucho España, pero sí que a España le duele este Gobierno

Manuel Rivas

Unamuno sería hoy una estrella del tuit. ¿Quién mejoraría, en tres palabras, lo de “Me duele España”? Ese lamento personal cundió como expresión de un sentimiento colectivo. Todos se apuntaron al diagnóstico en un país que salía abatido de la tunda del 98, el desastre que los zombis gobernantes no quisieron ver. Pero la doctrina doliente no resolvió la tensión entre el lastre nostálgico del imperio y la necesidad de desenjaular España, liberarla de la condición de retaguardia del purgatorio y reinventarla como espacio de modernidad. Un país del deseo y no del sufrimiento. En Sexualidad y escritura (1850-2000), Joseba Gabilondo sostiene, con una mirada histórica transgresora, que el noventayochismo acabó derivando la voluntad regeneracionista hacia el casticismo y reaccionando ante los conflictos con “un histerismo masculino”. Es decir, histéricos con casta. Un claro ejemplo fue la actitud histérica de escritores y periodistas castizos hacia Emilia Pardo Bazán, que se los podía merendar a todos, pero que prefirió ser una gran escritora europea de paso por Madrid y Meirás. Por ahí estamos. No sabemos si a este Gobierno le duele mucho España, pero sí que a España le duele este Gobierno. Esta mañana, yo mismo me he levantado con tremendo dolor. Me dolía esto y lo otro. Hasta la sombra me dolía. Pero, sobre todo, la cabeza. Si me duele la sombra y la cabeza, concluí, será España lo que me duele, carajo. Pero no era al modo metafísico. Me dolían las becas en el hemisferio derecho. Me dolía el I+D+i en el neocórtex. Me dolía la memoria en el hipocampo, por la historia repetida del trato infame al profesorado. Retumbaba aquel aserto atroz de la depuración franquista: “Y todavía hay algo peor que los maestros: ¡las maestras!”. Me dolía, en fin, el miedo a quedar sin cabeza. El tontismo vigente. Y también la sombra. La sombra de España. Ese dolor que deja la fuga de cerebros.

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