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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El largo declive

La compra de Nokia por Microsoft certifica la dificultad de Europa para competir globalmente

La compra del negocio de móviles de Nokia por parte de Microsoft es una operación en la que, por encima de su envergadura financiera y del simbolismo que encierra sobre las dificultades europeas para competir, se pone de manifiesto el duro castigo que implica la ausencia de innovación. Nokia, icono tecnológico de Finlandia y, por extensión, botón de muestra de las posibilidades del viejo continente de ser el área más competitiva del mundo, no entendió la evolución de un sector que llegó a dominar y fue incapaz de responder a los retos que los avances de sus rivales plantearon en los últimos seis años. La traducción en ventas de teléfonos móviles a escala global fue fulminante: de controlar casi un tercio de las ventas pasó al actual 4%.

Algunos analistas y parte de la prensa finlandesa acusan al canadiense Stephen Elop, el primer consejero delegado de Nokia no finlandés de la historia de la marca, de hundir la empresa y servirla en bandeja por 5.540 millones de euros a su antigua compañía, Microsoft, a la que ahora se reincorpora. Su gestión, desde que fichó por Nokia en 2010, solo ha cosechado pésimos resultados. Sin embargo, Nokia languidecía ya antes del desembarco de Elop frente a competidores más innovadores, como Apple, Google o Samsung, tanto en sistemas operativos como en telefonía móvil; especialmente en el sector de los smartphones. La ironía es que la operación de Microsoft ni siquiera garantiza la supervivencia de la finlandesa, por razones en parte similares a las del declive de Nokia: sus dificultades para imponer su sistema operativo frente a los mencionados competidores.

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La Unión Europea entró en el nuevo milenio exhibiendo historias de éxito, como Nokia o Airbus, y marcándose nuevas metas tecnológicas. Trece años después, la situación de la firma finlandesa —primer fabricante de teléfonos móviles del mundo en la época— certifica las graves dificultades que sufre Europa para mantenerse en la vanguardia a nivel global, y eso que el país escandinavo cuenta con inversiones en I+D muy por encima de la media europea, que sigue anclada en el 2% del PIB frente al 3% de Estados Unidos. En todo caso, lo que Nokia ofrece son importantes reflexiones sobre la capacidad de adaptación de la industria en los sectores más dinámicos y los errores de análisis que en ocasiones se cometen cuando se está en lo alto de la ola.

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