El desierto Líbico, al noroeste del Sáhara, es uno de los lugares más extremos del mundo. Un infierno dentro del infierno. Cuatro amigos, siete beduinos y 20 dromedarios para llevar a cabo una travesía que solo el explorador alemán Gerhard Rohlfs había conseguido recorrer 130 años antes.
El desierto blanco de Farafra y sus formaciones de piedra caliza.SEBSTIÁN ÁLVAROZona pedregosa en la travesía a lo largo del desierto.SEBSTIÁN ÁLVAROEl oasis de Siwa, de donde partió la expedición formada por cuatro amigos, siete beduinos y 20 dromedarios.SEBSTIÁN ÁLVAROUno de los paisajes que se puede ver en el desierto Líbico.SEBSTIÁN ÁLVAROExploradores del Sáhara a principios del siglo XX.SEBSTIÁN ÁLVAROGerhard Rohlfs, el explorador alemán que llegó al oasis de Siwa, con sus últimas fuerzas y provisiones, en febrero de 1874 tras una peripecia que casi le cuesta la vida. Desde entonces pasaron 130 años y nadie había vuelto a realizar esta travesía.Sebastián Álvaro con sus amigos y algunos beduinos al acabar la travesía.Imagen de la caravana entre Regenfeld y Dakhla.SEBSTIÁN ÁLVAROInterior de la cueva de los Nadadores, conocida como la “Capilla Sixtina del arte rupestre africano”.SEBSTIÁN ÁLVAROUna pieza de cristal líbico, el misterioso vidrio verdoso de la joya de Tutankamón.SEBSTIÁN ÁLVAROFósiles marinos en Ammonites Hills.SEBSTIÁN ÁLVAROParte del equipo de la expedición en la cueva de Foggini Mistikawi con pinturas rupestres.SEBSTIÁN ÁLVARO