Cataluña y España, cada vez más lejos
Los de un lado y otro del Ebro discrepan ahora más sobre el modelo territorial
Desde la Diada del año pasado, Cataluña se ha situado en el epicentro del interés mediático de nuestro país. En cierto modo es comprensible que Cataluña se haya erigido como el gran protagonista de la actualidad, especialmente a tenor de las multitudinarias manifestaciones populares que hemos vivido en las dos últimas Diadas. Sin embargo, si queremos comprender la verdadera magnitud del “problema catalán” no podemos limitarnos a poner el foco de atención en Cataluña. Es necesario ampliar el ángulo del objetivo y prestar también atención a lo que está ocurriendo en el resto de España.
Y es que, al igual que ocurre en Cataluña, la opinión pública española está inmersa en unos profundos cambios en sus preferencias territoriales. En concreto, durante los últimos años, la complicidad que tenían los españoles con el modelo autonómico se ha deteriorado de forma muy notable. Los españoles demandan cada vez más abrir una nueva etapa en el proceso autonómico, una etapa que pasaría por reducir, o incluso eliminar, los gobiernos regionales.
Todas las encuestas realizadas en los últimos años son concluyentes con respecto el aumento de las preferencias centralistas de los españoles. Por ejemplo, según datos del CIS, el porcentaje de españoles partidarios de un Estado sin autonomías se ha doblado en los últimos cinco años, pasando del 15% a casi el 30%. Las encuestas recientes de MyWord para la cadena SER y las de Metroscopia para este periódico alcanzan conclusiones similares. Todas ellas muestran cómo la preferencia por una España con un único Gobierno central y sin autonomías se está convirtiendo en el modelo territorial más deseado por los españoles.
La oleada nacionalista ha penetrado en todas las capas sociales
Este incremento del sentimiento centralista ha sido generalizado en toda España, a excepción de Cataluña, País Vasco y Navarra. Entre las regiones que más han aumentado las tesis contrarias a las autonomías destacan las dos Castillas, Madrid y, muy particularmente, Murcia. En esta última comunidad autónoma, los partidarios de un Estado sin autonomías ya supera ligeramente la mitad de los ciudadanos. En general, a excepción de las comunidades históricas, en el resto de España los ciudadanos que desearían revertir el proceso autonómico (reduciendo o eliminando las autonomías) son ya mayoría.
La oleada centralizadora que está viviendo España está afectando a todas las ideologías y preferencias partidistas. La antipatía que generan actualmente las autonomías ya no se concentra especialmente entre el electorado más conservador como ocurría años atrás. Los ciudadanos de izquierda se están sumando a las tesis antiautonomistas a un ritmo homologable al de los ciudadanos de derechas. De hecho, si excluimos Cataluña, País Vasco y Navarra, los españoles de izquierdas partidarios de reducir o incluso suprimir las autonomías ya representan el doble de los que prefieren una mayor descentralización.
En definitiva, si centramos nuestra atención en lo que ocurre fuera de Cataluña nos encontramos ante un cambio generalizado hacia las posturas menos autonomistas. Este fenómeno no responde a la radicalización de un colectivo social o ideológico determinado, sino a un profundo cambio de preferencias del conjunto de los españoles.
Si en gran parte de España los vientos soplan fuerte hacia el centralismo, lo contrario ocurre en Cataluña. Los catalanes se mueven en dirección opuesta hacia posturas más favorables a la descentralización e incluso al derecho a la autodeterminación. Este proceso se ha acelerado muy particularmente en los dos últimos años. Según el CIS, los catalanes cuya primera preferencia territorial era que el Estado reconozca el derecho a la autodeterminación se ha prácticamente doblado en apenas dos años, hasta alcanzar un 40% a finales de 2012.
Al igual que lo que ocurría en el resto de España, la oleada nacionalista en Cataluña ha penetrado en todas las capas de la sociedad, sin importar el origen territorial, edad o ideología. Un ejemplo: en el cinturón rojo de Barcelona, donde las fuerzas menos simpatizantes con el nacionalismo catalán (PSC, PP y Ciutadans) tienen mayor presencia, los apoyos al derecho a la autodeterminación se han multiplicado por dos. Actualmente, alrededor de uno de cada tres ciudadanos del área metropolitana que rodea Barcelona tendrían como primera preferencia una Cataluña con derecho a la autodeterminación. Se trata de una proporción muy superior al porcentaje de partidarios de una involución del proceso autonómico, que, contrariamente a lo sucedido en el resto de España, no ha aumentado a lo largo de estos últimos dos años.
Para revertir la tendencia se necesita un liderazgo político que escasea
Las encuestas de que disponemos no avalan, pues, la tesis extendida en algunos entornos políticos y mediáticos sobre que Cataluña está inmersa en un proceso de fractura social en las preferencias nacionales de los ciudadanos. No es cierto que los catalanes estén más divididos que antes. En realidad, la gran mayoría de la sociedad se ha movido en bloque hacia posiciones más favorables a las tesis proautonomistas y soberanistas. Por tanto, no estamos ante un proceso de polarización de la opinión pública, sino ante un verdadero desplazamiento del centro de gravedad de la política catalana hacia posiciones más nacionalistas.
En definitiva, tanto la opinión pública catalana como la del resto de España están inmersas en profundos cambios. Unos cambios que presentan importantes similitudes. En ambos casos, las preferencias de los ciudadanos se están moviendo en bloque y de forma relativamente homogénea. Pero —y ese es el verdadero hándicap— lo hacen en direcciones opuestas: si la sociedad catalana se mueve hacia posturas más favorables a la descentralización, lo opuesto ocurre en el resto de España. Así, la fractura social no se está produciendo dentro de la sociedad catalana o española sino entre ambas sociedades.
El divorcio de las opiniones públicas de ambas sociedades representa una poderosa barrera en la tarea de encontrar soluciones pactadas entre Cataluña y el resto de España. Los partidos políticos de ambos lados del Ebro tienen cada vez menos margen de maniobra para encontrar lugares comunes. Se trata de un escenario diametralmente opuesto al que vive Reino Unido, donde el primer ministro David Cameron ha contado con una opinión pública inglesa favorable al referéndum escocés. Incluso algunas encuestas publicadas en la prensa británica indican que los ingleses ven con mejores ojos la independencia de Escocia que los propios escoceses. Ante un clima de opinión tan favorable, es fácil comprender por qué los Gobiernos británico y escocés consiguieron encontrar una vía pactada con tanta facilidad.
Las relaciones entre Cataluña y España se encuentran en una encrucijada. El principal escollo que existe para poder alcanzar una solución pactada es la creciente fractura que se está produciendo entre las preferencias territoriales de los catalanes y las del resto de España. De mantenerse esta divergencia, el divorcio definitivo entre Cataluña y España es solo cuestión de tiempo. Quizás aún no sea tarde para intentar revertir esta tendencia. Pero, para conseguirlo, es necesario liderazgo y voluntad de compromiso, atributos que lamentablemente parecen escasear entre nuestras actuales élites políticas.
Lluis Orriols es doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Política en la Universidad de Girona.
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